La historia tiene un hueco, precisamente entre el 4 y el 15 de octubre de 1582. Son diez días cercenados del calendario, como si éste fuese una larga tira de jornadas que se corta, se pega y nada pareciera haber sucedido. Se debe a que ese jueves 4 de octubre de 1582 fue el último del calendario
juliano, vigente desde que Julio César lo instaurara en el 46 AC. El día siguiente sería viernes 15 de octubre, ahora bajo el modelo
gregoriano, propuesto por el papa Gregorio XIII. Lo cierto es que diez días de octubre han sido robados y por ellos nadie pregunta.
Del hurto recién expuesto se desprenden los siguientes cuestionamientos e hipótesis:
La paradoja efemérides. Las fechas que van del 5 al 15 de octubre no tienen su efeméride correspondiente al año 1582. ¿Qué significa esto? La ausencia del antecedente implica una ruptura en el tiempo, un apagón. ¿Qué pasó con la vida en ese lapso disruptivo? ¿Qué pasó con el hombre? ¿Qué tramas se privó, qué amores negó, cuántas aventuras sentenció? ¿Quién les devuelve a las personas de aquella época los días robados?
La pasividad de la historia.Ha sido de tal magnitud la indiferencia de la historia en esta cuestión que no hace más que levantar sospechas. Si los días son hijos de la historia, ¿por qué jamás se ha pronunciado en reclamo? Ella, siempre tan obsesionada con los hechos, ¿cómo hace la vista gorda ante su propio asalto? La historia es una mala madre.
Vicio del hombreAlgo es seguro: si a su antojo el hombre organiza los días, si a su antojo los construye y desparrama, quiere decir que éstos, a su semejanza, poseen los mismos vicios. Por eso no hemos de fiarnos de los días; pueden amarnos como odiarnos, hacernos el amor y la guerra.
Tesoro a la inmortalidadLo más seguro es que los días robados de octubre se encuentren enterrados en algún lugar inescrutable. Aquel que los encuentre tendrá los diez días de vivencias arrebatadas a toda mujer, hombre y niño vivo en 1582. Se estima que, sin contar las américas, había unos 500 millones de habitantes.