Allí también se hará una denuncia de los métodos de terror y tortura que usaban la policía y el ejército argentino, ya en aquellos tiempos, contra los militantes de diversas tendencias. Se criticará al Partido Comunista, al Partido Socialista, a la política exterior norteamericana, a la iglesia católica, a la clase media. Es en esta obra también donde directamente hay un capítulo llamado "Los anarquistas", cuando Remo Erdosain y el Astrólogo van a un sótano del Dock Sud, donde un tal Severo junto a otros dos anarquistas, está preparando bombas y panfletos y al cual Erdosain le sugiere reemplazar las bombas por gases mortales. Este tal Severo, medio rubio y de ojos verdosos, es el mismísimo Severino Di Giovanni, el polémico y célebre anarquista italiano, buscado por toda la policía argentina durante los años '20, y asesinado tras el golpe militar de Uriburu, junto al anarquista Paulino Scarfó. En la vida real, Roberto Arlt será uno de los periodistas que presenció el fusilamiento de Di Giovanni, cuando el diario en el cual trabajaba lo envió a cubrir dicho suceso. Se afirma que Arlt volvió devastado a la redacción del periódico y dijo que no podía entender cómo había gente que se ponía guantes blancos y se frotaba las manos con placer, viendo cómo se fusilaba a una persona, haciendo alusión al festín que representaba para militares, curas y burgueses, ver la captura y ejecución de este anarquista tan buscado. Arlt quiso escribir una nota comentando el asco que dicho fusilamiento le había causado, pero desde la redacción del diario se la rechazaron.
El autor de Los siete locos, al hablar de los personajes de esta obra dice: "Estos individuos, canallas y tristes, viles y soñadores simultáneamente, están atados o ligados entre sí por la desesperación. La desesperación en ellos está originada, más que por la pobreza material, por otro factor: la desorientación que, después de la gran guerra, ha revolucionado la conciencia de los hombres, dejándolos vacíos de ideales y esperanzas. Hombres y mujeres en la novela rechazan el presente y la civilización, tal cual está organizada. Odian esta civilización. Quisieran creer, no pueden. Como se ve, la angustia de estos hombres nace de su esterilidad interior. Son individuos y mujeres de esta ciudad, a quienes yo he conocido. En síntesis, estos demonios no son locos ni cuerdos. Se mueven como fantasmas en un mundo de tinieblas y problemas morales y crueles. Si fueran menos cobardes, se suicidarían; si tuvieran un poco de más carácter, serían santos. En verdad, buscan la luz. Pero la buscan completamente sumergidos en el barro. Y ensucian lo que tocan."
Al finalizar Los lanzallamas, un gentleman "respetable" ubicado en torno al espectáculo callejero que se forma frente al cuerpo del muerto, escupirá el cadáver de Remo Erdosain, al grito de "anarquista hijo de puta, tanto coraje mal empleado", tras ser descubierta la organización revolucionaria que los personajes tenían planeada.
Por otra parte, en vísperas de la terrible sequía que azotó al sufrido pueblo de la provincia de Santiago del Estero, a principios de los años '30, este escritor denunciaba a través de sus textos la situación: "Que se sepa el horror de su muerte, de su anemia, de sus enfermedades, de sus pestilencias. Que se sepa de qué modo están abandonados por la soledad y por los gobiernos ... Es necesario contar el drama de Santiago del Estero. Contarlo sin piedad de lastimar a nadie. Sin piedad de la literatura, y sin piedad del estómago de los lectores. Es necesario escribir con tal fidelidad lo que he visto, que cuando mis frases lleguen a ciertas partes la gente se tape las narices asqueada y avergonzada. No importa. Es la verdad. La verdad de un pueblo que se muere de hambre y de sed, y, por lo tanto, debe ser escuchada".
Finalmente, en El amor brujo, se hará una crítica despiadada del matrimonio y las costumbres burguesas como así también a los empleados públicos y al dinero, será su novela quizás menos lograda.
En sus Aguafuertes porteñas, Roberto Arlt incluye un texto llamado "¿Quiere ser usted diputado?", en el cual saca a relucir toda la corrupción propia de los políticos. Escrita en los años '30 y ubicada en el contexto del período histórico argentino conocido como la "década infame", si uno no supiera la fecha de su redacción, tranquilamente podría pensar que nos está hablando del año 2006. También escribió otra aguafuerte que llevaba el nombre de "El relojero", en la cual dice: "Después que me alejé del latoso relojero, me quedé pensando en este gremio misterioso y dueño del tiempo. Y me quedé pensando, porque más de una vez, recorriendo las calles, me detuve, perplejo, ante un portal, mirando a un sujeto que casi siempre tenía condición israelita, y que con un tubo negro en un ojo, remendaba relojes como quien echa medias suelas a un botín. Y no sé de dónde se me ocurrió la idea de que los relojeros, en el fondo debían ser todos medio anarquistas y fabricantes de bombas de reloj. Porque en las novelas de Pío Baroja, los relojeros si no son anarquistas, son filósofos. Y un relojero filósofo o anarquista no queda mal. En Rusia, al menos en la época del zarismo, todos los relojeros eran sindicados como semirrevolucionarios".
Al acercarse la Revolución Española, Arlt viaja a la tierra del Quijote. Es muy significativa una carta suya dirigida desde allí a su madre y a su hermana Lila, reproducida por Raúl Larra en su obra ya citada, y en la que dice: "Sí, mamá. Sí, Lila. Europa es sólo linda vista por el europeo que ha dejado su patria y tiene nostalgia de ella. Socialmente es una porquería. Los trabajadores viven como bestias, en caserones horribles como los que se describen en las novelas realistas, los únicos que están bien son los aristócratas ... No sé de qué viven los pobres. La gente habla de la alegría del sol y es porque no lo ven nunca. Una mendicidad extraordinaria de todos los sexos. Ciegos a granel. Lo único notable y digno de verse son las iglesias árabes que eran la civilización de estos países podridos por el catolicismo. Pero comprenderás que es un poco absurdo cruzar dos mil leguas de agua para venir a admirar iglesias de piedra. Los campesinos del campo andaluz viven en chociles de paja ... Militares, guardias de asalto, carabineros, frailes gordos, curas, monjas, a granel. Toda esa canalla chupa la sangre del país, mientras los pobres no tienen qué llevarse a la boca ... "
Más tarde, en vísperas de un viaje suyo a Chile, publicará un artículo en el que dice: "Dudo que haya país en Sud América donde las masas hayan sido más cruelmente explotadas, hambreadas, masacradas y calumniadas que las masas proletarias de Chile. Albergándose, cuando pueden, en un conventillo, que nos recuerda las más salvajes descripciones gorkianas, semidesnudos, en compañía de sus mujeres semidesnudas, estos tremendos desdichados han tenido que soportar sobre sus espaldas una sociedad que engendra-¡vean ustedes!- literatos como Benjamín Subercaseaux, banqueros como Edward, financieros como Ross Santa María, es decir, los arquetipos más ferozmente enemigos del pueblo que pueda soñarse para castigo del mismo".
EL EXISTENCIALISTA ICONOCLASTAPara los jefes de redacción y los correctores de los periódicos y revistas en los que escribía, Roberto Arlt representaba una pesadilla. Se burlaba de la ortografía, escribía palabras en lunfardo, se burlaba dellenguaje académico, se reía de sí mismo, y hasta se daba el gusto de afirmar que el Martín Fierro era "un libro para analfabetos". Criticaba a Borges, a fascistas como Leopoldo Lugones, y a otros escritores contemporáneos a él. Omar Borré define sus obras como repletas de "individualismo anárquico", mientras Raúl Larra habla de un "anarquismo nietzscheano, más temperamental que conceptual" en la obra del autor de Los siete locos.
El mismo Arlt nos señala: "Se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier modo no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia".
Luego nos afirma: " ... si le hiciéramos caso a la gramática tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos; y en progresión retrospectiva, llegaríamos a la conclusión de que, de haber respetado el idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas". Oponiéndose de esta manera a los conservadores del lenguaje, que no aceptaban el empleo del lunfardo en la literatura, entendiendo que todo cambio en el lenguaje implica un cambio social, al cual todo conservador no quiere darle cabida.
En otro momento dirá: "Creo que jamás será superado el feroz servilismo y la inexorable crueldad de los hombres de este siglo. Creo que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a tirar bombas o a instalar prostíbulos".
Por otra parte, en los años '60 y '70, una editorial francesa estuvo a punto de traducir y editar la obra de Roberto Arlt, pero luego cambió de idea porque no querían señalar que un tal Roberto Arlt, en un país tan lejano como la Argentina, se había adelantado en 40 años al existencialismo de Albert Camus o Jean Paul Sartre. En cuanto al rol social del escritor, él mismo se burlaba afirmando: "Como otros compañeros me quise acercar a la clase trabajadora. No negaré que se me ocurrió, al asumir semejante actitud, que yo le hada un extraordinario favor al proletariado. ¿Quiénes sino nosotros (según decíamos) podían orientar a la clase obrera hacia la resolución de sus problemas? ¿No constituíamos algo así como la sal de la tierra? A las primeras de cambio algunos obreros fantásticamente instruidos por su terrible dialéctica marxista (que aún no entiendo claramente por ser tan complicada) trituraron nuestros conceptos y mi literatura, y sin pelos en la lengua nos tildaron de ignorantes, vanidosos, oportunistas y chiflados".
Para finalizar, mejor cerremos con una frase de Arlt que me hizo sentir representado muchas veces: "Estoy hambriento de revolución social. ¿Sabe lo que es tener hambre de revolución? Quisiera prenderle fuego por los cuatro costados al mundo".
Obra en prosa El diario de un morfinómano (1920)
El juguete rabioso (1926)
Los siete locos (1929)
Los lanzallamas (1931)
El Amor brujo (1932)
Aguafuertes porteñas (1933)
El jorobadito (1933)
Aguafuertes españolas (1936)
El criador de gorilas (1941)
Nuevas aguafuertes españolas (1960)
Las Fieras (????)
Pequeños propietarios (????)
Obra teatralEl humillado (1930)
300 millones (1932)
Prueba de amor (1932)
Escenas de un grotesco (1934)
Saverio el Cruel (1936), la cual fue utilizada como libreto para una ópera en 2 actos y 21 escenas con música de Fernando González Casellas
El fabricante de fantasmas (1936)
La isla desierta (1937)
Separación feroz (1938)
África (1938)
La fiesta del hierro (1940)
El desierto entra a la ciudad (1952)
La cabeza separada del tronco (1964)
El amor brujo (1971)