CAPÍTULO 81 – LOS OTROS – EL PRÓJIMO
Este es el capítulo 81 de un total de 82 -que se irán publicando- en los que se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.
“Lo que no quieras que los otros te hagan a ti, no lo hagas a los otros”.
(Confucio)
“Estamos ineludiblemente unidos a los otros”.
“Debemos pensar que las hojas de un árbol y el árbol es toda la humanidad. No podemos vivir los unos sin los otros, sin el árbol”.
“Tu verdad aumentará en la medida
que sepas escuchar la verdad de los otros”.
“Y este es mi mandamiento:
que se amen los unos a los otros como yo los he amado”.
(Juan, 15:12-13)
“El don más grande hacia otros no es compartir nuestra riqueza,
sino hacerles descubrir la suya”.
(Siddharta Gautama Buda)
“Carl Jung nos habla del “Inconsciente Colectivo” que es un concepto que hace referencia a una dimensión que está más allá de la consciencia
y que es común a la experiencia de todos los seres humanos.
Según su teoría los otros y nosotros tenemos fuertes raíces en común.
Compartimos inquietudes con respecto al amor, el miedo,
la proyección social, la sabiduría, el sexo, el bien y el mal…”.
EL OTRO TAMBIÉN ES YO
Cuando estés frente a una persona, piensa que todo lo que te pasa a ti… le pasa a ella también.
Somos iguales por dentro.
El otro también sufre, siente, rabia, llora. Arrastramos los mismos problemas. Compartimos los mismos miedos, somos igual de débiles o de complicados y necesitamos reconciliarnos con todas nuestras partes para logra una reunificación interna que nos lleve a la Paz.
Si el otro está aquí es porque también está en el Camino. En su Camino. Así que todos somos peregrinos que caminamos el uno al lado del otro pero en la misma dirección.
El otro también está en el mundo y en la vida y padece sus conflictos y consecuencias.
Tú ya sabes lo que es eso. Lo conoces de sobra. Ahora piensa cómo te sientes tú cuando estás así y siente empatía por el otro, porque vive lo mismo que vives tú.
Tenlo en cuenta.
Su lucha es tu lucha pero desde su piel.
Cualquier persona honrada que esté frente a nosotros merece toda nuestra consideración y todo nuestro respeto.
Desde esta perspectiva es como hay que mirarlos para comprenderlos: con la mayor limpieza, sin ningún tipo de prejuicio ni animadversión.
LOS UNOS SIN LOS OTROS
Sigo sin entender aún el cómo ni el porqué de este reparto de circunstancias tan dispares en las vidas, en las que unos somos más beneficiados que otros; me parece el resultado de un sorteo loco en una lotería injusta.
Aún no soy capaz de creer del todo en eso de “que cada uno se las apañe como pueda” y haga su Camino en solitario –y menos aún en ir pisando a otros caminantes para alcanzar la meta-.
Entiendo el Desarrollo Personal como una tarea unipersonal e independiente pero al mismo tiempo relacionada de un modo indisoluble con un Desarrollo Colectivo en el que cada uno tiene que colaborar de acuerdo a sus posibilidades y circunstancias.
Todos compartimos y/o enseñamos algo a los otros: lo que sabemos, lo que poseemos temporalmente, una lección de humildad o de pobreza; les enseñamos nuestro lado oscuro para que no se sientan solos en su oscuridad, la cara B de nuestros éxitos, nuestras lágrimas o nuestra desesperación: les damos algo a los necesitados, ayudamos a quienes podemos.
Les enseñamos nuestra ilusión para que comprueben que la ilusión existe, y les ofrecemos los ánimos que tenemos por si se les pueden contagiar.
Todos aprendemos de todos, todos los pasos de los demás –incluso los tambaleantes y los equivocados- tienen una utilidad aunque a veces sea incomprensible.
Una persona honrada, recta conforme a la moral, obrará del modo que pueda para ayudar al necesitado, enseñará lo que pueda, rezará por el otro, le acompañará si puede.
Eso forma parte de la naturaleza humana porque hay algo que nos recuerda, sin palabras, que todos somos de la misma especie o que somos hermanos, y que nos sentimos unidos de algún modo.
A veces vemos al otro como un ser distinto al que nada nos une, pero cuando surge un momento de apuro desaparece esa distancia y uno se solidariza con el otro.
Entonces ni la raza ni la clase social son un impedimento para esa conexión tan hermosa que se puede dar entre los humanos.
Los otros, nos enseñan con sus errores para que aprendamos a no cometer los mismos. Son el espejo que muestra nuestra cara más oculta.
Son el ejemplo en el que podemos basarnos en cuanto a qué hacer o qué no hacer. A veces no nos gusta algo de ellos y con eso nos recuerdan qué es lo que no queremos para nosotros, cómo no queremos ser y es cuando se necesita una sinceridad a prueba de bombas para resistir un auto-análisis profundo que nos haga ver nuestra realidad por encima de nuestro auto-engaño.
O sea, son grandes maestros disfrazados de personas normales.
La capacidad de estar atento y la voluntad de querer aprender son los que obran el milagro de que uno aprenda.
LAS DESIGUALDADES
Unas personas son afortunadas al poder acceder a información y conocimientos que no han estado al alcance de otros. Otros –y aquí siento una tremenda e injustificable injusticia- han tenido y tienen unas circunstancias y condiciones distintas, menos agradables. Unas personas tienen un Camino que parece acolchado y otros tienen que avanzar entre espinas y cristales rotos.
La desigualdad es dolorosa.
Terrible e injustificada.
Parece ser una obra de la mayor injusticia y mientras no sea capaz de recibir la iluminación que me haga comprender el sentido de esto, protestaré en nombre de los menos favorecidos.
Algo de lo que nos pertenece les pertenece también a los otros. Somos depositarios de algo –conocimientos o bienes- que no son exclusivamente nuestros.
LOS OTROS Y YO
Cada día me siento más unido a los otros: incluso a los desconocidos, a los que no me gustan, a esos con los que aparentemente sólo comparto la estancia en este mundo en la misma época. No sé explicarlo, pero me siento relacionado con el ladrón y con el malvado y al mismo tiempo que siento rechazo hacia ellos siento una gran compasión, y me identifico con el que parece que ha venido a esta vida solamente a sufrir, con el que carece de dignidad y con el que muchos días no sabe si va a poder cenar; con el que está perdido y no sabe cuál es el siguiente paso que tiene que dar, con el llorón desconsolado que no encuentra la forma de cerrar el grifo de sus lágrimas y con el que llegó al final de sus días sin darse cuenta de que estaba viviendo.
Comprender es la clave para relacionarse sin juicios, de igual a igual, con el otro.
Aceptar también es importante. Pero aceptarle íntegramente, así como nosotros queremos que nos acepten del mismo modo.
Solidaridad es una palabra con un contenido bellísimo.
Empatía es grandiosa.
Fraternidad debería estar en un marco de oro.
Generosidad es para usarla todos los días.
Amor es tal vez la más grande.
Y todas ellas están relacionadas con los otros. Sin los otros no tendrían sentido. Están hechas para ellos.
Y con ellas uno puede acercarse más a los otros, hasta integrarse con ellos, o sea, constituir un todo con ellos.
Integrar es “completar un todo con las partes que faltaban” y “hacer que alguien o algo pase a formar parte de un todo”.
¡Qué belleza!
YO SOY “EL OTRO” CUANDO OTRO ME MIRA
El “otro” no son sólo los demás. Cuando una persona distinta se fija en mí, para él soy “el otro”.
Esto es algo más que lo simple que aparenta ser.
Nosotros, por lo tanto, también estamos al otro lado de la barrera, somos lo que el otro ve, el objeto que mira cuando nos mira, quien le refleja o le remueve algo.
Todo lo leído hasta ahora no se refiere exclusivamente al otro: todo está dirigido a mí.
Yo soy también el otro.
DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL
No soy capaz de concebir el Desarrollo Personal como un acto independiente –una especie de “sálvese quien pueda”-, ni como una tarea que cada uno tiene que hacer para sobrevivir mientras que los otros sólo se salvarán si pueden.
Estoy convencido de que esto es un Camino comunal en el que todos llevamos la misma dirección aunque caminemos a veces un poco distanciados los unos de los otros.
Parece ser que hay dos objetivos en esta vida hacia los que vamos todos encaminados.
Uno de ellos no necesita de nuestra colaboración: la muerte.
El otro es la salvación, pero esta salvación no tiene que ver con lo religioso ni con el Cielo.
Salvar, entre otras acepciones, es “vencer un obstáculo”.
Es posible que todos seamos al mismo tiempo un obstáculo para los otros y para nosotros mismos; es posible que ambos nos crucemos para que cada uno le aporte algo al otro.
Es más que posible que todos, cada uno y los otros, nos necesitemos en este momento de nuestras vidas, que no nos crucemos por casualidad, que de algún modo estemos colaborando en algo de lo que ni siquiera somos conscientes.
Los otros son invisibles o son maestros, dependiendo de la intención con la que uno ande por su vida o por el mundo.
Una persona sin interacción con los otros posiblemente se quedaría estancada y, sin duda, carente de algunas cosas de las que no podemos proveernos por nosotros mismos.
Los otros no sólo nos abastecen de servicios -de pan el panadero, de pescado el pescador-, sino que por encima de lo que nos aportan con su profesión, nos aportan al ser nuestro espejo, el eco, el ejemplo del que aprender lo que queremos o no queremos, aquel que nos aporta un punto de vista distinto del nuestro, quien nos hacer emocionarnos o sentir profundamente cualquiera de las emociones.
Los necesitamos.
Cada vez que tengamos otra persona frente a nosotros merece que le mostremos todo nuestro respeto.
Y nosotros el suyo.
Francisco de Sales
Si le interesa ver los capítulos anteriores están publicados aquí:
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