SOY UNA MONTAÑA DE ERRORES… PERO SIGO ADELANTE
En mi opinión, cualquier persona que haga un balance concienzudo, serio, honrado, y llegase hasta el fondo de su vida, de su presente y su pasado, se va a encontrar con que ha tenido más de un momento de bochorno, más de un momento del que avergonzarse, más de una metedura de pata hasta el fondo, y que más de una vez ha hecho daño a otro –aún sin querer-, ha dicho algo que no tenía que haber dicho, ha hecho algo de lo que se arrepentirá el resto de su vida, tiene secretos inconfesables, ha odiado, ha deseado el mal de otro…
No escapamos ninguno de tener en el historial todo o casi todo lo descrito. Incluso más cosas. Así que, como la vida sigue de todos modos, como uno tiene que seguir consigo mismo hasta el final, las opciones que se presentan son, básicamente, dos. Una es pasar un resto de vida amargado, frustrado, dolido, enojado y malhumorado, cargado de rencor, de desencanto, reprochándose día y noche por todos los errores acumulados… o bien la otra opción básica, que es la reconciliación, la aceptación, el perdón, el acogimiento entre unos brazos que sepan mucho de tolerancia, el buen juicio de darse cuenta de que es un absurdo desacertado y dañino insistir en el regaño, y la sensatez madura de decidir que, a pesar de todo, hay que seguir y hay que hacerlo del mejor modo posible.
No defiendo el olvido o la indiferencia ante los hechos no apropiados de cada uno, sino la comprensión de que ser Humano implica la imperfección, la caída, las equivocaciones, y tener unos sentimientos que no sabemos controlar con los que nos agredimos a veces.
Está bien pasar un poco de auto-enojo, pero que por lo menos sea un poco amable y, sobre todo, constructivo. No pretendo decir que hay que quedarse inafectado por los desatinos, como si no hubiese pasado nada, porque lo cierto es que ha pasado algo, pero tampoco hay que quedarse petrificado en esa sensación de fracaso.
“Me equivoco mucho” –pienso, y tengo razón-. “Soy muy imperfecto” –afirmo porque es verdad-. “Me siento mal conmigo mismo” –también es cierto-. “Me odio” –añado-. Pero esto último es innecesario. Odiarse, no. Despreciarse, no. Insultarse, no. Ni siquiera en estas circunstancias. Pase lo que pase, sea lo que sea lo que uno arrastra, convertirse en un acérrimo y despiadado enemigo no es la solución.
“Pero… ¿qué hago con tanta frustración?”. Suavizarla, quitarle el poder agresivo y perverso, firmar inmediatamente la paz y ponerte de tu lado. Sí, a pesar de todo, ponerte de tu lado. “No es tan fácil”. Ya lo sé que no es fácil, pero en este caso no hay que buscar lo fácil sino lo que sea mejor para uno mismo.
“¿Y qué hago cuando me quede a solas con mi dolor?”. Pues sentirlo, acunarlo y acunarte, sentir compasión, toma conciencia de la fragilidad de TODOS los Humanos, AMARTE, tratarte con un cariño inagotable, incansablemente, como al niño pequeño que en alguna parte sigues siendo, y reponerte, reconstruirte un poco más sabio que antes, teniendo una experiencia más entre tus cosas más admirables.
“No me sirve todo lo anterior”. Hay más opciones positivas. Estará bien que trabajes en mejorar tu autoestima, que amplifiques tu Amor Propio, que hagas más grande tu generosidad y paciencia, y que llegues al máximo nivel de tolerancia contigo –siempre que sea después de aprender realmente de tus equivocaciones para evitar su repetición-.
Cometemos errores y los vamos a seguir cometiendo posiblemente hasta el último de nuestros días –confiemos en que cada vez menos-, pero esto no ha de ser motivo de desesperación: la vida, tal como la tenemos montada, es así. Valoramos por separado lo “normal”, lo “bueno” o los “errores”, aunque todo ello forma parte de la experiencia vital que desarrollamos en este mundo.
Conviene tener cuidado con un ego que pretenda imponernos su criterio propio. QUE NUESTRO AMOR PROPIO SEA MAYOR QUE NUESTRO EGO. SEAMOS CAPACES DE ACEPTARNOS Y AMARNOS EN TODAS NUESTRAS DECISIONES Y EN TODAS NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales