CAPÍTULO 119 - AFERRARSE A LA ESPERANZA INÚTILMENTE
-EL PELIGRO DE LAS FALSAS EXPECTATIVAS-
Este es el capítulo 119 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
No hay que hacer caso a esa frase que asegura que la esperanza es lo último que se pierde. En ocasiones, lo mejor que uno puede hacer por sí mismo es coger a la esperanza, acorralarla contra la pared, ponerle la realidad de su relación fallida delante -llena de estadísticas de desamor y plagada de desatenciones y malos tratos-, agradecerle los servicios prestados al principio, cuando era necesitada y bienvenida, cuando aún se tenía fe en que la maltrecha relación tenía salvamento, pero invitarla a irse con otra persona que realmente la necesitará.
No desprenderse de la esperanza a veces sólo conduce a un sufrimiento inútil y a alargar innecesariamente una agonía dolorosa que va a acabar sin duda en la muerte de la relación.
El amor de la persona que fue amada, en el caso de las relaciones en fase terminal, no va a volver. Y si haciendo un esfuerzo mental se intentara reflotar, estaría tan lleno de parches y resquemores, tan maltrecho y desgastado, tan agonizante y frustrado, que su futuro carecería de éxito.
A veces, es mejor ser realista y ver las cosas como son y llamarlas por su nombre, aunque eso duela, y reconocerlo no se llama perder ni es una equivocación que merezca un castigo; la dignidad tiene todo el derecho a exigir que se la respete y defienda y retirarse es lo mejor que se puede hacer por ella, o sea, por uno mismo; la humillación, que muchas veces se expresa sin autorización, se debe evitar.
La esperanza es un estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos. Pero nada más. No es otra cosa que eso. La esperanza no tiene la responsabilidad ni la obligación de hacer realidad nuestros deseos, así que no es prudente aferrarse a ella como si fuera el Dios que concede todos los anhelos, porque una vez que se comprueba que simplemente la fe en la esperanza no concede lo que se le pide, es mejor aceptarlo y pasarse al lado de la realidad y, obrando desde la objetividad de la realidad, tomar las decisiones correspondientes.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- En algunas ocasiones, vivir esperanzado es vivir auto-engañado.
- La realidad objetiva tiene más fuerza y más verdad que la esperanza.
- A la esperanza no hay que darle un plazo infinito. Cuando se comprueba la inutilidad de seguir confiando en ella es mejor abandonarla.
- Reconocer una realidad –aunque sea desagradable- es digno. Empeñarse en auto-engañarse es indigno.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)