¿Y QUÉ IMPORTA LO QUE DIGAN LOS DEMÁS?
En mi opinión, le damos una excesiva importancia al concepto que los demás tengan de nosotros, y nos importa demasiado que no digan sólo cosas halagadoras o positivas y que sí hablen de las cosas en las que no quedamos muy bien.
Eso de darles tanto poder a los otros es contraproducente. Es un error. Dejar en sus manos, o sea en su buena o mala voluntad, el hecho de que podamos estar bien y a gusto con nosotros, o mal y hundidos, es un error.
Y más error aún es creerse todo lo que los demás digan de nosotros. Es cierto que en algún caso pueden estar en lo cierto, pero no hay que olvidar que emiten una opinión sin conocernos del todo, sólo a la vista de algún hecho concreto de nuestra vida que han podido ver, pero tal vez no son o no quieren ser conscientes de que nuestras circunstancias y vivencias son totalmente distintas de las suyas, por lo tanto no somos como ellos y no tenemos por qué actuar como ellos. O sea que no hay que dar por buena su opinión porque también puede estar equivocada.
Por otra parte, en ocasiones los otros nos juzgan y condenan desde su modo de ser, nos critican porque no pensamos igual que ellos ni actuamos igual que lo harían ellos; pretenden imponernos su forma de ser y de ver las cosas sin respetar que nosotros somos distintos.
En otras ocasiones, cuando emiten su juicio lo que pretenden claramente es ofendernos menospreciándonos y demostrando su aparente superioridad sobre nosotros. Todo lo anterior resta credibilidad a lo que nos digan.
Hay que tener en cuenta y valorar que a veces nos dicen algo que nos resulta doliente con la intención de que nos sirva como acicate para activarnos y que reaccionemos, pero lo que consiguen es el efecto contrario. Lo hacen con buena intención, pero erróneamente, y nos quedamos en el dolor innecesariamente.
Conviene escuchar las opiniones que emiten los otros, pero con objetividad. Sin permitir que nos hundan directamente. Comprobando si lo que dicen es verdadero, o si es una mentira o un piropo que no es cierto pero ha sido dicho con la intención de quedar bien y halagarnos, o si es algo dicho con la malvada y consciente intención de hacernos daño. Con objetividad y con honestidad: así hay que ver y valorar lo que nos digan acerca de nosotros.
A partir de la escucha objetiva de lo que digan es cuando uno puede hacer algo con esa opinión. Por ejemplo, darse cuenta de que tienen razón en lo que dicen en cuyo caso no hay otra opción que aceptarlo. Y si es algo que no nos gusta, modificarlo para mejorarlo o solucionarlo. Si es algo que nos gusta, potenciarlo. Si no es cierto, olvidarlo y restarle toda la credibilidad con lo cual ya no debería ser ofensivo. Y si es algo en lo que no tienen razón, pues borrarlo de la memoria.
La realidad es que la opinión que nos debería servir es la nuestra propia, y que ésta ha ser ecuánime, verdadera y real. No emitida desde la euforia ni desde el pesimismo.
Tiene mucha razón eso que se dice: “Hay una cosa que ni siquiera el mismo Dios ha sido capaz de conseguir: gustarle a todo el mundo. No quieras conseguirlo tú, porque es imposible”.
Te tienes que gustar a ti, agradarte a ti, convencerte a ti. La Autoestima es el concepto que uno tiene de sí mismo. Si los otros dicen cosas buenas de ti y tú no las sientes así, no sirven de nada. Lo que sirve es que tú llegues a un estado de relación contigo que sea tan equilibrado que nada negativo que provenga del exterior te pueda afectar.
Si eres honrado y eres consciente de las virtudes y cualidades que has desarrollado bien -y si además las usas- y al mismo tiempo eres consciente de tus fallos y limitaciones -y tratas de corregirlos-, tendrás una idea clara de tu realidad personal de tal modo que no te afectará lo que opinen o piensen o digan los otros.
No les des poder. Tú eres tú digan lo que digan los demás.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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