Reikiano por vocación.

A la entrada del hotel Casa Real de Bogotá, Taketomi, un joven japonés de unos 23 años, abre el portón. Vestido con un hakama ceremonial negro, asume el papel de recibir a los invitados. -“Sigan, por favor. Ya casi empieza el seminario.” Dice con un acento extraño y hace una venia para que ingresemos. Nos señala que vayamos al fondo, a un salón con piso de madera y grandes ventanales en el que ya no se percibe ruido de la ciudad. Mientras nos conduce hacia el lugar, se da a conocer como el principal ayudante del maestro y como su traductor oficial para los viajes de Oriente.

La primera señora en pasar al recinto, como le llaman, con curiosidad pregunta al único que está en el interior:- ¿Ha visto usted al maestro? ¿Sabe por qué no ha llegado? Un personaje de unos 40 años, alto y delgado, vestido con un pantalón gris de pana y un saco azul, se levanta de su asiento; mira el punto más alto de su cabeza, abre las manos y responde con un gesto de sencillez: -“Aquí tienes al maestro.” A partir de esta situación, los allí reunidos empiezan a indagarse y a reírse acerca de lo inoportuno de haber traído exóticos atuendos con estampados orientales.

A decir verdad, no sólo aquella mujer sino muchos de los participantes de este curso de Reiki (sanación del cuerpo, la mente y el espíritu por medio de la energía vital universal), teníamos otra imagen de quien habría de ser nuestro guía en la práctica de esta disciplina. Se esperaba que el Shihan -maestro- fuera un tibetano de edad; calvo y vestido con túnica blanca, dedicado toda su vida a la meditación. Alguien que inspirara mayor sabiduría quizás, pero no. De todos modos, si bien su apariencia transmite calma y confianza, no resulta ser uno de esos “locos” que cuando caminan parece que estén levitando y que a cualquier persona que ven, le hacen un rezo en lengua desconocida y la rodean con inciensos de colores.

Antes de entrar en materia, se prepara dando una vuelta al salón y se detiene en cada esquina haciendo pequeños rituales. Posteriormente, se presenta -“Mi nombre es Andrés. El resto lo irán aprendiendo en el curso del día.” Nació en Uruguay, en 1967. –un año cabalístico- como él dice. Hace quince años viaja por el mundo y se dedica a la difusión de la medicina alternativa. Todo comienza cuando después de terminar su carrera de Diseño Gráfico, parte con cuatro amigos hacia el Monte Kurama, en Japón, para trabajar en un proyecto publicitario de la Agencia de ilustraciones Shimizu.

Estando ahí, en Kurama Yama, que queda a 12 kms al norte del palacio imperial de Kyoto, aprovechó su visita para conocer la cultura y al cabo de un año, luego de asistir a ceremonias budistas como turista, afirma que sintió que un conjunto de dioses le hacían un llamado, que era el momento de su transformación o evolución espiritual. Dentro de poco logró contactarse con el Sensei Hiroshi Doi, miembro actual de la asociación mundial de energía curativa fundada por el linaje de Mikao Usui – primer maestro- en Japón. Así fue, como por vocación, poco a poco llegó a comprender otras dimensiones de la humanidad.

Confiesa, además, que en su proceso de “iniciación”, el mismo que él realiza en la actualidad con sus estudiantes, fue como si hubiera cambiado el rumbo de su vida por completo, como si su misión fuera transmitir esas enseñanzas, sobretodo en su continente, en que eran aún desconocidas. No obstante, en este proceso, no ha dejado de comer carne o incluso fumarse un puro cubano de vez en cuando, para adoptar el principio sagrado de vivir en armonía con la naturaleza. Ahora comenta que la esencia del Reiki es alcanzar un estado en que éste se pueda ejercer, independientemente de las costumbres o la religión de cada uno.

Su rutina se divide en la atención de su consultorio y en dictar diversos talleres sobre acupuntura y esencias florales. Pero no sólo es eso. A pesar de ser un iluminado, entrenado para curar el alma de las personas, no es un ermitaño de las montañas suramericanas, también tiene una familia de la cual ocuparse. A su esposa, Leticia, la conoció hace doce años en un encuentro internacional de reikianos, en la Bahía de Osaka (Japón). Aunque ella estudió Derecho, se identifica más con su oficio de maestra de control mental y aromaterapia. Espontáneamente, mientras compartimos un té de hierbas, cuenta que Andrés es muy descomplicado y juega tanto como los niños. A propósito tienen tres hijos: Florencia, Estefano y Luciana. De los cuales ésta última, una pequeña de cuatro años, fue quien heredó el mayor potencial psíquico de la familia.

Son las 10:10 a.m. En el primer descanso del seminario, Andrés conversa con Carolina Vélez, una numeróloga que viene a recibir el Nivel uno. Mostrándole una foto de su hija menor, aclara riéndose que en su casa no puede decir ni una mentira porque Luciana, que al parecer tiene el don de la clarividencia, siempre sabe dónde y con quién está papá. Florencia que acaba de cumplir 10, hace unos años podía predecir algunas cosas, en cambio ahora le es casi imposible. Ya lleva el tiempo suficiente en una escuela de pensamiento rígido, como para haberse olvidado de sus habilidades.

De todos modos debía adaptarse al mundo corriente y compartir las clases con los otros chicos, explica Andrés, que su despertar espiritual llegará cuando sea el momento. Sin embargo, con Estefano, de 7, sucede algo curioso, únicamente logra obtener información proveniente de los acontecimientos pasados… teniendo en sus manos algunos objetos o visitando misteriosos lugares; su memoria almática es prodigiosa.

De repente, con algo de preocupación, Andrés mira al grupo y dice:- Ni mi padre, ni mi madre se dedicaron nunca a este tipo de cosas. Mis hermanos y yo crecimos sin contratiempos, jugando al fútbol y en vacaciones de fin de año, estudiando camándula 1, 2 y 3 en la granja de la abuela, que era bastante tradicional. Entonces veo a mis hijos y digo -¿Cuándo y cómo empecé a formar un ejército espiritual? Quizás la culpa sea de Leticia, de sus antepasados vienen las energías que se han manifestado en esta generación. Por mi parte quiero que ellos tengan una vida normal. Que estén rodeados de cosas buenas, pero que al mismo tiempo aprendan de las malas.

Al otro lado del pasillo, Kimiko, de unos sesenta años, saluda con una reverencia al pequeño público. Él es un amigo del maestro, también miembro de la Gendai Reiki Healing Association, y con frecuencia lo acompaña a dictar estos cursos. De pronto, hablando en un español desordenado, anuncia que se va a encargar de llevar a cabo el procedimiento conocido como sintonización, es decir, cuando por medio de símbolos milenarios cada individuo es conectado con la energía del universo para poder hacer uso positivo de ella, incluso a distancia.

Al mirar el reloj de la pared, Koyama se apresura a intervenir y toca tres veces el Gong terminando en un sonido largo y profundo. Todos los participantes vuelven a sentarse en sus puestos y con ansiedad esperan cómo va a ser ésto. La mayoría hace trampa y en vez de estar meditando, abre un ojo rápidamente para observar los extraños movimientos del maestro. Albeiro Díaz, un Psicólogo ya entrado en años, saca su filmadora y la instala para grabar. Es evidente que pretende montar el negocio de Reiki a lo colombiano y copiar las técnicas de Andrés o vender el video a la salida, qué desastre.

Bueno, el maestro inicia: Levanten sus brazos y dejen que la luz blanca resplandeciente bañe sus cuerpos. En realidad, no se ve nada, pero se siente un calor intenso en la atmósfera del lugar. En este instante, Jairo Espinoza, un señor que dice haber venido porque le recomendaron que así se le quitaría su problema de inflamación de las articulaciones, exclama que lo único que se le parece a esta luz, es el flash de la cámara. Andrés le contesta entonces, que cada uno tiene niveles de percepción distintos y que tal vez en él, tarde más tiempo la conexión energética. Sin embargo, más adelante, cuando todos están en la fase 3, la de desintoxicación emocional, puede sentir una elevada temperatura en la palma de sus manos.

Para realizar la sanación de práctica con otros, Jairo, con naturalidad admite que ya no tiene ningún dolor y se puede agachar para practicar con alguien. De esta manera, escoge como compañera a Samantha Smith, una gringa que lo mira asombrada y acepta sin saber en qué consiste el ejercicio. Al notar que los asistentes están tocando las zonas del cuerpo de sus compañeros que corresponden con los chackras – remolinos energéticos- que él menciona, apaga la música e interrumpe la sesión: -No sé si no me estoy haciendo entender, pero no es necesario el contacto físico entre ustedes. Reiki funciona muy bien con las manos a una cierta distancia (10 o 15 cms), no es preciso hacer que los pacientes se quiten la ropa.

Todos se reacomodan y tienen en cuenta lo dicho. Avanza la lección y cuatro horas más tarde, el maestro expone: -Tanto el practicante como el receptor se pueden beneficiar simultáneamente. Ustedes ya han aprendido a purificar sus casas, transferirle buenas energías a sus plantas y animales; y sobretodo, a crear campos de protección.

Después de unas ocho horas que transcurrieron entre relajaciones, meditación y tareas curativas, llega el momento de entregar los diplomas, los manuales de entrenamiento, y cuadrar la fecha de un próximo encuentro. A la salida del evento, quienes en principio no se hablaban, terminan intercambiando teléfonos e invitándose a cenar. Andrés los contempla y se emociona porque sus estudiantes cruzan la puerta bailando y preguntándose entre ellos:- ¿Y tú de qué color ves mi aura?, ¿Puedes ver cómo es mi ángel?

Ya van a ser las nueve de la noche, hora en que el maestro usualmente bebe una copa de vino tinto chileno. Ese día, además ingiere tres rebanadas de pan, untadas de paté. De repente, se le ocurre decir a Taketomi y a Kimiko, que tengan cuidado con las bajas vibraciones que han venido a visitarlos. Enseguida, recuerda que éstas pueden provenir de un brujo venezolano que insistió demasiado para tomar el curso y que probablemente esté intentando obtener un poco del poder cósmico de más alto nivel, con fines no muy sanos.

Taketomi y Kimiko asombrados, se sujetan de las manos y dibujan un Cho-Ku- Rei en el aire, lo que equivale a promover el equilibrio de “la tierra” o el espacio en que están ubicados. Tras comprobar que todo marcha bien, de forma inesperada el maestro se despide de sus colegas reikianos, pensando en sus labores del siguiente día, en el número de caminos que le quedan por señalar…en cómo va a organizar su próximo viaje que es a Argentina. En fin, se dirige a su habitación. Invoca el espíritu del Sensei Hiroshi Doi, y recibe su mejor energía. Como está cansado, se acuesta a dormir y cae profundo como lo hacen los demás mortales.