EL NUEVO REY
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por Alejandra Correas Vázquez
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El cielo temblaba y los cimientos de la tierra estaban rojos. Entre las cenizas surgió un blanco ángel, un dulce ángel, espigado y fino con el rostro de un muchacho. Sus alas eran luminosas, pero sólo visibles a los ojos del Gran Padre Celeste que lo protegía desde la bóveda del Cosmos; como también para el Gran Padre Escarlata, cuyo templo hallábase en el eje central de la tierra.
–—¡Padres míos! ¡Padres!...— llamó el Angel a ambos mientras emitía voces a través de las notas musicales de un prolongado flautín— -¡Padres! ¡Padres! Lo he hallado...
—¿Y cómo es él?— le preguntó el Padre Celeste con la voz un poco cortada por las interrupciones de la estática a que lo sometían los continuos viajes de los Ovnis
–—Es superior a lo que esperábamos –—contestó él
–—¿Inteligencia? –—intervino el Padre Escarlata
–— Ninguna.
–— ¿Vocación?
–— Ninguna.
–— ¿Espíritu de sacrificio?
–— Ninguno.
–— ¿Qué sería en mis ciudades? —–insistió el Rey de la Tierra
–— Un vacío total. Una sombra.
–— ¿Qué posee además de estas virtudes adversas?
–— Muy poco.
–— ¿Alguna característica? —–dijo el Padre Escarlata
–— Sí. Un desapego total a todas las formas de la Naturaleza. Un desinterés por los crepúsculos del paisaje.
–— ¿Y qué lugar le has elegido?
–— Un paisaje.
–— ¿Uno de mis paisajes? —-intervino con asombro el padre terrestre -¿Cómo son sus hombres?
–— Bien los conoces, Padre de la Tierra —–le indicó el Angel
Se produjo un silencio. Aquellos tres contertulios parecieron ensimismados. El Padre Escarlata meditaba, mientras por su lado el Padre Celeste intentaba esquivar a los Ovnis con bastante esfuerzo. Luego tomó la palabra el padre terrestre diciendo :
-—Hace tiempo que no los veo. Cuando asomo uno de mis brazos por el asfalto, enseguida obstruyen la grieta. Y cuando trato de emerger en la Naturaleza, sus habitantes se dirigen de inmediato con sus hachas creyéndome la rama de un árbol y debo sumergirme nuevamente. Ya voy olvidando el rostro de mis insectos.
–—No te preocupes Padre Escarlata. Recibirán en tu seno a un letrado. El campo le brindará sus honores. El su diploma. Derrumbará toda la foresta posible y por ello será coronado.
–—¡No lo acerques entonces! ¿De qué valen mis fluidos si son decapitados?
–—Dice bien mi hermano —–opinó el Padre Celeste que denotaba aflicción
–—Tenle piedad -suplicó el Angel- Nada sabe construir. La urbe le brindó un papel. Pero la urbe necesita construcción. Carece de Naturaleza y la anhela ¿De qué le vale un destructor? Déjalo emigrar. Cuando los habitantes del paisaje hayan destrozado todos tus fluidos... comenzarán a meditar ¡Vedlo que aquí llega!
Y el más dulce de los ángeles se le acercó entregándole una corona. Los mercaderes le arrimaron un cetro. Y el campesinado se le arrodilló. El Padre Escarlata lanzó un nuevo como efímero brote y el Padre Celeste sintió cosquilleo por el paseo de un cosmonauta en el patio de su casa.
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