Hoy te han Quitado, Naranjo

La anciana abrió la destartalada puerta mosquitera que separaba la cocina del extenso fondo de su casa, ahora muy descuidado. Lo hizo lentamente porque también debía bajar un escaloncito de cemento.

En su mano derecha llevaba un manojo de hierbas secas, marchitas desde hacía mucho tiempo. En la otra un pañuelo de algodón amarillento con unas iniciales bordadas. Luego de sentarse en una silla plástica a la sombra del paraíso, miró la leve depresión en el suelo y los oscuros terrones frescos de tierra recientemente removida a unos pocos metros de distancia de donde se hallaba. En realidad, no podía decirse con certeza si esa era su verdadera intención, pues aunque sus ojos húmedos apuntaban hacia ese lugar, su vista parecía ir mucho más allá, trascendiendo el espacio y el tiempo.

Depositó con gran cuidado el ramillete extinto sobre su regazo y mientras enjugaba delicadamente con el pañuelo una lágrima cristalina demasiado grande para la delgadez de sus mejillas ajadas. Rebuscó en el bolsillo de su batón, acariciando con devoción los bordes irregulares de la vieja foto en blanco y negro y, un poco más abajo, sin pretenderlo, rozó el billete doblado de cincuenta pesos que le habían entregado unas horas antes.

Cincuenta pesos por la quita de una parte insustituible de su vida. La felicidad y la desgracia de haber nacido, crecido y vivido toda su vida en Río Tala, importante zona de producción naranjera bonaerense. Conocer por primera vez en su larga vida la existencia de una enfermedad llamada cancro cítrico, altamente contagiosa entre las plantas y que ponía en riesgo el esfuerzo y las utilidades de los grandes productores. Un oficial tocando a su puerta con una orden judicial, que le explicaba sumariamente con intrincada jerga legal, que su naranjo debía ser destruido por hallarse dentro de un radio de trescientos metros de otra planta infectada, pero con derecho a resarcimiento de cincuenta pesos por cada árbol erradicado.

Demasiadas cosas para digerir en tan breve lapso. Demasiados caros recuerdos para borrar de un plumazo, o sepultarlos en la mente cubriéndolos con la humillante mortaja manoseada y sucia que proveía un vulgar billete.

Tomó entre sus manos el hato de hierbas secas. Lo acercó a su corazón donde siempre perduraría el amor por su compañero ausente, y con ojos nublados por un llanto quedo pero incontenible, volvió a mirar por última vez el lugar donde había estado el viejo naranjo que había proporcionado los azahares que formaron parte de su ramo de novia.


Hoy te han Quitado, Naranjo -
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Fobio

Muchas gracias, amigazo Jaime. Me alegra que te haya gustado. Es algo parte real y parte ficción. Pero hubo un incidente que me inspiró a escribir este relato.
Un gran abrazo,
José

Emotivo y conmovedor. En una palabra, lindo!

Excelentioso trabajo compadre! Me ha gustado.

Gracias por tu paso, tu lectura y comentario, amigo Roberto.
Un abrazo,
José

Cuánta ternura me dio la imagen de la anciana desprendiéndose de algo que la llenaba de recuerdos.
Un relato muy lindo. Me gustó
Nilda

Muchas gracias por tu paso, amiga Nilda. Aprecio el tiempo de tu lectura y comentario. Recibe mi saludo,
José