TODOS TUVIMOS QUE SOBREVIVIR A LA INFANCIA
En mi opinión, la infancia es el momento más delicado de la vida y posiblemente el más importante –sobre todo por lo que tiene que ver con lo que será el futuro-, pero tiene un grandísimo inconveniente: se llega a esa etapa de la vida con pocos años, con nulos conocimientos, con un cerebro casi sin desprecintar, y con la capacidad de raciocinio bajo cero. Con estos elementos tan pobres y tan nulos es difícil sobrevivir sin ser gravemente afectado.
Es la etapa de la vida en que se requiere que el niño esté perfectamente informado de quién es, de qué es la vida, y de la gran cantidad de cosas a las que se tendrá que enfrentar; que esté perfectamente instruido para saber manejar las miles de cosas dispares y desconocidas que va a tener que conocer y solventar.
En cambio, se les aporta una información o educación muy básica, casi inexistente en cuanto a los asuntos de la vida, que son los importantes. En los estudios uno puede llegar a lo más alto de conocimientos, pero al mismo tiempo puede estar desinformado de lo que bulle a diario.
Nos educan unos padres que tienen más voluntad que maestría. Nos enseñan a su modo, que en demasiadas ocasiones es nefasto. Nos trasmiten sus traumas y frustraciones, sus miedos y complejos, sus errores…
Y el resto de los educadores no son mejores: los abuelos que consienten en exceso, los tíos que acaban perjudicando las directrices de los padres, las primas, hermanos, amigos, vecinos, profesores… cada uno va haciendo aportaciones y no todas mantienen un mismo criterio y hasta llegan a ser contradictorias.
Y el niño va asimilando lo que puede, y como puede, porque no tiene la capacidad de discernimiento necesaria para poder empezar a desobedecer o rebatir ciertas cosas desde el primer momento.
Se lo cree todo, lo acata todo, y la mayoría de las veces porque se lo han impuesto de algún modo y no ha tenido la posibilidad de intervenir para decir lo que desecha, ya que no obedecer sin rechistar implica regañinas, castigos, desaires, o un vacío.
Y a esa edad, para sobrevivir, necesita de los otros y no le queda más opción que ir creando un personaje a medida de cada una de las personas con las que se relaciona en el ambiente cercano. Sabe, porque su instinto de supervivencia así se lo ha enseñado, que tiene que ser amable con fulanito, callado ante menganito, sumiso y obediente con zutanito.
Y es importante e imprescindible sobrevivir como sea a esa etapa, porque es el paso imprescindible para acceder a la adultez, etapa en la que tendremos que dedicar gran parte de nuestra atención y nuestro esfuerzo a reparar lo que estropearon los educadores, una etapa en la que tenemos que REEDUCARNOS (ver http://buscandome.es/index.php/topic,12341.msg14589.html#msg14589)
Deberíamos ser un poco más generosos con la excesiva exigencia que aplicamos cuando se trata de juzgar los “errores” que cometimos en el pasado. Se puede empezar cambiando lo de “errores” por “experiencias”. En el primer caso hay implícita una autoflagelación innecesaria y en el segundo caso hay una comprensión exacta de lo que de verdad fue.
La verdadera responsabilidad de uno para consigo mismo comienza en el momento en que uno es consciente de sí mismo, en que uno se da cuenta de lo que hace y lo que deja de hacer -porque ya tiene un criterio formado y una mente que se comprende-, y la responsabilidad total se instaura cuando uno toma el mando reflexivo de su vida.
Hasta entonces… pues vamos sobreviviendo en este gran desconocido que llamamos Mundo intentando manejar esto que se hace tan complicado a lo que llamamos Vida.
Hemos llegado hasta aquí y ahora, a esta conciencia y consciencia que tenemos, a este momento en que somos capaces de observarnos y ver que hay cosas que no queremos en nuestra vida, a este momento en que parece que podemos tomar decisiones, hacer cambios, dejar cosas de lado, incorporar lo que nos parece bueno…
Hemos sobrevivido y eso está bien.
Ahora vamos a perfeccionarnos.
Es la tarea que corresponde.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales