CAPÍTULO 43 - SER FELIZ – LA FELICIDAD
Este es el capítulo 43 de un total de 82 -que se irán publicando- en los cuales se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.
“La mejor manera de ser feliz es ser feliz. ¿Demasiado sencillo?
Piénsalo… siéntelo…”
“Sólo viviré este día una vez y sólo estaré con estas personas aquí y ahora. ¿Quién me impide convertir este instante en una maravillosa experiencia?... ¿de quién depende que yo viva esto con felicidad y gozo?... sólo de mí. En mis manos está sembrar de dicha el resto de mis días”.
(Bernabé Tierno).
“La gente está tan acostumbrada a la infelicidad,
que la sensación de felicidad le parece sospechosa”.
(Anónimo)
“Nadie más es responsable de tu felicidad, sólo tú”.
“Deberíamos proponernos nuestra vida
como una búsqueda continua de satisfacciones”.
“He cometido el peor pecado que uno puede cometer: no he sido feliz”.
(Borges)
“Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”.
(Jean Paul Sartre)
“La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer,
alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”.
(Thomas Chalmers)
“Ningún hombre es feliz a menos que crea serlo”.
(Publio Sirio)
“Estamos preparados para el fracaso y el sufrimiento,
pero no estamos preparados para el éxito y la dicha”.
(Anónimo)
“La felicidad no es un estado externo, sino un estado interno”.
“El derecho a ser feliz es tan rotundo como el derecho a la vida”.
“La obligación para con uno mismo es darse la mejor vida posible:
la más feliz y la más llena de paz y amor”.
Me gusta pensar y saber que la felicidad forma parte de la naturaleza humana y que viene incluida de serie, como los ojos o las manos.
La siento como el estado originario natural del Ser Humano que, por falta de uso o por falta de fe en su merecimiento, o por desconocimiento del derecho y obligación de disfrutarla, se va desvaneciendo, o, simplemente, acaba rindiéndose y retirándose a lo más oscuro y oculto de nosotros mismos.
Siento que la felicidad es más una actitud ante las cosas de la vida.
POR TANTO, LA PREDISPOSICIÓN A SER FELIZ ES IMPRESCINDIBLE PARA SER FELIZ.
Una actitud optimista y positiva ante la vida es determinante para la felicidad. El germen de la felicidad es buscar, y encontrar, lo positivo. A fin de cuentas, si elijo el pesimismo y la negatividad, yo soy la víctima. Yo los sufro.
Y he de saber esto: LO MALO NO SON LAS COSAS, SINO LO QUE YO HAGO CON LAS COSAS. Las cosas simplemente son, y soy yo quien las califica y clasifica poniéndolas un adjetivo. Yo elijo ver el vaso medio lleno o medio vacío.
De hecho, la felicidad no depende de lo que pase fuera, de las circunstancias de la vida, de lo que nos hagan los demás.
La felicidad es intrínseca y perpetua, no sólo son destellos opacos de sonrisas, instantes en que parece que la vida no nos agrede, o que las cosas no van mal del todo, y, aún menos, cuando no nos pasa nada malo.
La felicidad tampoco es sólo reír o sonreír continuamente, porque no se demuestra exclusivamente con risas y sonrisas. Es un estado interior. Un estado de paz que produce al saberse feliz.
Es tener el convencimiento vivencial para poder responder si alguien lo pregunta, sin dudar y sin necesidad de justificarlo, que sí, que soy feliz.
La felicidad es un derecho humano.
Y no me refiero a estar feliz, como algo que sucede puntualmente, sino ser feliz; no es estar como un visitante en la felicidad, sino ser y formar parte de la felicidad, porque es la esencia y condición del ser humano.
Se trata de comprender que uno puede ser feliz aún cuando esté ocasionalmente triste, y cuando esté enfrascado en un problema que no comprende y al que no le está sacando la lección que conlleva.
Cuando uno llora debe ser feliz porque ha descubierto que es humano y tiene sentimientos, por una parte, y, por otra, porque ha descubierto algo que le hace daño y puede ser resuelto para que no se repita.
Acabamos convirtiendo la felicidad en momentos aislados en la vida, pero debieran ser momentos continuos, o sea que deberíamos repetir muy, muy, muy a menudo.
Hay una pregunta que nos debemos repetir a menudo: ¿Soy feliz? Y no conformarse con respuestas del estilo de “tengo felicidad en este momento”, y además añadir otras preguntas… ¿soy feliz siempre?, ¿soy feliz aún cuando no muestro ostensiblemente que soy feliz?, ¿y cuando estoy serio?, ¿y cuando me enfado?, ¿a pesar de estar enfadado soy feliz?
La felicidad no está en el destino, sino en el trayecto, de ahí la necesidad de que sea continua, porque eso forma parte de cumplir con la responsabilidad que adquirimos con el Creador de nuestra vida cuando nos la entregó: tener una vida feliz.
Me refiero a la Felicidad escrita y sentida con mayúsculas, formando parte del Ser, sin forma ni razones ni adjetivos; una felicidad que se nutre de sí misma, aunque agradece recibir otros tipos de sucedáneos, como los que provienen de una buena comida, de compartir el cuerpo y el alma en una relación sexual, de una conversación gratificante con personas queridas, una noche loca, un paseo, un amanecer, la música… el Creador nos proveyó de sensibilidad, de sentidos, de sentimientos, de argumentos y razones para encontrar felicidad en la vida, pero esa felicidad, que es tan aparente e innegable, que es tan agradable y gratificante, que es tan divina y tan humana, no es la felicidad que le hace a uno saberse feliz.
Hemos de ser felices al margen de las circunstancias, sin que las desgracias o la pena mermen la condición de ser felices.
UNO TIENE NO SÓLO EL DERECHO, SINO LA RESPONSABILIDAD Y OBLIGACIÓN DE SER FELIZ.
Por lo tanto esto ha de ser un propósito preferente en la vida: descubrir y fomentar que uno es feliz. Saberse feliz por encima de la lágrima apenada, de la incomprensión, del momento oscuro, de los errores, de la imperdonable desatención a la felicidad y a la vida.
Todos conocemos personas que son continuamente felices: sonríen o ríen siempre, destacan y son el centro de atención. A estas personas, o las envidiamos y admiramos y nos gustaría ser capaces de ser y mostrarnos como ellas, o nos parecen insoportables, ridículas, innecesarias, banales, y nos hacen sentir vergüenza ajena. Si estás en el segundo caso, tienes muchos por qué pendientes de responder y mucho que aprender.
Quizás debes empezar por averiguar si tienes tu propio permiso para ser feliz; si alguien o algo te ha convencido de que la felicidad es para los otros y no para ti, y si la respuesta es afirmativa entonces deberás preguntarte si tienes que seguir acatando esa falsedad sin cuestionártela, o si debes demostrarte que te amas y desobedecerla.
Si supiéramos ser conscientes del aquí y ahora, de la maravilla de estar en el mundo; si supiéramos apreciar todo lo que podemos disponer, la felicidad sería más habitual en nuestra vida.
Tengamos esto claro: la felicidad no es una lotería que toca sólo a unos pocos.
Para ella es necesaria una predisposición, o sea, un estado de ánimo defensor o combativo que no permita instalarse ni a la angustia paralizadora ni al pesimismo reincidente, ya que estos estados no forman parte de la naturaleza humana, y son muros innecesarios para acceder a la felicidad.
Hay que aprender a ser felices, y practicar cada en instante. Es bueno rodearse de gente feliz y optimista, ver películas o programas de humor, provocar momentos de risa o carcajada, y mostrar unas sonrisas muy sinceras. Más aún: convertirnos en profesionales de la felicidad y sus más fervientes practicantes.
Y aún hay algo más que podemos hacer y que es mejor que estar felices, que es un estado temporal, y es ser felices, que es algo continuo.
Reír produce sensación de felicidad. Al oírnos reír nos creemos y convencemos de que somos felices.
Lo mejor que podemos hacer por nosotros, y por nuestra propia felicidad, es eliminar las cosas, situaciones y lugares que nos hacen infelices. Hay que descubrirlas.
Mientras sintamos odios, resentimientos, envidias, miedos… seremos infelices, porque no viviremos en paz.
Con el agravante de que todo ello produce una amargura que no sólo tú sufres, sino que acabas contagiando a la gente que te rodea.
La felicidad nunca es producto de lo que proviene de fuera. Lo que viene de fuera puede producir risa, bienestar, placer… pero nunca la auténtica felicidad, que es un sentimiento íntimo que se produce en el interior, y se produce si Yo me abro y permito que lo que Soy se manifieste.
Por tanto, es conveniente no perder el tiempo en buscar fuera lo que está dentro, y conviene no poner trabas a su manifestación y gozo, porque el encuentro con ella y su mayor desarrollo es una de las razones importantes de la vida.
LA FELICIDAD, AL IGUAL QUE EL AMOR, TIENE LA MÁGICA CUALIDAD DE QUE MIENTRAS MÁS FELICIDAD SE MUESTRA Y SE COMPARTE, MÁS SE TIENE Y SE SIENTE.
La felicidad es un asunto que sólo se conjuga en presente.
De momento, es improductivo hacer proyectos de felicidad para el futuro y aún menos lo es posponer la felicidad hasta ese hipotético entonces; revivir la felicidad del pasado está bien, pero no es lo mismo rememorarla y añorarla que vivirla en la intensidad, vitalidad y frescura del aquí y ahora.
La felicidad forma parte de la naturaleza humana y es el estado en el que se debe desarrollar el ser humano.
Muchas veces estropeamos ese estado por no comprender exactamente cuál es el sentido de nuestra vida, por no tener claras nuestras prioridades, por seguir aún permitiendo que nos trastornen los asuntos del pasado que tenemos sin resolver… damos permiso a demasiadas cosas para que nos desquicien.
Si fuésemos conscientes de que hay una aspiración lícita que es el bienestar, y procurárnoslo es también otra obligación, y hay otra menos fundada que es el mejor-estar, veríamos cómo es suficiente satisfacer la primera y es peligroso aspirar con vehemencia a la segunda.
El bienestar es aspirar a tener, por ejemplo, una casa. El mejor-estar no se conforma con menos que una casa en la ciudad, otra en la playa y otra en la montaña.
Ojo con no ser esclavos del Yo Ideal y sacrificar la felicidad y estabilidad de Uno Mismo para tratar de compensar sus sueños utópicos.
La felicidad no es la ausencia de problemas, no es la falta de preocupaciones, no es un momento menos malo: ha de ser un estado de beatitud continuo del que somos responsables.
No depende sólo de que pase lo que nosotros queremos que pase.
Hay una diferencia notable entre ser feliz y estar feliz.
Ser feliz es perenne: uno puede ser feliz aún cuando tenga un mal día, esté triste, o pase un mal momento, que son estados. Si soy feliz no me importan los breves momentos de un sufrimiento mal entendido, ni las noches oscuras del alma -que siempre acaban amaneciendo-, ni las lecciones incomprendidas de la vida que en este momento no entiendo.
Estar feliz, en cambio, está limitado en el tiempo. Tiene principio y final. No es natural.
Felicidad no es sinónimo de risa o sonrisa: es un estado que permanece inalterable aún cuando en el exterior estemos sintiendo cosas poco agradables.
Cada uno debe encontrar dentro de sí ese aspecto que es feliz porque lo comprende todo. Es un espacio todo claridad que no permite ser enturbiado por distracciones temporales.
La felicidad, como ya has visto, no es algo que venga de fuera -eso son las satisfacciones, los placeres y los sucedáneos-, sino que pertenece a la naturaleza intrínseca del ser humano.
El desarrollar o no plenamente nuestra capacidad de felicidad no consiste solamente en tener, en conseguir, en las cosas materiales…
Se puede ser feliz sin tener bienes materiales y sin lograr las metas que otros han logrado
Otros son otros, y yo soy yo.
La felicidad, como propósito a realizar de ahora en adelante, es el más legítimo de los derechos, el primordial motivo de vida, la más honrada aspiración; el más recto proceder será incorporarla, y su continuidad en cada uno, el más justo anhelo.
Una de las cosas que nos pueden ayudar a vivir más cerca de la felicidad, es el buen humor. El concepto de humor no es simplemente estar alegre, hacer reír y captar los chistes y ocurrencias más o menos divertidos. El humor es un medio de expresión, de difusión y relajación de tensiones y, básicamente, es un ingrediente a introducir en nuestro comportamiento habitual para prevenir el impacto de unas reacciones y aliviar otras que parecen difícilmente superables si no se adopta una actitud positiva.
DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL
La felicidad mora dentro de cada uno de nosotros y nadie nos la debe quitar. Somos sus guardianes y sus Señores.
Ni nadie ni nada la debe amenazar.
Es la expresión natural del alma, y la manifestación de su sonrisa.
Ni siquiera Uno Mismo tiene derecho a impedir que se manifieste con todo su potencial, porque es el regalo de Dios y, muy posiblemente, su idioma.
POR SI NO LO HABÍAS PENSADO
¿Qué o quién indica cuánta felicidad nos ha de aportar cada cosa?
¿Estrenar un coche nuevo aporta más felicidad que una sonrisa?
¿Aporta más felicidad un abrazo especial o cobrar el sueldo?
Casi todo puede aportar felicidad, por tanto acostumbrémonos a recibir la porción que cada cosa nos dé, sepamos apreciarla y disfrutarla.
Si cada cosa es un grano de arena, algún día nos podemos dar cuenta de que tenemos una gran montaña de granitos de arena, y vistos todos juntos pueden hacernos sentir que en nuestra vida realmente hay felicidad.
Personalmente, prefiero muchas pequeñas felicidades que una grande pero sola.
No nos quedemos sin disfrutar ninguna de ellas por su tamaño: todas son estupendas, y el día que llegue una grande sabremos valorarla aún más.
REFLEXIONA
Si hay una seriedad bastante rigurosa que te dificulta sentirte feliz, y aún más mostrar los breves apuntes de felicidad que tienes... hazte estas preguntas:
¿Qué me impide estar feliz más a menudo y llegar a ser del todo feliz?
¿Tengo abandonada mi felicidad?
¿Puedo gritar, sin mentir, SOY FELIZ?
¿Estás poniendo límites a tu felicidad?
¿Crees que no mereces TODA la felicidad?
¿Realmente estás convencido de que mereces ser feliz?
¿Mi naturaleza es de feliz?
SUGEREN
Copia esta frase para que la veas a menudo, y respétala: PROMETO NO ABANDONARME NUNCA MÁS.
REFLEXIONES
La felicidad la puedes encontrar en la sencillez, en el hacer las cosas sin buscar ni necesitar el agradecimiento o el reconocimiento o la satisfacción. En la ausencia de deseo, en comunicarse, en ver salir el sol o verlo acostarse. En la aceptación de las cosas que suceden, como parte del aprendizaje.
Recuerda que la felicidad es gratuita. Lo que producen las cosas de pago es placer, que también es bueno, pero no es lo mismo.
Francisco de Sales
Si le interesa ver los capítulos anteriores están publicados aquí:
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