EL NIÑO
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Lo encontramos abandonado en el camino, como un pan olvidado durante un viaje.
Y nos siguió aquel niño conduciéndonos desde el asfalto al monte, en una búsqueda nueva que habíamos decidido iniciar todos en conjunto. Era niño al partir y más aún al llegar, tuvimos que llevarlo en brazos en las vueltas finales.
Esa primera noche le organizamos una cuna de piedras. Y todos dormimos cansados, llegados a Destino.
Amanecimos para la nueva vida, para iniciar en el monte una existencia distinta.
Menos él.
El no amaneció. La cuna improvisada estaba vacía, pero las piedras que la formaban tenían sus caras pulidas adonde podíamos reflejarnos.
Comprendimos entonces... que El sólo era, una imagen materializada de nosotros mismos. Y desde aquel momento comenzábamos desde un mismo punto, para aprenderlo todo.
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Alejandra Correas Vázquez