ALAS ROTAS

ALAS ROTAS


No era ni demasiado alta ni demasiado baja para sus casi diez años. Con unas trenzas rubias delgadas a causa de un cabello parecido a finas hebras de oro; una piel blanca con tintes rosados en las mejillas, la pequeña y redonda barbilla, unos ojos que parecían dos cucharadas de miel y el andar de las palomas zuritas como cantaba Rafael de León en su poema "La Profecía". Así era Alicia. La sonrisa perenne en aquella boca infantil y la miel de sus ojos soñando estrellas fugaces que bajaban a la tierra para transformarse en amor.
Nadie sabía de sus sueños, nadie sabía de sus esperanzas ilusorias de niña chica, todavía no estaba marcada por el dolor de la vida. Era una paloma blanca sin mancha alguna que volaba alto para ver la tierra parda y el campo verde desde un cielo azul inmenso donde, como ángel escapado en busca de un lugar soñado en donde habitar, se trasladaba de nube en nube en un juego imposible de comprender.
Aprendía en aquel colegio, "Para Señoritas", así se llamaba y así se leía en el cartel del balcón donde se anunciaban las clases. Era aplicada, comunicativa aunque también reservada porque Alicia era observadora y para observar debía retirarse, estar a solas. Compasiva y bondadosa, acompañaba siempre a las más débiles. Ofrecía su amistad a las enfermas, a las menos agraciadas; a las feas, las desgarbadas... Poseedora de una hermosura concedida gratuitamente por la naturaleza, en ocasiones, le hacía sentirse culpable, como si su belleza no le correspondiera mientras existiera fealdad. Comprendía la ordinariez de las que no habían nacido en cuna exquisita, y también sabía perdonar... Así era Alicia. Obedecía con delicadeza, ayudaba sin desmayo y admitía con paciencia las regañinas que, como niña, recibía unas veces con culpa y otras sin ella. Rezaba porque se lo habían enseñado y creía en ese Dios bueno que nos envía un ángel protector en los peligros y este exceso de confianza la llevaba, en ocasiones, a ser imprudente, aunque mejor sería emplear la palabra ingenuidad porque Alicia, creía en la bondad de la gente.
Una tarde, la enviaron a buscar la leche que se usaba para los desayunos del día siguiente. En aquellos tiempos se compraba en las lecherías donde, en el pote que se usaba para ello, servían la cantidad deseada. A ella le gustaba llevar la jarra de cristal que su madre le entregaba, ver como la señora de la vaquería servía el líquido blanco que luego debía hervirse en casa y mientras esperaba, oía mugir las vacas en el establo y aspiraba aquel olor fuerte y extraño de los animales que le proporcionaban el desayuno diario.
Era ya de noche cuando salió de la tienda situada a dos calles del portal de su casa; hacía algo de frío y la gente se resguardaba en sus hogares. El hombre salió de la oscuridad, no pudo saber de dónde. Le puso la mano en un hombro y le dijo:

-Si gritas te mato.

La jarra de leche comenzó a temblar entre sus manos pequeñas hasta el punto de verter parte del líquido de su interior. Las callejas eran oscuras, sólo unos faroles de gas que apenas daban luz se veían de trecho en trecho. El hombre le quitó la jarra, derramó la leche y dejó el jarro intacto en el suelo para evitar el ruido. Seguían andando, pasó alguien por su lado sin fijarse en ellos, iba deprisa, a refugiarse en el acogedor hogar del frío del anochecer; un padre y una hija, tal vez pensó. Alicia no podía gritar, sentía la mano fuerte y huesuda del hombre apretando el principio de su cuello hasta hacerla daño. Y llegaron a una casa en ruinas.
La empujó al interior. Alicia apenas pudo habituar sus ojos a la penumbra, no sabía si era el miedo o ceguera real, y cuando lo consiguió vio aquello que el hombre sacó del pantalón y no sabía qué era. Grande, rojizo, pegajoso y erecto lo frotaba entre sus piernas. Ella quería gritar, huir, pero el terror la dominaba, de su garganta surgió una sola palabra como un susurro... ¡mamá...! El hombre la tiró al suelo, separó sus piernas hasta hacerle daño, hasta el máximo, sentía sus huesos descoyuntados, un dolor indescriptible la inmovilizaba y entonces lloró. Lágrimas de paloma blanca que caían por su cara de niña, surcando de blanco la suciedad que el suelo y el depredador humano pegaban a su rostro. Sintió un intenso dolor desgarrador en todo su cuerpo y unas acometidas brutales ahogaron su aliento. El dolor tan espantoso inundó de negrura su infantil vida mientras volvía a susurrar entre lágrimas y babas: ¡mamá...!
A la mañana siguiente la encontró la policía, entre basura, desperdicios, colillas... en el suelo de aquella casa derruida. Las caderas dislocadas, las manos intentando agarrarse a algo inexistente en busca de un apoyo, la boca abierta en una mueca extraña de inmenso dolor, los ojos como la miel, entrecerrados y llenos de moscas, su sexo tierno de niña virgen, entre sus propios orines y excrementos, era un cuajarón de sangre. El forense la recogió entre sus brazos mientras una lágrima rodaba por su mejilla. Le dijo al Juez:

-Me avergüenzo de mi condición de hombre.

Alicia ya no volvió a sonreír, ni a cantar, ni a ser amiga de nadie. Ni a observar, ni a peinar aquellas delgadas trenzas parecidas a hebras de oro; ni a soñar con las estrellas fugaces ni a mirar al cielo con unos ojos del color de la miel. Ni a volar con la mente como ángel escapado del firmamento, pero no quería quedarse en la tierra metida en un agujero después de haber volado tan alto.
Cuando la llevaban en aquella caja blanca cubierta de flores, pidió a los ángeles que vinieran a buscarla. Ella no podía volar, la bestia humana sin corazón, le había roto las alas con lujuria incomprensible. Sólo quedaba su cuerpo de paloma blanca, de paloma... pura... sin mancha... truncada. Y los ángeles bajaron como en bandada de pájaros, la elevaron hasta el cielo donde sus ojos fueron estrellas, su cabello dorado luminosos rayos de sol, sus mejillas sonrosadas indescriptibles amaneceres... Y fue luna, y fue sol, y fue cielo, y fue estrella, y fue ángel, y fue espina, y fue pena, y fue llanto, y fue amor...
En aquella tierra dura y amarga regada con su sangre de niña, sólo quedó una piedra en la que se podía leer un nombre y una fecha: SE LLAMABA ALICIA - 1934 - 1944.

Primero lo tedioso: tres errores. Primero, cuando nombras el colegio al que ella iba, está mal utilizada la aposición dado que cortas la aclaración a la mitad; sería recomendable utilizarla a la frase de una manera como "Aprendía en aquel colegio; "Para Señoritas", así se llamaba y así se leía..."(luego un punto antes de seguir con la historia). Segundo, "si gritas, te mato"...así sería. Tercero, no me acuerdo ni lo encuentro pero se trataba de una oración en la que separaste con coma el sujeto del predicado.

Bueno, como siempre, MAGNÍFICO relato...con todas la gracia de tus escritos, los cuales se convierten en mis preferidos muy seguido. Incluso podría decir que noto una mejora a nivel gramático también...¡MIS AMPLIAS FELICITACIONES!

La verdad es que sonará morboso, pero ADORÉ las descripciones de su ayuda a los menos agraciados, menos exquisitos y menos inteligentes; sin contar con que me gustó MUCHO la descripción sombría de la violación, hizo del acto aberrante un pequeño tesoro literario digno de leer. Realmente, fue de mi agrado...un relato exquisito hundido en las sombras de los actos más horribles.

Saludos =D

Desgarrador y tenso relato,que hace sentir de lo peor que a una le puede pasar...

Es duro el tema y real como la vida misma.
Como lo descríbes,toda esa cantidad de palabras abruptas realmente estremace!

Cuántas alas rotas habrá por el mundo...cuantas alas rotas que nunca podrán volar!...¡Qué pena! Qué triste!Qué duro!...

¡¡Abrazos de flores multicolores!!

Te respondo primero a tí, amiga pétalos de seda. Este relato lo escribí después de ver por TV la imagen de unos padres que salían del Juzgado donde habían asistido al juicio del violador de su pequeña hija de 9 años, muerta porque su corazoncito no resistió -dijeron. La inmensa tristeza de sus rostros se quedó grabada en mi mente y jamás podré olvidarla. Creo que estos terribles sucesos deben denunciarse, darlos a conocer, para avergonzar a quienes los realizan y ¡quién sabe! tal vez se mueva algún corazón y se evite un nuevo acto aunque, creo, que la mente humana es demasiado complicada y algunas veces no funciona adecuadamente. De todas formas como todos mis pensamientos (o la mayoría) los transformo en letras, éste no podía quedar sin publicarlo. Es un grito. Gracias por leerlo, sé que es duro e incluso desagradable pero ahi está, es la verdad. Un beso.

Y a tí mi querido crítico e inquisidor de mis relatos, amigo Max. Gracias por tus correcciones, las estudiaré con atención aunque debo confesarte que después, al escribir un nuevo relato, las olvido, ¡quedan tan lejos aquellos estudios de predicados sujetos y verbos....! ¡madre mía... ya ni me acuerdo...!
Te agradezco mucho esas palabras halagadoras que escribes con mayúsculas para destacarlas, son para mí algo así como la caricia después de una regañina, esa frase con la que mámá o papá, después de su severidad te dicen: "...pero eres una buena niña." Gracias amigo.

Hola Xanino,
conmovedor y sin duda, muy real tu relato en la sociedad de todos los tiempos, no solo en la de ahora, existe desde .... en fín, creo que desde siempre y a todos niveles y estratos sociales, en este caso tu relato, que no me pareció tedioso para nada, muestra esa realidad tan inhumana y bestial que ójala pudiese ser erradicada. En tu historia la niña muere, pero hay tantas y tantos niños que no se mueren... Y han de seguir viviendo con esas imagenes aterradoras en la mente de por vida...

Solo te diré una cosa que no me ha gustado, pero por el tema que tratas y como lo haces, casi ni debiera decirtelo, pues plasmas con bastante realismo las todas las escenas. Pero.... soy así que le vamos a hacer? jajaj.

Mira cuando pones "Comprendía la ordinariez de las que no habían nacido en cuna exquisita" esta frase... Me hace pensar que el autor del relato considera que los que no han nacido "ricos" o "pudientes" son ordinarios, y es que no me gustan las catalogaciones ni por sexo, color o clase socical.
Solo eso.


Un beso Xanino y buen relato, escrito muy bien.

Loli, yo me arriesgaría a decir que el relato expresaría todo lo contrario en esa parte: que los consideraba, a los no pudientes, "ordinarios". De cualquier manera, cuando uno escribe, se supone se sitúe siempre en la historia sin importar los propios pensamientos; los cuales se pueden expresar de otra forma.

Pues Xanino, de nada...como siempre. Sólo un detalle importante que sí hace al texto en sí y me olvidé de poner: vos describiste un suceso algo actual, con una mente criminal más actual que otra cosa. A pesar de que esos hechos existían supongo, creo que no describes lo suficiente al criminal como para suponer que existió eso hace tanto tiempo. ¿Y por qué digo tanto tiempo? Porque no creo que sea muy actual ir a comprar leche con una jarra a la "lechería". Ni siquiera aquí, un país tan poco avanzado. Sólo una observación, o...mejor dicho...una duda que me quedó.

Amiga Loli. Es posible que la frase de lugar a confusión, puede que no esté bien expresada,sólo quería generalizar en el carácter de la niña, sin ánimo de ofender ni distinguir ningún estrato social. Sé por experiencia, (tengo muchos años vivdos) que en esta vida no se puede catalogar la exquisitez ni la bondad de las personas por su cuna, así que me disculpo, debería de haberlo expresado de otra manera. Sobre lo que dices que muchas víctimas quedan vivas y cargan toda la vida con ese dolor, sí, es cierto, aunque yo quise darle ese desenlace fatal porque como le digo a "pétalos" más arriba, recordaré siempre un caso real que finalizó con la muerte de la niña y, tal vez, para finalizar el relato, de otra forma, quedaría pendiente la situación mental de la protagonista.

A tí Max te diré que precisamente el detalle de la jarra de leche lo empleo para situar al lector en un momento de la vida anterior al actual, de hecho, la fecha queda grabada al final del relato y otro detalle es "el colegio para señoritas" que eso, hoy en día, resulta ya anacrónico. Con estos detalles, mi intención es dar a entender en un relato corto, que estos sucesos han ocurrido siempre (por desgracia siempre existirán) y los criminales que los realizan (yo me atrevería a llamarlos enfermos mentales aunque no sé hasta qué punto) no se diferencian de los actuales, siempre actúan igual, con la única diferencia de que ahora tienen otras oportunidades y medios diferentes. Esa es mi opinión. Un beso para los dos, mis queridos lectores.