EN LA PLAZA DE CARRIZAL

Colorines papelillos y globos inundan de sonrisas el espacio, los pinares, pájaros y flores muestran su esplendor esta tarde. La neblina no deja ver los rostros de los transeúntes, fresca brisa besa las mejillas que enrojecen sonrojadas de frío. La marchantica anuncia con sus eternas notas la llegada del anhelado refrigerio, avivando el deseo de degustar el dulce helado de frutas, el carrillón suena tres veces, la colonial iglesia abre las puertas a los visitantes, bicicletas, patines y carruchas bajan y suben las suaves colinas de asfalto. Los niños corretean tras la pelota, los más viejos sólo se miran abstraídos, quizás recordando sus tiempos mozos. La madre alerta al crío, el cura saluda al vecino, las niñas saltan la cuerda y los más pequeños comen las chupetas. Las parejitas jóvenes se besan con desenfado ante los ojos acusadores de las beatas y las niñas viejas. En la esquina, un perro callejero corretea a un loro fugitivo que repite “paco, paco, loriiito,loríiito, trua, trua” camina y vuela.De pronto, el sol cae junto con la neblina, oscurece, de prisa todos se levantan, hace frío, cada cual a lo suyo unos a cenar, otros a la misa. Un anciano balbucea medio despierto: “Fin de la tertulia, los viejos vamos a dormir a casa.” Otra plácida tarde pasa, se acabó por hoy la fiesta en la plaza