EL JESUITA PERAMÁS Y LA CASA REAL DEIQUI
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Por Alejandra Correas Vázquez
La ciudad de Córdoba perteneció desde su fundación en 1573 al Virreinato del Perú, con capital en Lima. Dentro de ella se creó en tiempos de Felipe II la Universidad de Córdoba del Tucumán (Universitas Cordubensis Tucumanae). Pero esta alta casa de estudios fue fundada en realidad en su origen, por el erudito y educador franciscano Fray Trejo y Sanabria, cuyo monumento honra hoy el patio central de dicha institución. La cual es llamada en forma oficial por los cordobeses como la “Casa de Trejo”.
Posteriormente, con una visión diferente en función de progreso y futuro, fue otorgada esta Universidad por decreto del rey Felipe III (gran rey americanista de la Casa de Austria) a los Jesuitas. Esto trajo aparejado un cambio interno de estructura universitaria. A partir de allí para la Orden Jesuita, la “Universidad de Córdoba del Tucumán” pertenecía a la “Provincia Jesuítica del Paraguay” y por ello debemos realizar aquí, una segunda lectura.
El proyecto paraguayo de las misiones jesuíticas, in situ, es decir en el escenario propio Guaraní, tenía una clara programación industrial. La ciudad de Trinidad con su espléndida arquitectura, era un emporio manufacturero y estaba sin duda prevista como capital de una futura nación. “Trinidad” fue aquélla hermosa urbe que defendió el General de la Orden (Padre Horotz), cañoneada por las tropas de Carlos III de Borbón, hasta demolerla piedra a piedra.
El Jesuita Peramás, por ejemplo, fue en Córdoba profesor y en el Paraguay, misionero. Su libro —que llegaría a Argentina dos siglos después de ser llevado prisionero y encadenado delante de sus alumnos mientras enseñaba Retórica— nos habla de un proyecto misionero donde aplicábanse las ideas de Platón, expuestas en La República. El libro editado hoy con el nombre de “Las Misiones Jesuíticas y la República de Platón” tiene actualmente amplia difusión en Argentina. Peramás nos ofrece allí un análisis exhaustivo sobre la organización de las misiones paraguayas, con un rico y valioso estudio comparativo.
Platón en la “República” y en el “Político” nos propone, además, una semblanza sobre la clase dirigente de esta sociedad especial y equilibrada, por él programada. La cual debía contar con un cuerpo dirigente, según el autor griego, de conductores preparados y elegidos para tal fin. Dirigentes criados en condiciones apropiadas, educados para mantener el orden y la preservación del sistema. Formados ad hoc para esta consigna. Ellos son : los “Guardianes” de la República, llamados así por el filósofo ateniense.
Y esta dirigencia a la cual el ilustre ateniense dedicaba párrafos especiales sobre su preparación... ¿sería acaso la Dinastía Diaguita Deiqui para la Orden Jesuitica? Especialmente educada como príncipes dirigentes por los jesuitas en la Universidad cordobesa del cono sur..
Todo quedó en obscuro misterio después de la expulsión compulsiva de las huestes de Loyola. De la misma manera que resulta misteriosa esta “Curaquía” ( o sea gobernación india) en medio de la ciudad de Córdoba del Tucumán, casi despoblada de gente civil europea, siendo como era una ciudad colonial española dedicada con exclusividad, a estudios universitarios.
Una nación completa diaguita, los Malfines, fue injertada en medio de ella en el siglo XVII y trasladada en masa con su dinastía Deiqui, hasta Córdoba. Lo que nos ofrece como panorama, otra perla más escondida dentro del programa Jesuítico.
Como también, abre una incógnita sobre el imperialismo expansionista de la Casa de Austria, que aceptaba príncipes Malfines Cogobernantes, y no sólo los aceptaba, los importaba desde el norte argentino hasta Córdoba.
Estos Malfines de etnia diaguita, y más precisamente esta Dinastía Deiqui... ¿Era uno de los planes secretos de los Jesuitas que tanto preocuparon a Carlos III, ordenando su expulsión en 1767?
Este rey Borbón que tanto desarticuló el orden colonial existente hasta él, era en realidad un rey extranjero quien llegó al trono de España luego de reinar veinte años como Carlos VII de Nápoles. Nunca palpó la comunidad internacional que recibió de improviso en sus manos.
¿Estaban los Jesuitas preparando una clase dirigente para Sudamérica en la muy escondida y aislada Universitas Cordubensis Tucumanae, situada en este apartado “finisterre” del Cono Sur sudamericano?
Una ciudad colonial geográficamente distante de toda posible vigilancia oficial no deseada... Mucho hace pensar que sí.
Sabemos hoy día, que había un gran proyecto Jesuítico gestándose en Sudamérica hasta 1767. Y esta clase dirigente Malfin, con su Casa Real Deiqui a la cabeza, era probablemente uno de los pilares centrales dentro de cuyos esquemas los conductores Jesuitas movíanse, para concretar su paso al futuro.
Puede verse con ello, que en el proyecto de la Orden para las Misiones Jesuíticas del Paraguay, existía una programación bien concatenada.
Los Deiqui tenían incluso autoridad legal sobre los Comechingones (indios locales considerados en vox populi haraganes y ladrones) y sobre las demás tribus cordobesas, más laboriosas, como lo Sanavirones. Pues Córdoba del Tucumán era una ciudad de trabajo, estudio y disciplina, bajo las directivas jesuíticas. Y esto hizo crecer a los Malfines, y en especial a la Casa Real Deiqui, educados como príncipes en las aulas universitarias, quienes ganaron prestigios propios más allá del propio linaje.
Ejercían una soberanía total y legal sobre la población nativa de la provincia cordobesa. Como conjunto étnico progresista, como sociedad civilizada, como pueblo cultural, los Deiqui y sus Malfines eran los responsables jurídicos de las tribus atrasadas y autóctonas esparcidas en este aislado y antiguo “Tucumanao”. El cual había sido incorporado a la civilización desde la fundación de Córdoba, respondiendo de este modo los Deiqui, por todos ellos, ante la dirigencia virreinal.
En esta asociación de Jesuitas y Deiquis, existió una clara relación que no terminó con la expulsión de 1767, y aquí fracasó Carlos III con todos sus esbirros.
Pues los descendientes de la Casa Real Deiqui, iban a ser en el futuro importantes referentes de la Universidad de Córdoba, en el siglo XX, como el profesor Rojas de Villafañe, su legítimo heredero. Pues el último Curaca Deiqui, un hombre de leyes, a finales del siglo XIX, se llamó Don Juan de Dios Villafañe Deiqui, a quien su descendiente el profesor Rojas de Villafañe le dedica una bella biografía con la cual es premiado por la provincia de Córdoba.
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Alejandra Correas Vázquez