LEER CON EL CORAZÓN
“Lo que ofrece la carta de un restaurante puede resultar atractivo al leerlo, hasta se puede salivar sólo de pensar en los manjares que ofrece, pero es al comer los productos cuando se produce el auténtico placer. El auténtico placer está en el paladar y no en la lectura de la carta. Con las lecturas de libros y con las frases célebres, pasa lo mismo. No basta con leerlas, hay que integrarlas, constituirlo en un todo con uno mismo, y dejar que se digiera dentro”.
En mi opinión, desde que tenemos a nuestro alcance tanta información, prestamos menos atención a lo que estamos leyendo. Parece como si tuviéramos prisa por terminar con lo que estemos leyendo –sea lo que sea- porque tenemos más cosas pendientes para devorar.
Se ha puesto de moda colocar en los muros de facebook frases que son una perla de conocimientos o la sabiduría más inmensa concentrada en unas cuantas palabras. Observo que la mayoría de las personas las leen, la acumulan junto con otras que ya tienen en el olvido, y pasan ávidamente a buscar la siguiente sin haber digerido la anterior. Le dan al botoncito de “me gusta”, y, sin haberla digerido, sin haberle sacado todo el jugo, sin haber pensado ni siquiera qué hacer con ella, pasan urgentemente a por la siguiente.
Con eso, lo que único que se consigue es tener una colección de frases célebres que, exceptuando tres o cuatro, desaparecerán irremediablemente sin dejar una enseñanza que dure más allá de unos segundos.
Propongo leer con los ojos grandes del corazón. Desde el corazón.
No se trata de amontonar, se trata de que esa frase que nos llama o nos despierta no sea simplemente la conclusión ajena de las experiencias de una persona, sino que se integre en uno mismo. Si no se hace así, pierde el valor. Lo correcto es que uno haga el camino inverso desde la frase para sentir dentro de sí, como algo suyo, lo que sintió el que lo escribió. Lo interesante es darse cuenta. Comprenderlo. Aprehenderlo. Integrarlo.
Integrarlo, porque las lecturas con los ojos y la mente son una información externa, algo bonito o interesante, pero del todo ajeno.
Las lecturas hechas desde el fondo, desde el corazón, desde el alma, han de convertir esa frase en el inicio de un proceso personal emocional en el que se pueda llegar a comprender –comprender: contener o incluir algo en sí- la esencia que hay en las palabras. Si no se elaboran dentro de uno hasta hacerlas propias no tienen el sentido ni la utilidad que pueden aportar. Se quedan en una sarta de palabras bien hilvanadas y nada más.
Las lecturas hechas desde el corazón se integran –integrar: pasar a constituir un todo con uno mismo-, encuentran en nuestro interior el lugar adecuado donde quedarse ya para siempre pasando a formar parte de la identidad. Que sea nuestras, o que nosotros seamos de ellas.
Se trata de que las palabras que leemos resuenen en nuestro interior y se encuentren con su propio eco. Entonces es cuando nos ayudan realmente a completarnos y cuando la relación con ellas trasciende y va más allá de las palabras leídas. En nuestro interior tienen que diluirse, perder su estructura de palabras, y convertirse en sentimientos, en alimento para el alma, en parte de nuestra base y nuestros principios.
Ni siquiera es necesario pensar en el significado de las palabras que entran, porque en nuestro interior ya saben el sentido de ellas.
Se trata de dejar que se manifieste un sentimiento en el que ya las palabras desaparecen porque sólo podrían desvirtuar ese sentimiento.
No se trata de ser un coleccionista de textos o de frases: se trata de ser un experimentador de ellas.
No se trata de verlas desde fuera, se trata de atraparlas.
Así que no es necesario que se conviertan en un diálogo, en una disertación intelectualoide; no es necesario conocer palabras rimbombantes que le den empaque al parlamento interior.
No se trata ni de repetir sin comprender. Se trata de que activen nuestra parte dormida o distraída. El resto, es una labor personal.
Recomiendo, eso sí, que se sientan, que se sienta, que se evite la necesidad de la mente de ponerle a todo definiciones para estar tranquila. Que se encarguen ellas solas de encontrar el sitio que les corresponde.
Los sentimientos que se pueden definir dejan de ser sentimientos para convertirse en definiciones.
Y si comprendes esto –comprender: contener o incluir algo en sí- y se integra en ti –integrar: pasar a constituir un todo con uno mismo-, te habrá sido útil y habrás avanzado varios pasos de gigante en tu Camino hacia ti mismo.
Y ahora, si quieres, vuelve a leer el párrafo del principio.
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, te agradeceré que me ayudes a difundirlo)
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