Reflexionando, eso de "jingle bell y todos nos queremos" pasó a la historia, por lo menos en muchas familias. He conocido muchas personas que viven estos días como una especie de tortura china y hay que sacarse las caretas de una vez por todas. Frecuentemente pasamos las navidades con obligaciones que nos desbordan, económicas, vinculares y familiares, sobre todo. He escuchado decir por ahí que se preferiría dormir desde el 24 hasta el 2 de enero cuando ya la vorágine y los dichos y entredichos "han pasao de mí" y comenzar el nuevo año con la convicción que hay ciertos deberes que deben ser fiesta y se convierten en obligaciones pesadas.
En la infancia es otra cosa, Papá Nöel, los regalitos, arbolitos e inocencia con luces de colores se conjugan para que sean los días más maravillosos del año. Pero la gente crece, acumula ausencias, pérdidas y cansancio, esos que debieran estar se fueron y la vida familiar se nos complicó sin que nos diéramos cuenta. Ya no tomamos a los hijos de la mano, leemos las cartitas y los complacemos, ya se suman novios/as, consuegras, separaciones y demás yerbas que complican la cosa. además de reyertas habituales que nos hacen escuchar "yo si va él no voy".
Sacando de la galera a la bendita santa paciencia se trata de conciliar, después de tremenda colas por conseguir pesceto, pavo con sus precios siderales, de cocinar como una verdadera burra dejando los bolsillos vacíos de dinero y ganas, uno se sienta a la mesa familiar con su mejor predisposición.
Dispuestos a comer los manjares que el Norte tradicionalmente impone, alimentos que vienen de perlas con un crudo invierno pero en el Sur con la temperatura que a veces supera los treinta grados se convierten en una bomba atómica de calorías innecesarias.
Llega la cena familiar, tal vez con personas que no recordamos haber visto durante el año cuando algun tío desubicado saca el tema de la política, o aquel personaje que siempre bebe de más y le sobreviene una borrachera triste que saca a la luz en el momento menos indicado una historia antigua que aviva viejos rencores y se arma la batahola. Confieso que he sabido de casos extremos en que se termina a los botellazos. Así se festeja el nacimiento de Jesús de una manera que nada tiene de bendita y de "amaos los unos a los otros".
Agotados después de esa "Nochebuena" llega el mediodía de Navidad donde todos ya con cara de pocos amigos y la resaca a cuestas volvemos a la mesa a comer como bestias y con algun ataque de hígado predecible. Entonces querida gente ¿Estas son las Fiestas?
Ya vencidos por toda esta parafernalia de padecimientos, viene algun nieto para quien las fiestas significan lo que para nosotros hace siglos y nos dice ¡Qué rica la comida abuela! Y con esto ya olvidamos todo y nos preparamos para el año siguiente con la misma energía y la historia se repite... En fin, eso es la vida ¿no?