Cada vez que paso por la bajada de San Nicolás, y desde que leí, hace años ya, este poema del canario Silvestre de Balboa y concretamente cuando paso por la ermita donde fue bautizado no puedo dejar de sentir la emoción de que fuera un canario el precursor de la poesía en Cuba; ¡¡ cuánto mucho y grande hemos hecho los canarios fuera de nuestra tierra y cuánto y tanto nos cuesta por hacer aquí dentro y para nosotros...
Teknarit, África.
Espejo de paciencia. El primer poema escrito en Cuba
De Boris Leonardo Caro
Una mañana del año 1836, mientras caminaba entre los estantes de la biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País, el escritor José Antonio Echeverría encontró tres cuadernos polvorientos y comidos por polillas de un manuscrito cuyo título era Historia de la isla y catedral de Cuba. El texto databa de 1760 y había sido escrito por el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz. Parecióle curiosa a Echeverría la existencia de pliegos tan añejos y aún más cuando en su interior, exactamente en el libro segundo, artículo VI, aparecía un largo poema cuya composición, aseguraba la dedicatoria, se remontaba a 1608. De tal forma, si fuese auténtico el manuscrito, sería esta, pues, la primera de las composiciones poéticas de que se tuviera noticia en Cuba. Espejo de Paciencia era el título y Silvestre de Balboa Troya y Quesada su autor.
Un año después Ramón de Palma publicaría en El Aguinaldo Habanero un artículo titulado "Un episodio de la isla de Cuba. 1604.", en el cual relataba el percance del obispo que se refiere en Espejo... Sin embargo, por razones que aún se ignoran, Palma, aunque era amigo íntimo de Echeverría, omitió el nombre del poema y de su autor, argumentando que no poseía la obra como tal sino únicamente un soneto de elogio al poeta, escrito por el regidor de Bayamo en aquella época, llamado Juan Rodríguez de Sifuentes. Resulta más llamativa la omisión de Palma cuando en 1838, en la revista El Plantel que este editaba con Echeverría, apareció un ensayo donde, además de dar a conocer y comentar prolijamente la Historia de Morell, Echeverría presentaba oficialmente el Espejo de Paciencia. En aquella oportunidad, el ilustre intelectual intercaló estrofas del texto original con fragmentos de los sucesos relatados por él mismo. El poema narraba los acontecimientos relacionados con el secuestro del obispo fray Juan de las Cabezas Altamirano, ocurrido en el puerto de Manzanillo en el año 1604.
Asimismo, Echeverría daba a conocer por vez primera algunos datos del autor como su nombre, nacimiento en Islas Canarias ( concretamente en la isla de Gran Canaria ) y residencia en la villa de Puerto Príncipe. Afortunadamente, Echeverría tuvo el acierto de hacer una copia del manuscrito original pues, misteriosamente, este desapareció poco después de los archivos de la Sociedad. Muerto éste en 1885, la copia pasó a manos de su amigo Néstor Ponce de León, que en aquellos días se desempeñaba como jefe del Archivo Nacional de Cuba. Ponce de León, en una disertación leída en la Sociedad Literaria Hispano-Americana y reproducida por la Revista Cubana en 1892, confirmaría la noticia de ser el poseedor de la única copia existente del Espejo... En tal oportunidad, para concluir su exposición, el notable historiógrafo habanero diría: "Considero este poema tanto más importante, cuanto que él sólo representa todo el movimiento literario de Cuba desde su conquista en 1511 hasta mediados del siglo XVIII, es decir, 250 años que a no existir ese poema, presentarían el vacío más absoluto.
Después de este gran esfuerzo, las musas cubanas cayeron de nuevo en profundo silencio; acaso no fue así, acaso se escribió mucho y probablemente muy malo, pero nada he podido encontrar desde 1608, fecha del poema, hasta mediados del siglo pasado...". Al morir Ponce de León en 1899, el preciado documento pasó a manos de su hijo Julio C. Ponce de León y Bachiller quien, a su vez, lo entregó a Francisco de Paula y Coronado. Gracias a este gesto, la Academia de la Historia pudo publicar en 1929 los cuadernos que se conservaban de la Historia de Morell, dentro de los cuales, como ya dijimos, estaba inserto el Espejo... Sin embargo, esta no sería la primera edición aparecida en el siglo XX. En 1927 Carlos M. Trelles incluiría el poema en su Bibliografía cubana de los siglos XVII y XVIII. Unos meses más tarde, ya en 1928, José Manuel Carbonell lo reproducía igualmente en el tomo I de su Evolución de la cultura cubana. Otro punto trascendental en el estudio de esta, la primera de las obras líricas conservadas para la literatura cubana, fue la publicación en un número de la Revista Antillana de 1922, por José María Chacón y Calvo, de cuatro cartas del obispo fray Juan de las Cabezas Altamirano al rey de España. En la tercera de ellas, fechada en Bayamo el 2 de julio de 1604, Altamirano relataba los sucesos de los que había sido protagonista, coincidiendo en lo fundamental con la narración que en octavas rimas había realizado Silvestre de Balboa. También las pesquisas realizadas por Felipe Pichardo Moya, prologuista de la edición que diera a la luz el Ministerio de Educación en 1942, vinieron a aclarar y hacer más verosímil la autenticidad de Espejo..., que algunos estudiosos habían puesto en duda.
Moya halló documentos donde se establecía la fecha probable del nacimiento de Silvestre de Balboa entre 1564 y 1574 y su muerte en algún momento entre 1634 y 1644. Además, se informaba de su cargo de escribano en el Cabildo de Puerto Príncipe. De la misma fuente, archivos familiares obtenidos en la ciudad de Camagüey, Pichardo pudo extraer referencias sobre los seis sonetistas que preceden el poema. A pesar de la trascendental importancia de las copias, dos según el prólogo de Pichardo Moya, que existían del Espejo..., al parecer ninguna ha podido conservarse. En una edición del poema hecha por Arte y Literatura en 1975, Cintio Vitier anunciaba la desaparición de cualquiera de las probables copias. Ni en el Archivo Nacional, ni en los archivos de la Academia de Historia, ni en la biblioteca particular de Francisco de Paula Coronado, como tampoco en la Biblioteca Nacional ni en la Sociedad Económica de Amigos del País se encontraba manuscrito semejante, siquiera de la Historia de Morell, también perdida. "Al desaparecer (de los lugares anteriormente citados) o se han perdido definitivamente por un accidente fortuito", explica Vitier, "o será cosa de echarse a buscarlos en colecciones privadas o extranjeras. No estará de más recordar", concluye, "que esos documentos, que técnicamente pueden considerarse 'originales', pertenecen a la nación. Su pérdida constituye un verdadero escándalo".