Fuera de la guarida la noche está herida.
Sangrando en recuerdos, mojado en el
Remordimiento del pasado, bajo los escalones
Del olvido, de la taberna “Trago amargo”.
Ya escucho la música de Jazz y el entrañable
Olor a madera vieja carcomida del whisky y
Las vigas del techo. El ambiente está cargado
De humo. Ilumina la oscura estancia, el aspirar
De los cigarrillos y unos focos sobre la tarima
Donde músicos negros versionan temas de Charly
Parker, Miles Davis y alguna pieza de Soul de Otis
Redding y Aretha Franklin.
En este garito se organizan las mejores timbas de
La ciudad y buenos combates de boxeo.
Hoy me siento en un rincón huyendo del pensamiento,
Mi mal crónico. Sánchez, el dueño del local, trae una
Cerveza a mi mesa y habla sonriendo.
-¿Qué? La noche está herida ahí afuera, ¿eh?,
bienvenido a la guarida.
Le guiño el ojo y levanto el pulgar sin contestar.
Bebo en la noche de los perdedores.
Se acerca el fracaso con cuerpo y voz de puta,
Siseando como una serpiente. No quiere ir sola
A casa y enfrentarse cara a cara con el espejo
Que la delata y hacer el amor sin melodías, oler
Su propio sexo, silbando el estribillo de las
Soledades más angustiosas de la madrugada
Que va envejeciendo de enfermedad.
Hay un joven poeta recitando a Kerouac,
Que nunca obtendrá respuestas, que acabará
en el camino, borracho, lanzado a la calle.
Arrastrado por la corriente del viento y las
Lluvias.
Mañana se refugiará de nuevo aquí en la
Guarida, porque afuera amigo…la noche
Está herida.
Octubre 1996