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 CAPÍTULO 195 - EL DUELO POR EL FIN DE LA RELACIÓN

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Francisco de Sales
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Cantidad de envíos : 1372
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MensajeTema: CAPÍTULO 195 - EL DUELO POR EL FIN DE LA RELACIÓN   CAPÍTULO 195 - EL DUELO POR EL FIN DE LA RELACIÓN Icon_minitimeSáb Mar 20, 2021 5:43 am

CAPÍTULO 195 - EL DUELO POR EL FIN DE LA RELACIÓN
-EL FINAL-

Este es el capítulo 195 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.


Cuando finaliza una relación se requiere indispensablemente un tiempo para que todo el desastre se estabilice y los sentimientos se calmen y se rehagan.

Hay que dejar que el paso del tiempo, con la aportación y colaboración personal imprescindible, haga su trabajo. Y ese proceso lleva su tiempo.

Hay que aprovechar, sin falta, para vaciar el corazón de los restos que queden de ese amor que se murió, del amor que quedó retenido para ese destinatario y que no llegó a manifestarse, del amor que se convirtió en frío o apático, del amor enmohecido, de recuerdos y hastíos… que quede el corazón puro, nuevo, inmaculado, sin heridas… borrar las huellas para que quien llegue lo encuentre agradable y acogedor y no tenga que pelear con fantasmas, ni tenga que ocupar el mismo lugar que ocupó el otro, ni tenga que barrer sus huellas, ni andar con cuidado para no pisar lo que no se haya almacenado aún en el olvido.

El duelo por la pérdida sentimental es necesario hacerlo del mismo modo que se hace cuando ocurre la pérdida de un ser querido que ha fallecido. La diferencia está, sobre todo, en que en el primer caso puede quedar una sensación de ansiedad porque el otro –al que tal vez no se haya dejado de amar- estará con otra, u otro, o estará solitario, pero ya no disponible para él, o ella. También se da el caso de que uno o una se queden, por fin, muy tranquilos y en paz.

Es muy conveniente hacerlo, sobre todo si uno es quien ha sido dejado y se considera víctima.

Las cinco fases básicas son las mismas que en el duelo por una defunción:

1. FASE DE NEGACIÓN.
Puede funcionar tanto de modo consciente como inconsciente, y se trata de que uno se niega a sí mismo que ha ocurrido la pérdida. El shock es fuerte y cuesta trabajo tener que asimilarlo. Todavía dura la incredulidad. Uno se puede auto-engañar porque aún queda la esperanza de que se pueda resolver. Se sabe que ha ocurrido pero se actúa como si no hubiera ocurrido. Rabia y angustia. No se acepta. ¿Por qué me ha pasado a mí?

2. FASE DE ENFADO E INDIFERENCIA.
Cuando parece que se empiezan a calmar las cosas, comienza la fase de enfado. Contra uno mismo –porque se trata de encontrar “fallos” o “errores” propios que hayan podido llevar a la ruptura-, o contra el otro, la vida, el mundo, las circunstancias… cualquier culpable sirve. En algunos casos, menos, se da también un estado de indiferencia, pero es falsa. Es una especie de mecanismo de supervivencia para no permitir que afecte gravemente.

3. FASE DE NEGOCIACIÓN.
Negociar consigo mismo, o con el entorno, tratando de encontrar justificaciones de cualquier tipo: desde la que pueda exculpar a uno de toda responsabilidad hasta las explicaciones o justificaciones que hagan comprensible lo que ha sucedido. Se revisa lo bueno y lo malo de lo que ha sucedido, para encontrar una paz relativa.

4. FASE DE DOLOR EMOCIONAL.
Duele la pérdida. Se presentan emociones contradictorias, sentimientos extremistas, sufrimiento físico, emocional, y sentimental; se siente pena y tristeza. Si es uno quien ha sido dejado, los sentimientos son más trágicos y dramáticos. En este caso se puede tender a culpabilizarse uno mismo, a pensar qué hizo mal, si tenía que haber tenido más paciencia, haber sido más cariñoso, si se equivocó al escoger y ahora merece este castigo por ello…

5. FASE DE ACEPTACIÓN.
Se asume la pérdida, a regañadientes, porque no hay más remedio, con gran esfuerzo, con pena o con dolor, pero hay que aceptarlo porque ya queda claro que ha sucedido y no se puede arreglar. Pero es difícil olvidar. Es clarificadora una frase que he escrito en otras ocasiones: “Nos resultaría mucho más fácil olvidar las cosas desagradables si no insistiésemos tanto en recordarlas”. Hay que volver a reconectarse con la vida cotidiana, que sigue a pesar de cómo se encuentre uno. Se acepta la realidad de la pérdida, se experimenta, se siente el dolor que sea necesario para poder dar por concluida esta etapa. Ahora hay que prepararse para la siguiente, que ojalá sea nueva y distinta. Y hay que hacerlo desde la confianza y el optimismo. Es el momento de decidir qué se quiere hacer con la vida… y hacerlo.

La duración de este proceso varía en función de cada persona, de la dedicación que se ponga para resolverlo, de quién sea el culpable, de cuánto amor quedaba o no, de la Autoestima y la capacidad de comprender y de querer comprender, y de si tiene sentimiento de culpabilidad y cómo le afecta.

Es una reacción habitual y lógica ante la pérdida de algo. Y lleva más o menos carga en función del apego o amor que se le tuviera. Casi cualquier reacción emocional, casi cualquier comportamiento, está justificado, porque se desata el sufrimiento, la aflicción, y además, aunque de un modo inconsciente, se aprovecha para remover y traer a este momento otras cosas distintas que se hubieran podido quedar atrasadas sin resolver.

Hay que estar preparado para hablar de este asunto durante una temporada, porque saldrá el tema a menudo –y mi recomendación es contárselo a la mínima gente posible-, o dar explicaciones acerca de lo que ha sucedido, y cada vez que se hable de ello será como reabrir de nuevo la herida.

Las mujeres que van viendo cómo declina la relación, que posiblemente sean las que tomarán la decisión de darla por terminada, ya van preparando el duelo desde ese momento, y por eso parece que no les afecta gravemente cuando ponen el punto final: llevaban tiempo preparándose para ello. Por eso se las ve como menos afectadas exteriormente.

Entre las personas con fuertes arraigos religiosos es más difícil de ver el lado positivo de las separaciones, por influencias de unas normas rígidas que, tal vez, en un caso como éste debieran revisar por si ven aplicable una excepción.

Las mujeres comprenden mejor a las otras mujeres que deciden acabar con la relación: hay más empatía entre ellas, y algunas ya saben lo que es estar en una relación que sea muy destructiva y nada positiva.

En ciertas culturas las separaciones y divorcios se viven con absoluta naturalidad –como parece que es lo correcto-, conscientes de que llegar a esa decisión es lo mejor para una relación que ya está muerta.

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

- Toda pérdida requiere su duelo, aunque hacerlo implique remover cosas que nos parece preferible olvidarlas antes que enfrentarnos a ellas.
- Conviene prestar atención a todos los sentimientos que se producen tras una separación: nos están dando una valiosa información sobre nosotros.


Francisco de Sales
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