TAMBIÉN HAY QUE HACER UN DUELO POR LA VEJEZ
En mi opinión, llegar a ese momento en que ya es innegable que uno ha entrado en la indefinida edad de la vejez –y no porque lo digan los años acumulados, sino porque uno lo siente de ese modo- requiere también el mismo duelo que cualquier pérdida: se ha perdido ya la mayor parte del tiempo de vida.
Las fases del duelo son:
1 - Negación, estupor.
2 - Rabia, ira.
3 - Desorganización, desesperanza.
4 - Depresión.
5 - Aceptación y reorganización.
Otros autores añaden:
- Tristeza.
- Nostalgia.
- Miedo, angustia, culpa.
- Serenidad, necesidad de estar bien.
Las personas más mayores ya no vemos todo lo anterior como una teoría futurible sino como una realidad ya experimentada con mayor o menor aceptación.
1 – Es real el asombro con que uno se da cuenta un día –aunque no lo quiera reconocer- de que ya es innegable que se ha hecho “mayor”. Por supuesto que no admite de ningún modo ser llamado “viejo” y menos aún “anciano”. Lo puede sentir, pero no lo va a reconocer. Ese estupor proviene de haber llegado a esa etapa, impensable en la infancia y juventud, a la que han ido llegando todos los demás pero de la que uno –inocentemente- se consideraba a salvo. Se niega, claro, por supuesto, no se admite sin oposición eso de ser mayor, viejo, o anciano.
2 – La rabia y la ira aparecen. Más o menos visibles o disimuladas, pero aparecen. Uno no quiere ser mayor porque eso implica empezar a decir adiós a toda una larga época de la vida en la que se ha estado exento de esta vejez. Los cambios de etapas anteriores si hicieron sin drama, se aceptaron sin oposición, pero este cambio sí cuesta porque no se desea. Uno protesta por ser mayor, pero nadie hace caso a la protesta y nada te vuelve atrás. No gusta nada decir adiós a otras etapas en las que física e intelectualmente se ha estado mejor. Se sabe, con una certeza dramática e indiscutible, que ya nada volverá a ser como antes.
3 – Se siente la desorganización, porque hay que renunciar a todo lo anterior y hay que hacer un nuevo Plan en el que no caben muchas cosas del pasado y hay que incluir otras cosas que no son agradables porque implican renunciar a quien se ha sido hasta ahora. La desesperanza, aunque sea leve, es patente. Lo que viene a partir de ahora se sabe o supone que es en caída: cada vez menos salud, más achaques, más inconvenientes, pérdida paulatina en todos los campos físicos, renuncias; cosas que eran posibles ahora se convierten en imposibles.
4 – Este panorama descrito invita a la desmoralización. No será muy grave necesariamente, ni extremo como para necesitar un psiquiatra, pero sí lo suficiente como para que se note un decaimiento del ánimo. Se van a hacer patentes ciertas torpezas hasta ahora impensadas, la mente va a empezar a funcionar a otro ritmo más torpe y los pensamientos no van a tener la agilidad de otras épocas; es posible que aparezca un sentimiento de inutilidad, de estorbar de algún modo; el vacío y la tristeza pueden hacer acto de presencia más a menudo, los dolores y malestares estarán cerca, los movimientos se irán ralentizando.
5 – Aceptación y Reorganización. Esta es la parte mejor del proceso. Es conveniente aceptar la realidad porque negarla es una pataleta infantil inútil. Se puede y se debe agradecer todo lo vivido anteriormente y es conveniente también prepararse mentalmente para el cambio que se ha empezado a manifestar. Todavía no se ha llegado al fin. Aún queda por vivir y al ser consciente de la brevedad de lo que falta, uno puede cambiar su mentalidad para vivirlo del modo que decida: entrar a fondo en la etapa tranquila de la vida, darse los caprichos pendientes, o embarcarse en una actividad frenética para aprovechar hasta el último segundo. Cada uno es libre para decidir, pero interesa no aplazarlo y ya que es muy posible que algunos tiempos del pasado no se vivieran con consciencia será mejor darse cuenta para hacerlo bien ahora.
Por supuesto que no todos los casos van a ser o son como lo relatado. He expuesto los casos más extremos pero que pueden ser reales.
Envejecer físicamente es inevitable, pero envejecer –o no- espiritualmente es opcional. Que tu espíritu sea más joven que tu edad.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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