Loco por la Guitarra

El chalecito al final del cul-de-sac parecía temblar en sus cimientos. El sonido de la guitarra eléctrica se escuchaba casi desde la esquina de la calle que servía de entrada y salida a la vez.

Buena cosa que el barrio era nuevo y la vivienda de Charly era la única habitada. De lo contrario hubiese tenido problemas con todos los vecinos por el barullo que hacía.

Los dos amigos se acercaron a la entrada y justo en ese momento se hizo un silencio en la interpretación. Charly se había tomado un respiro y eso daba oportunidad para que Matilda pudiese escuchar los golpes dados a la puerta.

Cuando la abrió y vio que eran Beto y Guille, no pudo contener el llanto y, sin mediar palabra alguna, con la cabeza gacha se lanzó sobre ellos abrazándolos con vehemencia similar a la de un náufrago que se aferra a su salvavidas.

Los amigos se miraron angustiados entre sí y tácitamente juzgaron completamente innecesario preguntarle como seguía Charly.


Carlos Beltrán, Charly para los viejos amigos, se había mostrado fascinado por la guitarra desde muy chico. Claro, había crecido de la mano con el rock ‘n roll. Y si bien este género musical fue la mayor parte de su vida el favorito, en los últimos años había desarrollado un intenso amor por el blues. Admiraba a todos los legendarios guitarristas con fervor. Carlos Santana, Eric Clapton, Buddy Guy, BB King, Stevie Ray Vaughan, Joe Bonamassa, Johnny Lang, David Gilmour, Ritchie Blackmore, Pappo y alguno más que por ahí quizás se me olvida, eran nombres que él idolatraba y había escuchado hasta el cansancio.

Charly tenía un buen oído y una facilidad natural para la ejecución de varios instrumentos musicales, siendo la guitarra eléctrica por lejos su preferido. Pero en su veneración por esos monstruos sagrados, quería a toda costa llegar a su mismo nivel sin comprender que eso sucedía solamente con los elegidos, uno o dos por generación, más o menos. O sea, uno o dos entre millones y millones.

Pero no había caso. Cuando era aún adolescente usó todos sus ahorros para comprarse una Fender Stratocaster y su amplificador. Tocaba con la aceptable gracia de un buen aficionado, pero carecía de esa rarísima amalgama de velocidad mental, dactilar, buen gusto musical y la altísima coordinación necesaria para conjugar perfectamente todas esas virtudes. Eso no se aprende. Se tiene o no se tiene y punto. No es para darle muchas vueltas al asunto.

Pero Charly, en su obnubilación, no podía ver aquello que era tan claro y hasta llegó a implorar a Dios cada noche para poder ser capaz, con trabajo y práctica, de tocar un solo de blues por diez minutos sin ninguna falla, completamente perfecto, como lo había visto hacer a Vaughan en los videos.

Tal fue su empecinamiento en obtener lo que tanto deseaba que la providencia no le había dado, agregado al redoblado fervor de sus oraciones, que una mañana, hacía casi un mes, despertó por la madrugada luego de haber soñado que finalmente se le concedía su anhelo más caro. Se dirigió precipitadamente al pequeño garaje, conectó su equipo, calentó un poco los dedos y, totalmente inspirado comenzó a tocar, casi matando de un susto con un solo a todo volumen a su pobre mujer que dormía apaciblemente.

Cuando ésta se levantó sobresaltada y entró al garaje en pantuflas, bata de plush sobre los hombros y los pelos revueltos sobre la cara, Charly al verla le gritó:

- ¿Viste Mati? ¡¡¡Dios me lo concedió, me lo concedió…, escuchá…!!!

Y lo que Matilda pudo escuchar, aún sin estar con todos los sentidos encendidos, fue lo mismo que escuchara por años, sin notar diferencia alguna.

En vano fueron sus pedidos para que Charly volviese a la cama y postergara la sesión hasta más tarde. Él estaba completamente extático y absolutamente convencido de que por fin sonaba como siempre lo había ambicionado.

Desde ese momento dejó de ir a trabajar y se dedicaba a tocar incesantemente unas catorce horas por día. “Para pulir los últimos detalles menores”, decía.


Mientras Beto y Guille trataban de aplacar un poco la dolorosa angustia de Matilda, asegurándole que la ayudarían en todo lo que fuese posible y que no debía perder la esperanza, Charly salió de la cocina con un refresco en la mano. Cuando vio a sus viejos amigos se le iluminó la cara y les dijo:

- ¡Hola muchachos! Qué alegría me da verlos. Vengan, vengan y escuchen esta última rutina que estoy practicando. Ya estoy casi listo. Sólo me falta conseguir un agente y un estadio para el primer concierto.


Loco por la Guitarra -
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Fobio

Buen relato que demuestra la veracidad del adagio: Cada loco con su tema, el que porfía vence, pero este ciudadano no aprendía nada, debe ser que no tenía oído musical. Menos mal que vivía medio aislado porque si no, pobres vecinos y seguro que los amigos que llegaron a visitarlo pensarían: a otro perro con ese hueso, jajajaja y su mujer diría: mas fastidioso que una piña debajo del brazo. Cariños.

Gracias por tu visita, amiga Trina. Siempre es un gran placer tenerte por aquí.
Recibe de vuelta mi saludo y mi aprecio,
José

Desprendido del título (y desp[legando el mismo), un relato en el cual lo anecdótico del personaje recorre con dinamismo la escena ofreciéndole al lector, un lugar cómplice entre los acontecimientos. Entretenido, breve, muy bueno y disfrutable a la lectura.
Un abrazo

Es comprensible la preocupación de Matilda, porque algo raro pasaba en Charly ¿cómo se debería actuar en esos casos? Es una situación difícil.
Un relato muy completo, bien descripto, de fácil interpretación. Me gustó leerlo.
Nilda

Hombre, que te dire? Entretenido, ideal para el suplemento dominical de cualquier diario. En lo personal no soy fan del blues ni del rock pero me parece un acierto la perspectiva del autor, la perspectica justa de un fan de ese genero. Como musico te podria yo dar otra perspectiva pero no vale la pena porque aqui lo que importa es la vision del narrador que sos vos. Y bueno, al final de cuentas el chiste del negocio es justamente ese, que cada poco surjan dioses de la guitarra, del rock o del blues. Dioses de la guitarra flamenca? No existen, o no es que no existan, lo que sucede es que no son rentables, no generan dolares como Slash, Steve Vai o Joe Satriani. Pappo? Ah! Es el Dios del blues en la Argentina... o era. En fin.

Recibe mi fraternal saludo de siempre.

Muchas gracias Silvina. Aprecio sinceramente tu visita y comentario, amiga.
Un abrazo,
José

Muchas gracias amiga Nilda. No sé lo que habrá hecho la pobre de Matilda en este caso, pero no veo muchas más opciones que un buen psiquiátra o la internación para el muchacho desquiciado.
Un saludo con todo aprecio,
José

Muchas gracias, amigo Roberto. Este cuentito lo hice un poco por mi experiencia personal, pero llevada a un extremo enfermizo. Cada vez que veo tocar a esos virtuosos, siendo amante de la guitarra y sabiendo que nunca podré acercarme ni remotamente a ellos en la ejecución del instrumento, me produce algo de envidia y mucha resignación. Y es verdad que existen grandes maestros guitarristas en otros géneros musicales, pero como soy amante del rock y el blues, tiré el cuento para ese lado.
Aprecio tu visita compañero.
Un abrazo fraternal de vuelta,
José

Jaime..., sshhhh..., no digas nada y esperemos que ésto no lo lea nadie más. La cabellera que ves en la foto es auténtica y se debe al gran resultado de un nuevo tratamiento capilar que ahora hacen los gringos que, básicamente es..., ejem..., transplante de púbis africano.
Por la ínfima, irrisoria e insignificante cifra de U$S 10.000 te hacemos una parva tipo Bob Marley, si querés. Eso sí, en verano tendrás que vivir con la cabeza metida en el refrigerador...
Mil gracias por tu siempre apreciada visita, amigazo
Un abrazo,
José

Jajaja..., te podemos hacer un descuento de amigo. Te ponemos hasta 20 rulitos gratis.
Un abrazo,
José

Siendo un autor conocido, empezamos a leerte con la sonrisa instalada. Sabemos que nos presentarás una verdad disfrazada de payaso.
La sólida rapidez con que nos instalas en la historia hace que te perdonemos la lista de guitarristas, que es tu veleidad. Y ese Charly que asociamos con García nos hace visualizar un flaco peludo, bigotudo, aporreando frenéticamente la viola, por lo que la esquizofrenia tiene imagen y la película fluye con seguridad. Tus lectores somos esos amigos –Beto y Guille- que llegan a ver qué pasó.
Pero como colega me queda un plus, la perfección con que diste los pasos de la narración sin que falte ni sobre.

Muchas gracias Federico. Sabés que siempre aprecio tu visita por mis trabajos y presto mucha atención a tus comentarios para ver adónde metí la pata..., jajaja!
Un gran abrazo con mi aprecio,
José

El sueño de todo chaval: ser una estrella en los escenarios y ser vitoreado por las masas. Bien relatado, Fobio.

Gracias por tu visita, amigo Titán. Aprecio el tiempo de tu lectura y comentario.
Saludos,
José