ASPIREMOS A LA HUMILDAD
En mi opinión, la tarea de estar en un Proceso de Desarrollo Personal nos ha de conducir, por una parte, hacia la excelencia en lo humano, a lograr el máximo crecimiento y mejora de nuestras cualidades y virtudes y al descubrimiento y actualización de nuestras capacidades, pero ha de ser evitando que ese perfeccionamiento fortalezca a nuestro ego malo y nos haga llegar a creernos por encima de los que no se han implicado en este Proceso y “no están a la misma altura personal”.
Este último sería el pensamiento y sentimiento del ego malo, así que también es nuestra tarea prestar atención a que no se inmiscuya en nuestro Camino –que implica entre otras cosas deshacernos de él- y que nos demos cuenta que nuestra aspiración no ha de ser sólo en dirección hacia lo que es destacado por ser brillante y notable, sino también en la dirección aparentemente opuesta, que sería la humildad, la sencillez, lo simple, la modestia.
Da muy mala imagen quien presume de sus conocimientos esotéricos y exotéricos, quien se pone una aura especial o se siente privilegiado y superior por estar en el Camino. Quien lo sienta así, está en un gran error, lo está haciendo muy mal. Está en un Camino equivocado.
El Camino Inverso, el de ser menos en vez de ser más, es un poco más complicado de caminar. No consiste en añadirse algo, que es lo más sencillo, sino en quitarse, en renunciar, darse cuenta de las inutilidades, deshacerse de las cosas superfluas y de las distracciones.
El Ser no necesita añadir algo externo a su grandeza interna. El Ser no es amigo de brillos ni de ostentaciones. Es consciente de sus limitaciones y sus “debilidades” y obra de acuerdo a ellas, aunque al mismo tiempo trate de sanarlas. El Ser ya es, por tanto no necesita nada más.
El trabajo personal ha de consistir en llegar a esa esencia pura que ha quedado sepultada por los caprichos del ego malo, por esa equivocación de querer estar a la altura de lo que nos quiere imponer la sociedad de consumo, por la necesidad innecesaria de ostentación.
El Ser Humano, en su naturaleza, es humilde. Recuperar esa humildad que no requiere de méritos ni éxitos ni títulos ni logros ha de ser el objetivo.
Todos los seres grandes que conocemos tienen algo en común: la humildad, la sencillez, la modestia. La ausencia de una necesidad de aparentar. La paz que da descubrir que menos es más. Que presumir es innecesario. Que los logros no han de ser externos, sino internos.
Ser nadie es genial. Es inmenso. Es paz.
Para ello es necesario deshacerse de muchas ideas que nos han impuesto, eliminar las ambiciones, disolver el orgullo, llegar al convencimiento de que no importan los éxitos y que sí importan las personas, que no hay necesidad de que nos reconozcan nuestros méritos, que lo importante es la sencillez que uno anhela.
Se dice que “el que sabe, calla; el que no sabe, habla”. La humildad propone no meterse en luchas de vanidad y sonreír levemente antes las exhibiciones ostentosas de los que no saben, y no sentirse afectado o herido por cosas ajenas. El más sabio es el que se da cuenta de cuándo debe callar.
La humildad propone silenciar nuestras virtudes y dejar que sean los otros quienes las descubran. Nada de alardes ni de presumir. Nuestra humildad, en su silencio, grita nuestra calidad como personas.
Ser humildes nos librará de las alabanzas externas y de los ataques. El humilde sabe quién es y no necesita que otros se lo confirmen, porque la humildad es la base sobre la que se asienta la verdadera grandeza. Y para ser grande hay que ser pequeño.
La humildad nos puede poner a salvo del ego malo y todos los conflictos que conlleva.
Quien sabe lo que es no necesita gritarlo al mundo.
Es mejor dejar de aspirar al éxito y el brillo ostentosos. El verdadero sabio aspirará al verdadero éxito, a lo más que uno puede anhelar, que es ser humilde.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales