El pasado 9 de diciembre Hildegart Rodríguez Carballeira, joven superdotada, escritora, activista política radical, conferenciante y una de las pioneras españolas en el campo del feminismo y de la sexología, habría podido cumplir 92 años si su madre no hubiera segado su vida cuando solo contaba 18. La madrugada del 9 de junio de 1933 Aurora Rodríguez Carballeira empuñaba un revólver en la habitación donde yacía, dormida, su hija. Pasó un buen rato en el dormitorio, y cuando finalmente irrumpió el día, con toda la frialdad del mundo disparó a Hildegart en la sien izquierda. Y luego otra vez, en el mismo sitio. Después le buscó el corazón, y volvió a disparar. La cuarta vez el proyectil se alojó en el pecho de la chica. Sólo entonces consideró cumplida su misión. A los pies del cadáver había una carta hecha pedazos; al parecer, se trataba de una misiva amorosa.
¿Qué pudo desencadenar semejante tragedia, qué clase de mujer asesina a tiros a su hija fría y premeditadamente?
"Busco un hombre para tener un hijo. La unión se limitará al acto de procreación. No deseo casamiento ni ninguna otra forma de vínculo. Quien se presente deberá gozar de excelente salud física y mental y tener un coeficiente intelectual superior al de la media de la población". Este aviso fue publicado en 1913 en un periódico, y no pasó desapercibido para la opinión pública. Fue puesto por la joven Aurora Rodríguez Carballeira, una mujer fría y calculadora pero con ideas vanguardistas para su época. Nació en El Ferrol en 1.890, en el seno de una acomodada familia. Su padre era abogado. Creció, corpulenta, masculina, brusca, devorando ávidamente desde los 14 años los libros de la biblioteca del padre, fundamentalmente los de carácter político (socialismo utópico) y filosófico.
Apenas cumplió la mayoría de edad viajó de Galicia a Madrid para llevar a cabo lo que muchos consideran el primer experimento eugenésico-pedagógico de la historia: engendrar, criar y educar una hija que fuera el prototipo de una nueva mujer, una mujer liberada y educada para actuar como símbolo del fin de la opresión contra el género femenino y contra el proletariado. Paradójicamente, Aurora manifiesta a lo largo de su vida un claro desprecio por la mujer, a quien considera incapaz de pensar, sentir y desprovista de alma.
En poco tiempo encontró un progenitor a la medida de sus ambiciones y llevó a cabo su proyecto. El 31 de marzo del año siguiente tuvo una hija, a la que registró con el nombre de Carmen pero a la que siempre llamó Hildegart, nombre que en alemán quiere decir "Jardín de la sabiduría".
Concebida como experimento científico, la niña carece de infancia. Su madre jamás la besó, y no dejó que otras personas le hablaran ni la tocaran hasta los quince años. Vive dedicada al estudio constante, con dos temas prioritarios: la filosofía racionalista y todo lo relacionado con el sexo. Su madre piensa que es la única forma de que no caiga en la trampa que, en su opinión, esteriliza el talento de muchas mujeres.
Antes de cumplir un año Hildegart hablaba y escribía su nombre. A los 3 escribía sin errores de ortografía, y a los 4 ganó un concurso de mecanografía. Con 10 años maneja con soltura el francés, inglés, latín, y traduce del alemán, portugués e italiano. A los 11 escribe en la revista "Sexualidad". A los 13 años terminó el bachillerato, y antes de los 17 se licencia en Derecho, a la vez que comienza las carreras de Filosofía y Letras y la de Medicina.
Su vida estuvo programada por su madre para ser una defensora del proletariado, animada por ideales solidarios. A los 14 años ingresó en las juventudes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y en el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) y poco después escribe obras como "La rebeldía sexual de la juventud" (1931), "Malthusismo y Neomalthusismo" y "El control de la natalidad" (1932), en las que defendió la igualdad de mujeres y hombres, y especialmente la liberación sexual y reproductiva… Con 17 años ingresa en el Partido Republicano Federal y es nombrada secretaria de la Liga para la Reforma Sexual. En poco tiempo se convirtió en una oradora vehemente, admirada y aborrecida a partes iguales, que no iba ni al aseo sin su madre pero que daba mítines en todo el país, escribía artículos en torno a ideas socialistas, liberación sexual, eugenesia y abolicionismo, carteándose con intelectuales y escritores como H.G. Wells, que estaba absolutamente prendado de ella. Fue una de las figuras de aquellos convulsos años políticos de la República.
Fue cofundadora −con el Dr. Gregorio Marañón y otros− de la “Liga para la Reforma Sexual Española”. Este movimiento consideraba la vida sexual como positiva, defendía la emancipación de la mujer, su acceso a la educación y la igualdad de derechos en general, entre hombres y mujeres. En esta época, España, al igual que Alemania, era un país con ideas muy avanzadas en cuanto a la igualdad entre sexos y a la sexualidad. Así, parecería que la sexología surge en Estados Unidos, cuando en Europa muchos años antes ya había pioneros en su estudio científico, como lo fue Hildegart.
Pero todo ese espíritu libertario contrastaba radicalmente con la relación simbiótica y claustrofóbica que mantenía con su madre: ambas iban siempre juntas a todas partes, vestidas frecuentemente de negro. Resulta llamativa la atención a la sexualidad y las intenciones pedagógicas y reformadoras en ese campo por parte de una mujer madura, Aurora, que manifestaba su repugnancia hacia la intimidad física con los varones (para ella, el único objeto del coito es la reproducción controlada) y una joven apenas salida de la adolescencia y a la que su madre impedía cualquier proximidad fuera de su vigilancia con personas del sexo opuesto.
En un momento determinado, los planes de Aurora comenzaron a torcerse. Hildegart era una jovencita poco agraciada, gruesa, con una extraña expresión de oligofrenia en el rostro... Pero empezó a cuidarse, a adelgazar, a maquillarse, a vestirse mejor y a mantener correspondencia platónica con un joven teniente de Alcalde, Abel Velilla. Parecía bastante obvio que se había enamorado y que se estaba volviendo atractiva para los hombres. Aurora se sintió amenazada por esos cambios y Hildegart opuso por primera vez resistencia a su posesividad claustrofóbica, declarando la intención de independizarse. Aurora le exigió abandonar de inmediato la carrera política y la insana correspondencia amorosa, so pena de suicidarse. Hildegart hizo caso omiso al chantaje. La criada testificó durante el juicio que los dos meses previos al crimen fueron de continuos y violentos altercados entre ambas.
En opinión de Aurora habían aflorado en la joven comportamientos que traicionaban el destino para el cual la había creado, y decidió “suprimir su obra sublime con un acto sublime, ya que cualquier madre es capaz de parir, pero no de matar a sus hijos". Cuando luego le preguntaron por qué lo había hecho, respondió fríamente: "Si un arquitecto se da cuenta de que el edifico que construyó va a hundirse, antes lo vuela. Así hice yo con mi hija".
Había engendrado a Hildegart como instrumento para una revolución; cuando consideró que se había apartado de su objetivo, decidió eliminarla.
A pesar de su juventud, la labor intensísima de Hildegart le permitió dejar trece libros escritos, en los que defendió en particular la igualdad de mujeres y hombres y, especialmente, la libertad sexual y reproductiva. Entre sus obras figuran: Los tres amores históricos, Cómo se curan y evitan las enfermedades venéreas, Malthusianismo y neumalthusianismo, El control de la natalidad, La rebeldía sexual de la juventud, Revolución y Sexo, o ¿Se equivocó Marx?
Teknarit, Africa