LAS EXCUSAS SIEMPRE OCULTAN LA REALIDAD
En mi opinión, tiene toda la razón una querida amiga que me soltó de golpe la frase del título. Inmediatamente resonó dentro de mí. Esto lo había observado en numerosas ocasiones, pero siempre con otras palabras y de otros modos que no eran tan claros ni tan directos para la comprensión.
En el mundo del Mejoramiento Personal he encontrado verdaderos maestrillos –y esto no es un mérito- en esto de encontrar y poner excusas, y siempre les digo lo mismo: “no quiero excusas, quiero hechos”. La peor excusa que he encontrado es el propio auto-engaño. Que alguien se engañe a sí mismo es imperdonable. La primera regla –que, además, ha de ser inviolable- es que están prohibidos el auto-engaño y las excusas. ¿A quién se pretende engañar?, ¿engañarse uno mismo tiene alguna utilidad real?
¿Qué hay detrás de una excusa? Una realidad que no se quiere mostrar, que no se quiere admitir, algo ingrato o vergonzoso, algo que no se ha cumplido, cosas de las que uno no se siente satisfecho.
Añadió mi amiga: “ahora todo lleva filtros… no nos queremos mostrar tal como somos… dejamos la autenticidad. Cada día somos más irresponsables a la hora de asumir nuestros fallos”.
¿Por qué no nos atrevemos a decir la verdad y pretendemos escondernos detrás de una excusa? Poner un pretexto, una justificación -aunque se sabe que está sustentada sobre una mentira-, parece la salida menos grave, o la más amable, pero está envenenada. Se vuelve contra uno mismo. El día que se descubra la realidad uno quedará a la vista como un mentiroso, irresponsable, falso, indigno de solvencia personal.
Una excusa es algo grave. Es una mentira consciente, tal vez con premeditación y seguro que con alevosía. Uno deja de ser honrado y honesto, deja herida su integridad y sin fiabilidad su dignidad. Uno es infiel a sus principios.
La realidad es la realidad por mucho que se maquille, por mucho que se niegue, o por mucho que se pretenda tergiversar. Y cuando uno miente descaradamente poniendo una excusa, está reconociendo ante el otro su inmoralidad, su falta de decencia; está diciéndole “no soy de fiar porque miento, porque antepongo el hecho de quedar bien o de no reconocer mi error o mi fallo a mi propia dignidad”. Está diciendo “mi ego no permite que mi humildad o mi decencia se muestren”. Pretende engañar al otro conscientemente de lo que está haciendo y eso es imperdonable, nada ético, injusto.
Creo que es conveniente decidir si uno quiere seguir en ese juego infantil, pero perverso, de las excusas, o si prefiere asumir sus errores, sus decisiones, sus inacciones, y afrontar la verdad y ser consecuente con ella.
Porque eso da la medida de tu moralidad, tu honestidad y tu honradez.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales