LAS VENTAJAS DE USAR EL YO OBSERVADOR
En mi opinión, se trata de una de las “figuras” imprescindibles en los Procesos de Autoconocimiento –y en cualquier instante de la vida-, y es muy interesante conocerlo y, sobre todo, utilizarlo.
Llamamos Yo Observador a la “capacidad objetiva” de percibir y percibirnos, a un estado de vigilancia en el que uno atiende a lo que sucede y lo que le sucede de un modo más atento de lo habitual, con una consciencia más solícita, y además desde una imparcialidad en la que no hay implicaciones emocionales o personales –aunque se trate de uno mismo- ya que lo que caracteriza a este Yo es, precisamente, su objetividad.
Su función es simple: darse cuenta. Levantar acta notarial de lo que ocurre sin implicarse con opiniones personales o juicios añadidos a la observación.
Convertirse en el Yo Observador siempre es muy enriquecedor. Se trata de darle preponderancia a esa parte nuestra que es capaz de ser ecuánime, de darse cuenta con pulcritud de lo que sucede -sin añadir ni modificar la realidad que observa-, que parece que es más consciente que cualquiera de los otros yoes que gobiernan nuestra vida.
Es el único de los Yoes que ha quedado inafectado por todo lo que ha acontecido en nuestra vida y aún sigue sin contaminar.
Es una parte nuestra, aunque… en realidad… es muy posible que nosotros seamos exclusivamente ese Observador y que tenemos que lidiar con los otros yoes agregados -que se nos han pegado- para imponernos a ellos y dejarles claro quiénes somos en realidad.
Es la parte que ha sido capaz de salir indemne de todos los conflictos personales porque no se ha identificado con ninguno de ellos. Fíjate en esto: cuando ves un problema ajeno eres más capaz de poder encontrar soluciones porque lo ves con imparcialidad, porque no te afecta a ti personalmente... ¿cierto?
Así es como tienes que actuar contigo. Ese Yo no juzga, no critica ni da órdenes. Sólo se da cuenta imparcialmente. Y en ese "sólo darse cuenta" es donde reside la objetividad y claridad necesaria para que más tarde -y desde otro sitio- se tome la decisión acerca de lo que se desee hacer con cada asunto. Aporta la realidad y no la idea de la realidad.
Si uno no pierde la imparcialidad es capaz de ver cada asunto desde la globalidad, desde fuera –donde se aprecia todo el conjunto- y no desde el espacio que está condicionado por nuestras experiencias desagradables anteriores, los traumas, los miedos, las inseguridades, la falta de Amor Propio...
Desde el Yo Observador podemos ser conscientes de nuestras contradicciones, de nuestros altibajos, de nuestros cambios de opinión o idea, o sea… de nuestras inestabilidades e inseguridades. De cómo en un momento pensamos de un modo y cómo podemos cambiar a pensar de otro modo distinto, pero manteniéndonos estables porque su tarea no se ve afectada por las emociones ni los sentimientos. Su tarea consiste en ver con los ojos y no con las aflicciones, en no implicarse sino en quedarse absolutamente inafectado, en no sucumbir al alboroto de la mente y sus altibajos y su mutabilidad.
El Yo Observador se da cuenta de la realidad y verifica cuándo los sentimientos se manifiestan equivocadamente, cuándo no estamos siendo nosotros mismos, cuándo hay una contradicción entre lo que deseamos hacer y lo que acabamos haciendo, cuándo fallamos a nuestros principios y a nuestra conciencia, pero… sin una crítica por su parte, sin un reproche. Sólo nos lo hace ver poniéndolo ante nuestro corazón y nos deja a solas para que lo resolvamos.
El Yo Observador no es la mente ni el pensamiento ni la inteligencia. Es la vigilancia no invasiva, sin palabras, sin expectativas, sin juicios. “Esto es lo que hay”, dice sin palabras. Y uno entonces, a la vista innegable de esa realidad, decide qué hacer con ella.
Te conviene usar ese Yo Observador y saber observar y observarte, sin permitir que los sentimientos o los prejuicios o los condicionamientos o los miedos o los traumas se inmiscuyan en tu atención.
El que observa eres tú y lo observado son tus circunstancias.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales