CAPÍTULO 65 – LA HUMILDAD
Este es el capítulo 65 de un total de 82 -que se irán publicando- en los que se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.
“Mientras más humilde me siento,
me apetece serlo aún más”.
“La humildad debería ser la condición habitual
en el ser humano”.
“A lo máximo que debe aspirar el ser humano es a ser humilde”.
“La vida es una larga lección de humildad”.
(James Matthew Barrie)
“Es muy probable que nadie aprenda nada en absoluto,
a menos que primero aprenda humildad”.
(Edward George Bulwer Lytton)
“Causa mucho mejor efecto que los demás descubran
tus cualidades sin tu ayuda”.
(Judith Martín)
“Cuanto más grandes somos en humildad,
tanto más cerca estamos de la grandeza”.
(Rabindranath Tagore)
Dios tiene dos tronos. Uno en lo más alto de los cielos
y otro en el más humilde de los corazones”.
(D.L. Moody)
“Huyamos de esa falsa humildad que se llama comodidad”.
(José María Escrivá de Balaguer)
“La humildad es algo muy extraño. En el momento mismo
en el que creemos tenerla ya la hemos perdido”.
(San Agustín de Hipona)
“La modestia es el complemento de la sabiduría”.
(Bernard Le Bouvier de Fontenelle)
“Para llegar al conocimiento de la verdad hay muchos caminos: el primero es la humildad, el segundo es la humildad, el tercero es la humildad”.
(San Agustín de Hipona)
“Sé humilde si quieres obtener la sabiduría.
Sé más humilde aún cuando la hayas adquirido”.
(Blavatsky)
“En la lucha entre la soberbia y la humildad,
ha de ganar siempre esta última”.
“Una persona sabia actúa sin proclamar sus resultados.
Archiva sus méritos y no se queda arrogantemente en ellos,
no desea demostrar su "superioridad" ante los demás”.
(Tao Te Ching)
“Los instrumentos de Dios son siempre los humildes”.
(San Juan Crisóstomo)
“La humildad es una virtud de realismo, pues consiste en
ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias
y en actuar de acuerdo con tal conciencia”.
“Los verdaderos maestros de la sabiduría mística del Oriente ascendieron a sus más altos niveles de conciencia trascendiendo su ego, transformándose en seres universales al fundirse con el río del mundo. Pero para todos ellos los primeros peldaños del sendero estuvieron hechos de humildad”.
“Humildad: actitud de la persona que no presume de sus logros,
reconoce sus fracasos y debilidades, y actúa sin orgullo”.
(Real Academia Española de la Lengua, definición antigua)
“El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad”.
(Ernest Hemingway)
“No supone presunción reconocer al Maestro en uno mismo. Hacerlo así eleva, colma y compromete a la vez: se precisa humildad para aceptar el peso de este compromiso y del camino a recorrer por esta vía. La verdadera humildad no consiste sólo en no querer parecer más de lo que uno es. Es también aceptar ser más de lo que uno parece ser. Hay una falsa modestia que es, sencillamente, miedo a las responsabilidades.
Y es un obstáculo para dejar emerger el Maestro interior.”
(Dürckheim)
Cuando leí este texto de Dürckheim me impresionó tanto que pensé en más de una ocasión que, a partir de su lectura, se marcaba un antes y un después en mi vida.
El asunto de la humildad nos trae algunos quebraderos de cabeza y varios conflictos interiores a quienes estamos interesados en ser personas más íntegras cada día y en estar más en contacto continuo con nuestro centro.
La humildad es una demostración de equilibrio, de autoestima, de paz, de comprensión y de modestia.
Los humildes aparentan ser los simples, los sin carácter o sin personalidad, los que nada son y nada aparentan, pero, por el contrario, son los que más humanidad muestran.
Humilde es quien no tiene necesidad de demostrar algo o de representar un personaje con oropeles, fanfarrias y alharacas; quien se conoce y sabe de sus limitaciones, del respeto a lo demás y a los demás; quien sabe que lo importante no es lo que se muestra sino lo que permanece en el interior, que lo importante no es lo que se exterioriza sino lo que se interioriza, y que lo importante no es asombrar al mundo, sino asombrarse uno mismo de haber evolucionado hacia lo máximo que se puede aspirar: ser humilde.
En la medida que uno es más humilde, se desarrolla una visión más auténtica de la realidad. La humildad no se lleva bien con el ego, y tiende a bajarle del pedestal y ponerle en su sitio.
El humilde sabe quién es, y por eso no necesita demostrar nada.
No hay que confundir ser humilde con ser sumiso, o manso, o con dejarse pisar. El humilde no hace ruido, pero no es tonto: tiene una presencia silenciosa que no pasa desapercibida.
SUGERENCIAS
(según ideas sacadas de www.corazones.org )
Estos son los pasos en el Camino de la Humildad:
CONOCERSE:
Conocer la verdad de uno mismo. La Biblia dice que es necesaria la humildad para ser sabios: donde hay humildad hay sabiduría. Cuidado con la soberbia, que siempre está presente dentro del hombre, ensombreciendo la conciencia, embelleciendo los defectos propios, buscando justificaciones a los fallos y a los pecados.
ACEPTARSE:
Una vez se ha conseguido un conocimiento propio más o menos profundo, viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela cuando la realidad es desagradable. Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta con humildad un defecto, error, limitación, o pecado, se sabe contra qué luchar y se hace posible la victoria. Ya no se camina a ciegas, sino que se conoce al enemigo.
OLVIDO DE SÍ:
El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y la imaginación giren en torno al propio yo. La mayoría de la gente vive pensando en sí mismo, dándole vueltas a sus problemas. Parece imposible, pero se puede dar un goce en estar tristes, pero no es por la tristeza misma sino por pensar en sí mismo, en llamar la atención. El olvido de sí no es lo mismo que indiferencia ante los problemas. Se trata más bien de superar el pensar demasiado en uno mismo. En la medida en que se consigue el olvido de sí, se consigue también la paz y alegría. Es lógico que sea así, pues la mayoría de las preocupaciones provienen de conceder demasiada importancia a los problemas, tanto cuando son reales como cuando son imaginarios. El que consigue el olvido de sí está en el polo opuesto del egoísta, que continuamente está pendiente de lo que le gusta o le disgusta. Se puede decir que ha conseguido un grado aceptable de humildad. El olvido de sí conduce a un santo abandono que consiste en una despreocupación responsable. Las cosas que ocurren -tristes o alegres- ya no preocupan, solo ocupan.
DARSE:
Este es el grado más alto de la humildad, porque más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor.
Si se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el egoísmo se puede vivir el amor, porque o el amor mata al egoísmo o el egoísmo mata al amor.
En este nivel la humildad y la caridad llevan una a la otra. Una persona humilde, al librarse de las alucinaciones de la soberbia, ya es capaz de querer a los demás por sí mismos, y no sólo por el provecho que pueda extraer del trato con ellos.
Cuando la humildad llega al nivel de darse, se experimenta más alegría que cuando se busca el placer egoístamente. Se es más feliz en dar que en recibir. La persona generosa experimenta una felicidad interior desconocida para el egoísta y el orgulloso.
Dios se deleita en los humildes y derrama en ellos sus gracias y dones con abundancia bien recibida. El humilde se convierte en la buena tierra que da fruto al recibir la semilla divina.
DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL
Los conocimientos pueden producir presunción y egocentrismo, pero la sabiduría produce humildad.
El que conoce, alardea de ello; el que sabe, se calla, porque no necesita demostrarlo.
La humildad es la evidencia silenciosa de haber llegado un poco más allá, de ser más sabio y más íntegro.
Es el reflejo de un estado interior.
RESUMIENDO
En el Camino del auto-conocimiento se va haciendo cada vez más presente la humildad. La evolución no te lleva a ser más, o ser superior, sino a ser menos y ser más humilde.
Al ir acercándote al centro, te vas dando cuenta de que no necesitas valorarte en función de cuánto sabes o cuánto tienes, sino de cuánto no necesitas y de cuánto puede desprenderte.
Francisco de Sales
Si le interesa ver los capítulos anteriores están publicados aquí:
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