LAS COSAS SON COMO SON
En mi opinión, la mayoría de los sufrimientos graves por los que atraviesa el Ser Humano se deben al hecho de no aceptar que las cosas son lo que son y son como son, y no son siempre como a uno le gustaría que fuesen.
Los hechos biográficos, físicos, o históricos, no se cambian por la oposición a ellos ni se modifican porque se nieguen. No se puede luchar contra la realidad del hecho cierto de lo que ya sucedió, que es inamovible y que es irrefutable. Eso no hay quien lo cambie.
Las opciones de cambio están vigentes si algo aún no ha sucedido, si aún forma parte de eso que llamamos futuro. En ese caso sí tenemos la opción de modificarlo en la medida de nuestras posibilidades.
La opción de cambio que sí es posible es con respecto a la actitud ante el hecho, ya sea éste presente o pasado.
La misma cosa puede ser interpretada de distintos modos en función de las circunstancias, del estado de ánimo, de la voluntad, del carácter optimista o pesimista de cada persona, de la capacidad de comprensión hacia las cosas que nos suceden, de la voluntad que uno tenga de aprender de sus experiencias o de quedarse en el papel de víctima de sus experiencias…
La sugerencia ante una situación –cualquiera- es clara: siempre hay que desechar lo que no nos sirve y nos afecta de ella; esa es la actitud sensata y práctica, y además conviene desechar lo que nos estanca en el victimismo, lo que nos nubla de pesimismo, y lo que nos ancla a un estado negativo.
Las cosas son como son, pero podemos empezar a verlas de otro modo si nos lo proponemos.
Lo que es absurdo es pretender que cambien ellas solas, por sí mismas, y que cambien en el sentido exacto que marque nuestro deseo.
A veces nos refugiamos en los engaños y los autoengaños con la intención de protegernos, aunque eso tiene muchas contraindicaciones y al final acaba volviéndose contra nosotros mismos.
La realidad, que es la verdad, tiene entidad por sí misma. Es cierta. Innegable. Irrebatible. No se sustenta sobre pretensiones.
Así que es mejor aceptar la realidad para que la salud mental no se vea afectada, y desde esa aceptación comenzar un proceso de rectificar el efecto que las cosas hacen sobre nosotros.
Imparcialidad… sinceridad… las cosas son como son…
Es irracional, desatinado, estúpido, y hasta ridículo, empeñarse en una pataleta infantil contra aquello que no ha sucedido según nuestro interés o deseo.
Lo adulto, que es lo correcto, es aceptar lo que ya hay, lo que es cierto, y corregirlo para otra vez si se puede, pero en el caso de que sea imposible su rectificación queda la opción de despojarle de las aristas y el veneno, de la ponzoña rabiosa, de la cólera y la furia, y extraer la lección que toda situación conlleva.
Eso es ser sensato y positivo.
La vida es una lección continua.
Quien es inteligente, se da cuenta de ello y se centra en sacar provecho a las lecciones.
Quien es más torpe se entretiene en discutir –inútilmente- con el destino, con el pasado, con el porvenir, con las circunstancias, con la suerte, con las casualidades… para no lograr nada positivo.
¿Y tú? En estas situaciones… ¿Eres torpe o inteligente?
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias)
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