La novia de negro

El día que nació le robó todos sus rayos al sol. Tenía en sus ojos el color de aquella esmeralda que siempre su madre había soñado, pero que su padre era incapaz de regalársela, no porque no lo quisiera, sino porque su bolsillo era de pocos fondos. Siempre sonreía, se acostumbró a ello por las constantes miradas de admiración y aprobación. Era una muñequita de sonrosados cachetes y de una perfección casi total.
Al cumplir sus quince años no quiso volver a estudiar. Soñaba con ser modelo, tenía figura espigada y madera para ello. Se paraba frente a un espejo, sonreía y alzaba su pelo en la corona y luego lo dejaba caer hipnotizada por el flash de una cámara. Su boca era como un botón de rosa, esperando recibir el primer beso que la haría sentirse mujer.
Sus padres solo querían consentirla, a los diez y seis años era modelo semi-profesional. El dueño del instituto de modelaje, siempre la aprobada en cada desfile. Sus ojos la recorrían aprobando cada paso, cada gesto, cada sonrisa; era su estrella y Bianca llegaría muy lejos.
-Así se hace chiquilla- siempre le colocaba la mano en el hombro, una y muchas veces más.
Bianca sonreía, no había perdido su costumbre y él siempre generoso con ella la llevaba en su auto hasta su casa.
-Cuídate mucho, le decían sus padres- pensando en la inocencia de su hija.
Una mañana mientras se miraba desnuda ante el espejo, pasaba las manos sobre su cuerpo, sintió la necesidad de que Ignacio la repasara con sus manos grandes, entonces sintió aquel calor que de vez en cuando la acosaba. Los rayos del sol de su pelo se encendían por el brío de sus años. Ya no quería que le pusiera sus manos sobre los hombros. Ansiaba que el gran anillo de oro de su cuarto dedo la recorriera poco a poco.
El día llegó en que su imaginación se convirtió en realidad. Ignacio la llenaba de finos regalos: algunas joyas para no llamar la atención de sus padres, ropa y zapatos a granel.
-¿Por qué regalos tan caros?-
-Porque eres mi chiquita y te lo mereces todo-, solía escuchar.
El dueño del instituto, siempre buscaba las mejores pasarelas para ella, donde se exhibían modelos con ajuares de novia y ropa interior. Desfilaba con ligueros llenos de encaje y rosas blancas en su cabeza. Ese era su color preferido, el que correspondía a los sueños juveniles de ella y el que la acercaba cada día más a Ignacio.
En la mayoría de los desfiles sucedía siempre igual: sus padres, incluido Ignacio aplaudían fuertemente, una sonrisa especial les prodigaba, agradeciendo su presencia.
Al apartamento de Ignacio llegaba todas las noches, fingía estar en desfiles nocturnos donde siempre pagaban bien. Disfrutaba de aquel hombre canoso, de manos varoniles y joyas en caja fuerte. Cuando cerraba la caja para introducir nuevas, siempre le decía:
-¡Serán tuyas algún día!-
De vez en cuando Bianca abría algún cajón y en algunos encontraba armas.
-Preocúpate solamente de ser mi estrella preferida, de que te vea con ligueros, el sitio preferido tuyo debe ser esta alcoba, no hagas preguntas, Bianca de mi vida-
Su inocencia no la había perdido a pesar de ser ya mujer, no preguntaba nada porque solo tenía ojos y su cuerpo al igual que sus pensamientos, eran para él.
Su cintura, sus caderas y muslos eran más fuertes. Se notaba que el embarnecimiento de ella, se lo debía a Ignacio.
El día del cumpleaños diez y siete, muy temprano recibió un inmenso ramo de rosas rojas con una tarjeta blanca pero una gran cruz en el centro. Sus padres se atemorizaron mucho, ella sonreía porque ésas… eran cosas de Ignacio… Seguía siendo su secreto más íntimo. Soñaba con el día que vestida de blanco y sin liguero de rosas, entrara del brazo de él a la iglesia. La noche anterior dejaría el liguero con su pantis de seda en la cama de él, y antes de la ceremonia, Ignacio recorrería su cadera en busca de aquel que no estaría en su sitio. Así le decía siempre al oído, así quería que ella se desposara con él y eso sería algún día…
En las horas de la tarde tenía un desfile muy prometedor para ella, estaba ansiosa, sus padres no asistirían y no conocía el vestido porque su diseñador lo tenía en secreto. Al filo de las 3 de la tarde vio el vestido que llevaría, era negro y de una elegancia exquisita. Solo esperaba el momento en que Ignacio le sonriera y entre los dos recordarían el ramo enviado por la mañana. Sin embargo, el color negro de su vestido la inquietaba y no sabía el por qué, como tampoco las rosas rojas que llevaría en sus manos, siempre eran rosas de tonos pasteles que contrastaban con su hermosura juvenil.
-Estás preciosa, chiquita, es mejor cambiar el vestido blanco por este negro. Tu exquisitez me sorprende-, diría Ignacio después del desfile. Había aprendido a conocer sus palabras y su forma de amar. Esto la tranquilizó.
-Me adelantaré y le daré la sorpresa, compraré el vestido con el dinero que anoche Ignacio me puso en el liguero-.
Encabezó el desfile y paso a paso caminó por la alfombra roja. La única silla que estaba vacía, era la de Ignacio.
-¿Por qué no está? Se preguntó mil veces y en medio de la angustia salió y se encontró con las compañeras del instituto de modelaje que la felicitaban porque había llegado a la cima como modelo, ahora era profesional. Se escurrió en medio de ellas, su afán era encontrar a Ignacio, pero era raro… no sabía dónde encontrarlo, él siempre le había prohibido llegar a su apartamento en horas del día. Se dirigió a su casa con el vestido bien guardado.
-¿Ya sabes? Preguntó su mamá, parecía que sus ojos se le iban a salir de sus cuencas.
¡Mataron a ese Ignacio, mija! ¡Era el narcotraficante más buscado, tenía doble identidad, se había cambiado el rostro y dicen que tenía ese instituto como fachada!-
¡Ay mija, siquiera no me le pasó nada, ya usted se había salido de ese lugar y había rotos vínculos con ese señor! le dijo abrazándola con cara de satisfacción.
-¡Le encontraron en el apartamento coca, armas por todas partes y muchas joyas en su caja fuerte!- prosiguió sin darse cuenta de la expresión de dolor de su hija.
Bianca asistió al entierro de Ignacio ataviada con su vestido de novia negro y en las manos algunas de las rosas que había recibido el día anterior. La modelo más cara de la ciudad, fingía con su llanto que era una plañidera contratada por no se sabe quién, para que llorara a aquel hombre a quien nadie se le ocurría acompañar, de miedo a una balacera.
Algunos curiosos en el cementerio comentaban:
“!Así son los narcos, hasta la hora de su muerte, derrochan dinero en cosas estrambóticas!”.
-Pero no se puede negar, !qué bonita y profesional es la plañidera!
Etelsaga, enero, 2008

Un cuento muy bueno, con una narrativa y lenguaje excelente.Se nota su conocimiento en las letras.Un cuento diferente, con un toque de misterio y románticismo que lo hacen ameno y elegante.
Un placer leerla.
Saludos.Marioes.

Muchas gracias Mario por tus comentarios, tanto en este apartado como en Paranormales.
Trato de esmerarme cada día.
Un abrazo

Pues tus esfuerzos dan resultados ya que estoy ante un texto muy bien realizado, y atrapante.
Emhorabuena,un gusto leerte.
Saludos

Gracias, eres muy amable con tu comentario.

Un excelente relato, muy original la trama, sale de lo común que se lee.
Me gusto y es precisa y preciosa tu narrativa.

Excelente relato escrito con un lexico profundo y elegante. Diferente, atrevido y fascinante. Es todo un prodigio en letras. Me ha gustado muchísimo y es muy ameno.

Un besico.

Sencillamente me encanto, y atrapo, muy bueno.