ABRAZAR Y SER ABRAZADO: PLACERES DE DIOSES
En mi opinión, abrazar a alguien, abrazarle desde el corazón y acogerle entre los brazos con amor, o ser abrazado por alguien, abrazado desde el corazón, y ser acogido entre los brazos con amor, es un auténtico placer de Dioses.
Y es que un abrazo real no miente.
No dice nada con palabras –porque no son imprescindibles en estos casos-, pero no miente, porque no es algo que se pueda fingir.
Un abrazo es un regalo impagable, porque es una muestra de auténtico cariño.
Me estoy refiriendo, lógicamente, a los abrazos verdaderos, a esos que brotan del alma y son un impulso de comunión con la otra persona, de querer acoger al otro y fundirse en él.
Son un contacto piel con piel –incluso aunque estemos vestidos- porque con el abrazo se consigue que no haya nada que separe a ambos, no hay espacio sin rellenar, no hay barreras, no hay distancias.
Sólo hay dos que aspiran a convertirse en uno.
Uno unido al otro, ambos formando la unicidad.
Un abrazo reconforta. Hace creer en el amor, en la sinceridad, en el otro.
Es un lazo de sinceridad que une a dos personas con el mismo sentimiento.
Un abrazo consuela cuando se necesita consuelo.
Un abrazo es un punto sólido al que aferrarse cuando uno está a punto de ser arrastrado por el dolor.
Un abrazo siempre dice te acepto y te quiero.
Un abrazo es una entrega sin condiciones de uno hacia el otro.
Un abrazo sólo lo puede dar el Yo sincero y puro que somos o que nos habita.
Un abrazo es del todo verdad.
Y aunque no resuelva nada –porque a veces hay cosas que son imposibles de resolver-, al menos le hace ver al otro que nuestra entrega es incondicional y que somos sus aliados en sus necesidades.
Un abrazo es una transferencia de energía, de buenos deseos, de cuidado, de sinceridad, y de amor en cualquiera de sus medidas.
Un abrazo es alimento muy necesario y muy apreciado para el bienestar emocional.
Un abrazo es una manifestación gratuita que no necesita de un motivo justificado para que se produzca.
Puede ser un lenguaje amoroso para quienes no se atreven a decir con palabras lo que siente el corazón.
Son interminables, no se agotan. Por eso se pueden y se deben dar sin racionarlos, sin motivos que ejerzan de justificación, y sin que el otro se vea obligado a pedirlos.
Un abrazo sin palabras, y sin prisas, es sellar un pacto con el otro de sinceridad, de entrega, y de cuidado.
Abraza.
Siempre.
Cada vez que puedas.
Aún en la distancia, cuando haya un impedimento físico que lo impida.
Y jamás rehúyas los abrazos cuando veas que vienen cargados de buena voluntad.
Disfruta y haz disfrutar del maravilloso mundo de los abrazos.
¡Pues sí que son realmente importantes los abrazos!
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias)
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