CARTA A LA MUERTE
Rechazada muerte:
No te sorprenderá a estas alturas escuchar que eres odiada, nada querida y mal recibida.
Has hecho méritos suficientes para ganarte tantos desprecios.
La verdad es que desde que tenemos las primeras noticias de tu existencia -en la infancia- deberíamos aceptarte como algo inevitable que eres, y deberíamos hacernos a la idea de la finitud de la vida, y de su irrepetibilidad e irrecuperabilidad.
Durante la infancia y la juventud nos habita la sensación de inmortalidad. Entonces somos jóvenes y vivimos en la insolencia de una juventud que se cree que nunca acabará.
Se mueren “los viejos”, nuestros abuelos, algunos padres de los amigos, pero nosotros nos quedamos a salvo; parece que eso no nos va a llegar nunca… y caemos en el derroche de tiempo –que es el derroche de la vida- y sólo cuando nos vamos acercando a cierta edad y comprobamos que otros de nuestra misma edad ya mueren es cuando nos entra el miedo ante el reconocimiento de nuestra propia vejez en un cuerpo que se ha ido deteriorando. Ahora sí que uno comprueba que va en serio eso de morirse.
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