Piano man, memorias de un artista callejero.

Piano man, memorias de un artista callejero.


La calle empezaba a vaciarse de humanidad. Algunos, más bien muchos, corrían para no perder el atestado autobús urbano y en contraparte, los que bajaban del mismo, casi que arrastraban los pies maletín en mano o bolsa bajo el brazo, después de su jornada laboral. Los restaurantes del barrio, apenas dos, cierran a las nueve en punto de la noche hora en que yo también me marcho de esa calle. Calle que es mi escenario y mi sala de conciertos a la vez, soy un músico callejero como ésos que van con su acordeón o su trompeta por esas calles de Dios aunque lo mío es la guitarra. A esa hora de la noche mi música suena mucho mejor porque el tráfico automotor del barrio ya ha menguado considerablemente pero como ya apunté, las calles se van quedando vacías y bueno, como dice el dicho: me voy con mi música a otra parte.

Pues sucedió que una de esas noches cuando los restaurantes del barrio despachaban ya a sus últimos clientes, empecé a tocar una canción de tono suave y tranquilo, íntimo diría yo, para despedirme del barrio y cerrar mi jornada musical. Piano man (el pianista) se titula la melodía y de mi repertorio es una de mis consentidas. Pues ejecuté el Piano man con mucho sentimiento y sobretodo mucho respeto por el compositor, un tal Billy Joel y bueno, terminando yo de tocar la canción, un hombre sobre el que no había yo reparado pero que evidentemente estaba contemplando mi actuación, empezó a cantar a capela la canción que recién había yo tocado.
Cantó un par de estrofas y me dijo que con esa canción había conocido a su esposa muchos años antes, vi en sus ojos una infinita tristeza y de repente empezó a llorar desconsolado, vamos, como un niño. Hice mi guitarra a un lado y le di un suave abrazo. Se secó las lágrimas, se disculpó y me dijo que su compañera había muerto hace poco. El hombre suspiró profundamente y una vez controlado el llanto me pidió que por favor nunca dejara yo de tocar.
Empaqué mis cosas, guardé mi guitarra y yo que no soy de mensajes ni simbolismos divinos ni esotéricos ni nada de nada, debo aceptar que tuve mucho en que cavilar camino a casa.


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Gracias Jaime por tu amable visita y por compartirnos tu experiencia y bueno, los músicos callejeros al estar todo el día en las calles somos como policías, vemos, escuchamos y analizamos caras, situaciones, etc... Y hombre, éste escrito no es un cuento, es algo que realmente me sucedió y me han sucedido bastantes cosas como para escribir un pequeño libro.

Recibe mi saludo fraterno de siempre, paz y armonía en tu vida.

ElAngelCaido escribió:

Piano man, memorias de un artista callejero.


La calle empezaba a vaciarse de humanidad. Algunos, más bien muchos, corrían para no perder el atestado autobús urbano y en contraparte, los que bajaban del mismo, casi que arrastraban los pies maletín en mano o bolsa bajo el brazo, después de su jornada laboral. Los restaurantes del barrio, apenas dos, cierran a las nueve en punto de la noche hora en que yo también me marcho de esa calle. Calle que es mi escenario y mi sala de conciertos a la vez, soy un músico callejero como ésos que van con su acordeón o su trompeta por esas calles de Dios aunque lo mío es la guitarra. A esa hora de la noche mi música suena mucho mejor porque el tráfico automotor del barrio ya ha menguado considerablemente pero como ya apunté, las calles se van quedando vacías y bueno, como dice el dicho: me voy con mi música a otra parte.

Pues sucedió que una de esas noches cuando los restaurantes del barrio despachaban ya a sus últimos clientes, empecé a tocar una canción de tono suave y tranquilo, íntimo diría yo, para despedirme del barrio y cerrar mi jornada musical. Piano man (el pianista) se titula la melodía y de mi repertorio es una de mis consentidas. Pues ejecuté el Piano man con mucho sentimiento y sobretodo mucho respeto por el compositor, un tal Billy Joel y bueno, terminando yo de tocar la canción, un hombre sobre el que no había yo reparado pero que evidentemente estaba contemplando mi actuación, empezó a cantar a capela la canción que recién había yo tocado.
Cantó un par de estrofas y me dijo que con esa canción había conocido a su esposa muchos años antes, vi en sus ojos una infinita tristeza y de repente empezó a llorar desconsolado, vamos, como un niño. Hice mi guitarra a un lado y le di un suave abrazo. Se secó las lágrimas, se disculpó y me dijo que su compañera había muerto hace poco. El hombre suspiró profundamente y una vez controlado el llanto me pidió que por favor nunca dejara yo de tocar.
Empaqué mis cosas, guardé mi guitarra y yo que no soy de mensajes ni simbolismos divinos ni esotéricos ni nada de nada, debo aceptar que tuve mucho en que cavilar camino a casa.


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Leí y disfruté de tu conmovedor relato.
Siempre que me encuentro en mi caminar con tal o cual artista callejero, no dejo de pararme y apreciar su arte, y por supuesto regalar unas monedas en su bolso, valija o caja.
Gusté leerte, amigazo
Shalom

Gracias Eitan por tu amable comentario. Saludos fraternos para vos!

Historias vividas, anécdotas para los hijos y nietos en el futuro. Mi madre solía contarme cosas antes de dormir, sus recuerdos, me hace bien recordar ahora cuando ya hace más de treinta año se fue a descansar.
Nilda

Me como dicen los muchachos: "me encarreté" leyéndote. Me fascinan las historias que hacen referencia a esas horas donde las calles quedan vacías, al igual cuando amanece van apareciendo las personas y luego se desgranan hombres, mujeres, niños.
La música trae recuerdos increíbles, qué seríamos sin ella, además es que he escuchado algunas de tus composiciones y de Ángel caído nada tienes, más bien un Ángel ascendido y por supuesto que le tocaste el alma a ese hombre hasta el punto de hacerlo llorar, además en contrarespuesta te dejó un boleto de pensamiento y reflexión.

Un abrazo querido compositor y músico y por añadidura, buen escritor. Te animo a escribir en un libro todas esas vivencias, sería maravilloso.

Nilda y Ethel agradezco sobremanera sus amables comentarios.

Reciban mi saludo fraterno de siempre.