¿QUÉ TENGO QUE ELIMINAR DE MI VIDA?
En mi opinión, nos perjudica mucho nuestra tendencia a evitar esas preguntas que sabemos que nos van a remover de arriba a abajo, y que además presuponemos que no vamos a ser capaces de responder adecuadamente con lo cual nuestra frustración se multiplicará, o esas que intuimos que aunque fuésemos capaces de encontrar la respuesta después no seríamos capaces de llevarla a ser una realidad, o bien las evitamos porque podemos pensar que es imposible cambiar ciertas cosas y es mejor no remover nada y quedarnos estancados en esa frustración habitual que ya tenemos medio domesticada y medio aceptada. Todos estos supuestos son un error.
Admito que la pregunta es dura y que apetece más olvidarla que responderla. Todos –sí, TODOS- tenemos cosas que nos gustaría cambiar, o eliminar directamente, pero… encontramos muchos “peros” y las cosas se quedan sin hacer y los buenos propósitos se quedan solamente en buenos propósitos. Algunos somos auténticos expertos en esto de encontrar excusas para huir de lo que sabemos que tenemos que hacer pero no nos agrada.
Supongo que tú también te habrás encontrado en alguna ocasión dándote cuenta de que hay algo tuyo que no te gusta, y que habrás pasado por el proceso previo del arrepentimiento –esa rabia personal que duele tanto- y después por la idea lúcida de cambiarlo; supongo también que habrás sido capaz de resolver algunas cosas –¡muy bien por ti, enhorabuena¡- y de aplazar otras: míralas cara a cara, revísalas bien, porque tal vez te has dejado sin resolver las más importantes.
Te entiendo. Es lo que tiene esto de ser humano: que uno no es perfecto, que uno tiene miedos, inseguridades, que a veces esto de vivir parece que se nos queda un poco grande; que mantenemos viva, y con bastante razón, la sensación de que nos equivocamos una y otra vez –y no nos consuela el dicho de que “errar es de humanos”-, y que presuponemos acertadamente que nos podemos equivocar de nuevo o que esta vez tampoco vamos a conseguir nuestros propósitos.
Pues todo esto puede pasar y pasa, esta es realidad pero a pesar de ello hay que seguir.
Las preguntas profundas se merecen un tiempo de atención y reflexión –y muchas respuestas que sean entre ellas complementarias, no sólo una-, porque responderlas bien va a marcar un mejor destino en el resto de nuestra vida; no tenemos que dar validez a las respuestas que en realidad claramente son excusas, ni a las indefinidas, ni a las cobardes, ni a las que sólo son una mentira disfrazada de verdad. La verdad sólo es una.
Y cuando uno ya por fin descubre lo que sobra en su vida, lo que le resta o le perjudica -que pueden ser cosas o personas-, entonces llega el momento en que hay que ser valiente, hay que ser honesto con uno mismo, hay que poner en acción todo el Amor Propio y toda la dignidad, y comenzar con la grandiosa tarea de deshacernos de todo aquello que sobra y perjudica.
Cada uno tiene sus cosas. No nos pasa a todos lo mismo ni nos afecta lo mismo, así que esto requiere un trabajo de introspección profunda o de verdadero autoconocimiento; un proceso de honestidad y valentía, porque ya sabemos qué es lo que sí y lo que no, sólo falta dar el primero de los muchos pasos. Sólo falta afrontar la realidad y mirarla sin miedo, de frente, y tomar el timón para dejar claro quién manda en nuestra vida.
Repito y resumo el proceso: descubrir o recordar lo que ya sabemos que queremos modificar o eliminar, crear un acto de honestidad y de respeto hacia uno mismo, poner en ello toda la dignidad y el Amor Propio, ser íntegro, ser valiente, decidir y hacer. Y después, disfrutar del resultado.
¿Y si eliminas, por fin, todo eso que sabes que tienes que eliminar?
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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