De tantas, otra cavilación sin puerto. Parto de la hipotética posibilidad de reencarnar en otro viviente. Abandono este cuerpo, en lapso indefinido regreso a la vida siendo diferente sustancia. Podría ser bacteria, árbol, un compenetrado integrante de cardumen; podría tener alas para surcar el cielo, veloces patas para cazar, para no ser cazado; podría reverberar ecos con mi ladrido, intimidar con mi rugido, seducir con mi canto; o también un glotón de hierbas, un camuflado, un dependiente; quizá un macho alfa, una hembra inconmovible, un solitario errante; por qué no un velocista, una criatura deslumbrante, también temible; podrían mis dientes ser afilados, mis garras; podría ser un refugiado, un trepador, un excelente nadador. Vivir el sempiterno equilibrio de la Naturaleza. O bien podría ser humano, ser consciente de mí, del mundo, el inescrutable Cosmos; ser humano y tener la habilidad de crear, de enlazar patrones, de conocer y descubrir y comprender, de imaginar; ser un sapiens que con su arte obnubila, que interactúa con la vida desde la virtud de ser consciencia, que dice “aquí estoy, esto soy”; ser espejo del universo que a través mío logra reconocerse, adorar la Naturaleza desde la lucidez, entender el trueno para no temerle, vislumbrar cada estrella como si mirase mis propios ojos; o podría también ser un hombre que desperdicia su suerte.