-Ya elegiste el corte?
Escuché decir mientras revisaba el catálogo de peinados y cortes, de esas decisiones que tomo cada cinco o seis años para remodelarme la cabeza, no es fácil cortarse una misma el cabello aunque durante varios periodos en mi vida es lo mejor que se me ocurría para no tener que ir a en uno de esos centros de estética, con el insoportable ambiente de secadoras y olor a químicos, eso sin contar la marea de cuchicheos y risas entre chismes y habladurías, uno de tantos centros de terror colorido y con música de temporada.
Por ahí que le señalo uno que me pareció diferente a lo que llevaba, la mire fijamente y le dije que lo hiciera rápido porque tenía un viaje en pocas horas y debía preparar las maletas.
No era literalmente cierto, pero realmente quería salir lo más pronto de ahí.
Mientras caían mechones de mi cercenado cabello en los hombros, daba un vistazo al lugar, la banca de mujeres sentadas mirando revistas, mientras claramente podía diferenciar las miradas esas de critica compulsiva a la vestimenta de tal o cual en el lugar, incómoda camaradería y amistades de momento, la operación corte llevaba ya más de veinte minutos y me parecía una eternidad, el corte termina, unas cuantas sopladas con la secadora, reviso mi bolsillo, pago el trabajo y salgo con un peso menor en la cabeza.
Quizás no exista una diferencia mayor a lo que llevaba antes, pero lo hecho, hecho esta, al fin y al cabo el pelo crece.
Cuando llegue a la casa, me tope con el cartero, cosa que raramente pasa, me dejó un sobre, un sobre sin remitente, supuse que era otra de esas cartas del gobierno informando las actividades del mandatario y otras promesas que seguramente se cumplirán para otros y eso estaría bien, llegué con esa sensación de escozor por todo el cuerpo porque las tijeras ajenas no me dan buena espina y peor las peinillas y las aguas que chisguetean para amansar el pelo, así que me metí en la ducha, tome un rápido baño porque para variar el gas del calefón estaba en cero, y el agua fría cortaba la piel sin compasión, me vestí y me puse a revisar todas los trabajos pendientes.
De nuevo encontré el dichoso sobre que recibí hace un rato, lo abrí, y era una invitación impresa en blanco y anaranjado, en la tapa decía la ”invitación del hombre muerto”. El diseño era una silueta de hombre marcada en el piso, una escena del crimen, me pareció trillada la utilización de cuerpos desparramados dibujados en el pavimento. La lance por el escritorio, no leí más sobre el asunto.
Pasaron unas horas entre los quehaceres pendientes y mi mal humor , volví al escritorio, miré la invitación y estaba en blanco, no había más que esa frase, la invitación del hombre muerto, me imaginé que como suele pasar en los tirajes grandes, y más si esta difusión se hizo a gran escala, la cartulina seguro paso sin ser impresa en las rotativas y ahora como casi toda la industria gráfica es automática, ni por enterados que una de sus súper invitaciones llegó en blanco al remitente, en este caso yo.
Seguía rabiando entre dientes, por todo, mis deudas, mi cabello, mi panza, el poco trabajo que he tenido en los últimos meses, las desatenciones del susodicho amor mío, la comida del gato, las reservas del viaje, los compromisos con los familiares y amigos, mis zapatos que de nuevo estaban abriendo boca y me da mucho coraje tener que buscar otros que me gusten como estos, bah…
El día se fue, peleé un rato con la conexión wi-fi, perdí dos a cero, así que me fui a dormir, tendí la cama, si, eran casi las dos de la mañana y apenas estaba tendiendo la cama, me escabullí entre las sábanas.
“La invitación del hombre muerto”, que tontería era esa, al día siguiente el periódico que dejaban debajo la puerta, trajo mi parte mortuorio entre sus páginas, condolencias de mis amigos, condolencias de mis alumnos.
Eso era aún mas pendejo porque la invitación, decía del hombre muerto, no de la mujer, lo tome como broma, porque como digo las rotativas y las impresiones estaban a la orden del día en mi vida, seguro era alguna de las bromas de los que no tienen que hacer, de todas maneras no me pareció gracioso, y además tampoco es que me alivie el mal genio, por varios días no he hablado con ninguno en persona a mas de mandarles por correo electrónico las cosas pendientes, allá ellos, no tengo ganas de escuchar máquinas, ni bromas pendejas.
Los teléfonos empezaron a sonar, primero el de la casa, luego mi celular, la conexión wi fi seguía dos a cero, pero mejor cambie la bombona de gas y me metí al agua, odio tener la sensación de medio baño, eso por lo del agua fría de ayer.
-Encima de que ando sin dinero me va a tocar pagar para publicar que no estoy muerta-, refunfuñe, que broma tan ridícula; el timbre sonó entonces, maldije mil veces porque eso de tener que salirse del baño al apuro es de las mierdas más grandes, -otro medio baño- grite, quien sea que esté detrás de la puerta la va a tumbar solo con el timbre, así que me sequé como pude, me metí la ropa que se hacía cartucho porque no estaba del todo seca y se me pegaba a la piel.
Di una cuantas zancadas para salir del baño dispuesta a mandar al carajo a quien sea que este en la puerta, pero no llegué, pise el puto jabón y me desplomé en la baldosa, limpiando el piso mojado con la ropa.
Dejaron de timbrar, con la espalda lastimada me fui a sentar en el escritorio, el wi-fi se puso de mi lado y pude revisar el correo, mi pagina social, llena de condolencias y amigos que nunca se acuerdan de mi, y la falta completa de quien digo susodicho amor mío, que pendejos escribí , estrellé mi cabeza contra el teclado.
No se publicó el “pendejos”, cerré los ojos un rato…
El olor a químicos y el sonido de las tijeras volvieron…
Los mechones de mi cabellos cercenado seguían cayendo en los hombros, creo que era una eternidad en la peluquería, que hasta soñé como me iba a morir, moriré en el baño predije,
Salí con un peso menor en la cabeza.