NO TE TOMES NADA COMO ALGO PERSONAL.
En mi opinión, la filosofía Tolteca tiene razón cuando dice “No te tomes nada personalmente”. No te tomes nada como algo personal. Parece que de algún modo nos está advirtiendo de la posibilidad de que el ego se enfurezca y muestre su orgullo haciendo que algo que se podía evitar, minimizando el valor que el ego le da, acabe convirtiéndose en algo excesivo, disparatado, desmedidamente magnificado.
Ya conoces el dicho de “no importa lo que digan de ti, lo que importa es la realidad que sólo tú conoces”. Lo que digan los otros tienen sólo el valor o la importancia que tú le quieras dar. “A palabras necias oídos sordos” es un dicho lleno de sabiduría.
Lo que digan los otros –salvo que sea malo y tengan TODA la razón- no debería preocuparte ni alterar tu estabilidad psicológica y emocional. Hay que darse cuenta de que, en muchos casos, detrás de lo que dicen algunos sólo está la intención de hacer daño y cuando alguien pretende herir con sus palabras y uno se siente herido… ESTÁ COLABORANDO CON EL OTRO PARA QUE LOGRE SU OBJETIVO. O sea, está cometiendo un grande y grave error.
Se trata de reflexionar y darse cuenta que detrás de lo que algunos dicen sólo está el desconocimiento de la realidad y que su opinión es inexacta y hasta malintencionada. ¿Por qué darle valor a algo así?
Antes de darle a una cosa o una persona el poder de hacernos daño tenemos que pensar en nosotros mismos, en ponernos a salvo de todo lo que nos pueda doler sin aportar algo positivo, y comprobar y decidir si vamos a permitir que unas palabras tengan el control de nuestro bienestar. Hay que aprender bien a relativizar, o sea a comprobar la importancia que les otorgamos a TODAS LAS COSAS que nos suceden.
Nos pasa lo mismo en el caso de los halagos que recibimos. A todos nos agradan, pero a veces comprobamos que son excesivos y a pesar de ello nos los quedamos de todos modos; sólo tienen valor si tú de verdad los sientes dentro de ti como realidades, no solamente si le agradan a tu ego. Y cuando los sientas dentro de ti está bien que los valores, pero desde la humildad.
Cuando comprendas que las palabras no son más que palabras, que tú tienes el poder de permitir que te afecten o no, alcanzarás un cierto grado de insensibilidad –en este terreno- que agradecerás mucho porque comprobarás que te pasas mucho más tiempo estable, en tu centro, sin alteraciones sentimentales o psicológicas incómodas.
Te será de utilidad comprender que los que ahora te hacen daño con su intención en realidad son personas amargadas que pretenden sacar su frustración atacando a los otros y que en realidad es muy posible que sean unos pobres desgraciados. Y no te molestes en guardar rencor, lo mejor que puedes hacer por ti es sonreír. No podemos controlar a los otros, pero sí podemos controlar nuestras emociones y nuestras reacciones. Lo que otros digan o piensen de nosotros no siempre coincide con la realidad –que sólo conocemos nosotros- y el hecho de que ellos digan lo que quieran decir no lo convierte en verdad. Siempre nos vamos a encontrar con envidiosos, discutidores, problemáticos, egoístas… y con sus palabras o sus hechos van a intentar perjudicarnos: va a depender exclusivamente de nosotros que permitamos que nos afecten o no.
Valeria Sabater dice con acierto:
“Aunque no lo creas, ahí, en un rincón del cerebro, tienes un palacio de calma. Es más grande por dentro que por fuera, y se convierte en un refugio magnífico donde relativizar, donde hallar armonía.
• Deja que el hablador hable.
• Permite que el criticón se envenene con su propia ponzoña.
• Deja que el desordenado se pierda en su propio caos.
• Aléjate de quien te trae amarguras recordándote lo mal que va todo.
• Busca la calma cuando ese alguien te use como diana para sus críticas porque no tiene otra cosa que hacer.
Este palacio de calma no es un escondite. Es un lugar donde recordar, por encima de todo, QUIÉN ERES TÚ. No importan las críticas ni las ofensas, sólo son ruido ambiental, porque cuando uno tiene muy claro quién es y lo que vale, lo que digan los demás no importa.”
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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