Roberto Godofredo Christofersen
Arlt nació el 7 de abril de 1900 en la ciudad de Buenos Aires, aunque fue anotado en el Registro Civil el 26 de abril de dicho año. Como tantos otros, fue hijo de inmigrantes. Su padre fue Karl
Arlt, un alemán que había formado parte del riguroso ejército prusiano, y su madre fue Ekatherine Iostraibitzer, de origen austriaco-italiano.
La infancia de este escritor transcurrió en el barrio de Flores. A los nueve años de edad fue expulsado de la escuela primaria, y es también a sus nueve años cuando escucha las expresiones de rechazo generalizado que causa la noticia de la detención y el fusilamiento del maestro español Francisco Ferrer y Guardia, masón y anarquista, quien con sus escuelas racionalistas, laicas y libres, había desafiado a la nefasta Iglesia católica, en este caso de España, y a todo el sistema de educación religiosa. Hay una anécdota al respecto contada por el mismo Roberto
Arlt y dice: ''Aunque parezca mentira, ya tenía un concepto profundo de lo que era política internacional y derecho privado y social. En esa época fue cuando fusilaron en Montjuich (España), a Ferrer, el maestro de la Escuela Moderna. Este hecho, comentado por mis padres, me indignó de tal forma que, fabricando con papel de barrilete una bandera española, resolví vengarlo a Ferrer. En efecto, colocándole un asta a la bandera, seguido por todos los vagos del barrio, me coloqué frente al almacén de un asturiano bruto, y en medio de la gritería de los muchachos incendié el símbolo español. Luego, de una pedrada le rompí al comerciante un vidrio del escaparate, y huí contento, seguro de que Ferrer, desde el cielo, aplaudía mi desagravio".
La infancia de este escritor no fue fácil. Su padre, como todo militar, tenía su lado sádico y perverso. Cuando el travieso Roberto hacía alguna de las suyas, su padre lo amenazaba, mandándolo a dormir y diciéndole que apenas saliera el sol lo despertaría para darle flor de paliza. De esta manera, el niño asustado no dormía en toda la noche, torturado por la idea de que se hiciera de día y tuviera que entregarse resignado al castigo del padre. El insomnio ocasionado por esta tortura psicológica lo acompañó toda la vida y la relación con su padre siempre fue nefasta. y en la escuela, mientras duró su estadía en ella, siempre terminaba a las trompadas con los demás niños, que lo molestaban por su carácter silencioso y huraño.
Entre el final de su infancia y el principio de su adolescencia, Roberto
Arlt descubre el esperanto, comienza a frecuentar la biblioteca anarquista de su barrio, en la calle Terrero al 500, donde lee por primera vez a autores ácratas, devora las colecciones de la Editorial Sempere, que llegaban de Valencia, y se fascina por todo lo que es literatura bandoleresca, que más tarde tendrá tanta influencia en sus obras.
A los 17 años la relación con su padre se hace insostenible y se va de la casa. En 1920 publica Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires y en 1922, se inicia en el periodismo escribiendo en el periódico Patria, que pertenecía nada más ni nada menos que a la Liga Patriótica Argentina, organización paramilitar, católica y ultraderechista, fundada por el abogado Manuel Carlés, organizadora de los fusilamientos callejeros de cientos de obreros durante las huelgas de la "Semana Trágica" de 1919 y en los sucesos de la Patagonia entre 1921 y 1923. De más está decir que fue muy breve su estadía en ese periódico, y que este dato forma parte de las terribles contradicciones que a veces tuvo Roberto
Arlt.
En 1924 colabora en las publicaciones Izquierda, Extrema Izquierda y Ultima Hora. En 1926 aparece su primera novela, El juguete rabioso, que inicialmente iba a llamarse La vida puerca, con un marcado acento existencialista. Comienza a escribir en la revista Mundo Argentino. Dos años después ya es redactor de los diarios El Mundo, Crítica y La Nación. Hay que recordar que en el diario Crítica,
Arlt conoce a Salvadora Medina Onrubia (1894-1972), la mujer de Natalio Botana, director de dicho medio, famosa agitadora anarco feminista, personalidad polémica incluso entre los anarquistas, con quien
Arlt llegó a tener una gran amistad.
En 1929 la editorial Claridad publica su segunda novela, Los siete locos. Sus cuentos se publican en El Hogar, Metrópolis, Azul, mientras sus aguafuertes ya son famosas y esperadas. En 1930 se vincula con la Liga Antiimperialista contra Uriburu, también firmará el manifiesto por la creación de un sindicato de escritores revolucionarios. En 1931 aparece Los lanzallamas, segunda y última parte de Los siete locos. Un año después aparece su última novela, El amor brujo, y comienza con el teatro, estrenando su obra 300 millones, participando del Teatro del Pueblo, fundado por Leónidas Barletta. En 1933 aparecen editadas y seleccionadas sus Aguafuertes porteñas y sus cuentos en El jorobadito, más tarde sus colaboraciones en Mundo Argentino y en 1936 nacen las Aguafuertes españolas, escritas a partir de su viaje a España, una España en la que Roberto
Arlt ya vaticina las ansias de revolución social que se vive en las calles, y la pronta llegada de la guerra civil. Hay que tener en cuenta que
Arlt vuelve de la península ibérica dos meses antes de que estalle la revolución en dicho país.
En 1939 el médico comienza a advertirle sobre sus problemas de salud, sobre todo cardíaco. Dos años más tarde se edita El criador de gorilas, una selección de cuentos, y su última obra de teatro será El desierto entra a la ciudad, hasta que finalmente, el 26 de julio de 1942 muere en Buenos Aires tras un infarto.
Actividad periodísticaEn sus columnas,
Arlt describe la vida cotidiana de la capital. Una selección de esos artículos puede encontrarse en Aguafuertes Porteñas (1928-1933), Aguafuertes Españolas (escritas durante su viaje a España y Marruecos entre 1935 y 1936), Nuevas Aguafuertes, etc.
EL ANARQUISMO EN SUS OBRASRoberto
Arlt no era anarquista, era sobre todo escritor y periodista, fue un inventor frustrado que vivió hasta el último de sus días siempre con el centavo justo, con el fantasma de la pobreza mordiéndole los talones. Su ideología, si es que tenía alguna definida, era muy mezclada. Era sí un escritor preocupado por la cuestión social, formó parte del grupo literario de Boedo, que tenía una marcada influencia anarquista y luego comunista. En ese grupo estaban escritores como Nicolás Olivari, Leónidas Barletta, Raúl González Tuñón, Alvaro Yunque y Elías Castelnuovo entre otros, todos ellos devoradores de los libros de Dostoievsky, Máximo Gorki y el resto de autores rusos que llegaban traducidos al castellano, como así también de las obras de los poetas franceses denominados "malditos", es decir Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, Verlaine, etc.
El grupo de Boedo editaba la revista Claridad, preocupado por la cuestión social y se oponía de alguna manera al grupo de Florida, que editaba la revista Martín Fierro y que se ocupaba mas bien de la cuestión estética de la literatura, aunque
Arlt tenía amigos de ambos grupos.
Tampoco faltaron las críticas de miembros del, ya desde entonces, podrido y estalinista Partido Comunista argentino hacia Roberto
Arlt, a quien acusaban de "fascista degenerado", obviamente por no ser parte de su autoritario partido. El mismo Rodolfo Ghioldi, uno de los jefes o patrones del Partido Comunista, se encargará de vapulear constantemente a
Arlt, con quien tendrá una gran polémica en el periódico Bandera Roja.
Lo que sí hay que destacar, es que el autor de El juguete rabioso en todas sus novelas hizo una alusión permanente al anarquismo. Tenía muchísima simpatía por los anarquistas y siempre que habló de ellos lo hizo con mucho respeto, sin olvidar que a varios de los anarquistas expropiadores los conoció personalmente, conversando con ellos para armar los propios personajes de sus novelas. Ya en El juguete rabioso (obra cuyo problema central es la vivencia del joven Silvio Astier, que tiene que ingresar al mundo laboral, sabiendo que sólo lo esperan la explotación, la humillación y todas las consecuencias del sistema capitalista), Roberto
Arlt aprovecha para burlarse de Manuel Carlés, el fundador de la derechista Liga Patriótica, poniéndole su mismo nombre a un policía de la novela.
En esta obra, los personajes son ladrones, falsificadores, bandoleros. Hay una gran admiración del protagonista central por Jules Bonnot y su compañero Valet, los dos anarquistas franceses que asaltaron numerosos bancos en Francia y en Bélgica a principios del siglo XX y murieron acribillados a balazos y cañonazos por cientos de policías. Así lo hace saber Enrique Izurbeta, el falsificador amigo de Silvio Astier, cuando juntos roban libros en la biblioteca de la escuela, diciendo en ese momento: "Bonnot desde el infierno debe aplaudimos".
Luego, Silvio deberá ir a buscar trabajo, en dos empleos distintos los patrones le preguntan si él es anarquista, por su forma de expresarse y porque lee a Baudelaire y a Dostoievsky. Lucio, el otro ladrón del grupo, se hará policía cuando crece y es perseguidor de anarquistas. Este personaje emplea varias veces el término struggle for life, es decir, la lucha por la vida, frase que toma de un panadero anarquista que hacía explosivos.
La crítica al trabajo asalariado y con él a todo el sistema capitalista, no se hará esperar en El juguete rabioso, allí dice: "¡Ah, es menester saber las miserias de esta vida puerca, comer el hígado que en la carnicería se pide para el gato, y acostarse temprano para no gastar el petróleo de la lámpara!".
Roberto
Arlt era ateo, y ello se refleja también en esta obra cuando dice: "Sobre esta tierra quién tendrá piedad de nosotros. Míseros, no tenemos un Dios ante quien postramos y toda nuestra pobre vida llora".
Más tarde, en Los siete locos, obra en la cual los personajes son rufianes, estafadores, un astrólogo mesiánico y lúmpenes de todo tipo que planean de diversas formas la revolución social, Remo Erdosain, el protagonista, dice: "Los hombres se declararán en huelga hasta que Dios se haga presente".
Por otra parte, en Los Lanzallamas, continuación de Los siete locos, sus personajes dirán: " ... Dios canalla. A nosotros. Te hemos llamado y no has venido", o "...a veces se me ocurre que algunos santos eran tremendamente ateos".
Continúa en Roberto Arlt Parte II