Nota: La siguiente obra está en cierta forma inspirada un poco en mi vida, así como en la vida de aquellos músicos que sufren pues su sueño de amar la música vivir por y para ella se ve frustrada debido del desapruebo de todos aquellos que les rodean así como de las trabas que puede traerles el destino. ¡Que lo disfruten!.Alma de Pianista
Prólogo
Todos nacemos con un destino el cual se va develando con forme pasan los años y maduramos, y bueno, yo ya he descubierto el mío, ¡pensar que siempre lo tuve a la vista en mis anhelos y que hasta ahora me percato realmente de ello!. A mis apenas 15 años de vida sé a lo que estoy destinado a ser, sin embargo, quizá lo supe desde siempre debido a que desde que tengo memoria había una cosa que siempre desee hacer pero el apoyo de mis padre no era demasiado en este aspecto, ¿a cuantos no les ha sucedido esto?, que siendo unos niños quieren hacer algo con todo su corazón porque ven ese “algo” como una cosa completamente maravillosa, sin embargo sus padres consideran que no es nada del otro mundo, con el tiempo, como son niños, olvidan que quisieron eso, ¿no?, sin embargo, en mi caso no fue así, crecí con ese deseo insaciable de tocar el piano, ese instrumento majestuoso que lucía tan noble a la vista.
La primera vez que pude estar cerca de tan magnífico instrumento fue a la tierna edad de cuatro años, en una excursión del jardín de niños a un museo en particular, habían muchas cosas he de decir, pero me parecían un tanto aburridas, es decir, eran interesantes sin embargo no era algo que me cautivara demasiado y, por el contrario solamente quería ir a jugar por ahí con mis amigos, pero al estar al cuidado de la profesora no podíamos hacerlo y solamente debimos de seguir mirando todo aquello, aunque yo prefería entretenerme mirando, ¿Qué se yo?, ¿la pared, el techo?... Era un niño bastante distraído si me lo proponía, bueno, no realmente, solamente cuando algo no era de mi interés.
Recuerdo que entramos en una sala en específico, como las demás, esta era de paredes blancas, grandes ventanales permitían la entrada de la luz del sol matutino, de ese que ilumina con fuerza y es bastante cálido. Bordeando toda la habitación, la cual era completamente rectangular, de gran tamaño, habían un sinfín de esculturas apoyadas sobre sus respectivas bases, algunas eran una especie de taburetes de madera, otros unas mesas, en fin, también en las blancas paredes habían colgadas algunas pinturas, retratos de personas, abstractos, paisajes… eran bonitos, ese fue mi pensamiento al verlos, sin embargo no acababan de fascinarme. Hasta ese momento no había mirado el centro de aquella habitación. Aburrido, me giré para ver que otra cosa interesante podía contemplar y, fue en ese momento que mi mirada chocó con aquel majestuoso instrumento, de un color completamente negro como una noche sin estrellas, brillaba un poco al delicado contacto de los rayos del sol que se colaban por la ventana, sentí a mi corazón palpitar con fuerza y solamente me quedé en mi sitio, estático, mirando aquel extraño “artefacto”, pues, nunca en mi corta vida había visto algo que se le pareciese. Me acerqué lentamente con temor, había un banco de color negro frente a él, y… al quedar frente a frente contemplé esas teclas a monocromo, las cuales me parecieron infinitas. Continuaba anonadado ante lo que mis ojos observaban, aquel artefacto extraño era enorme comparado a mi pequeño tamaño, apenas y alcanzaba a ver las teclas con dificultad.
Dudé pero, finalmente me animé a llevar una de mis manos a las teclas, lentamente cerré mi mano dejando solo mi dedo índice expuesto y, nuevamente con cierto temor, acerqué mi dedo a la blanquecina tecla. La toqué con suavidad sin presionarla, sintiendo la suavidad del marfil, o al menos a mi tacto era suave la textura que me brindaba. Sonreí para mi misma, estaba embelesado y, en todo ese momento mi corazón no había parado de latir con fuerza. Cuando estaba dispuesto a presionar la tecla una voz me sobre saltó por completo, así como el agarre de una mano adulta en mi muñeca apartándome del teclado.
- No puedes tocar el piano, Aiden, está prohibido –escuché a mi profesora reprenderme- Anda, vamos, hay que ir a otra parte del museo –me haló un poco y yo comencé a caminar siendo arrastrado por ella.
Mientras caminaba, mi mirada no se despegó de aquello a lo que escuché a mi profesora denominar como “piano”, sentí un deseo interno de no querer marcharme, el anhelo de escucharlo sonar y la tristeza de tener que marcharme sin saber si volvería a contemplar algo tan majestuoso e increíble como lo fue ese piano.
¿Suena loco no?, podría decir que, en aquel momento, aquel día, en aquel verano de mis apenas 4 años de edad, me enamoré por primera vez… y no fue de una persona como normalmente sucede sino, de aquel majestuoso piano que mis pupilas pudieron contemplar con detalle. Recuerdo que ese día, al llegar a casa, le conté con emoción a mi madre lo que había visto, y le comenté que deseaba volver a ver alguno en mi vida, quería tocar uno. Ella solamente me dio una sonrisa poco sincera y me respondió un “algún día, quizá, podrás ver uno de nuevo”, esas palabras no me dieron mucha confianza debido a la tonalidad en que las dijo pero, sonreí, deseaba a con todo mi corazón que así fuera, lo que no sabía en aquel entonces era la aversión de ella hacia el hecho de que yo desease con tanto anhelo el ver, tocar y estar cerca de un instrumento musical.
Con apenas cuatro años mi destino ya se iba mostrando sin yo ser consciente de ello, y, esa no fue la única vez que estuve cerca de un piano.
En la navidad de mis seis años, mi hermana mayor recibió de obsequio uno de esos teclados eléctricos que asemejan mucho a un piano, a ella verdaderamente no pareció fascinarle, aunque con una sonrisa poco sincera le dio las gracias a mis padres por ese obsequio. Recuerdo mi breve decepción por no ser yo quien recibiera aquello que tenía el mismo monocromo en las teclas que le componían.
Le insistí muchas veces a mi hermana que me dejase “jugar” con aquel teclado, ella no lo utilizaba y lo tenía en una esquina lejana de su habitación como si se tratase de un mueble más pues le colocaba cosas encima, y, sin embargo, yo que tanto deseaba tocarlo, no podía pues ella me lo impedía. Una noche en la que ella fue a casa de una de sus amigas para una pijamada yo recuerdo colarme en su habitación a hurtadillas llevando una silla conmigo y procurando realmente no hacer ruido alguno. Dejando la silla frente al teclado me las ingenié para quitar todo aquello que estaba sobre este y una vez libre de todo estorbo subí a la silla. Una amplia sonrisa se formó en mi rostro y mis pupilas se dilataron al ver aquel teclado, pero al pulsar una tecla… nada… no se produjo sonido alguno. Sabía que aquel instrumento si producía sonido pues había escuchado a mi padre probarlo cuando se lo dio a mi hermana, la pregunta era, ¿Cómo hacer para que este produjera sonido?. Mis orbes observaban todo aquello extraño que tenía, probé botón por botón, pulsándolos de a poco hasta que por fin uno en específico hizo que una luz se encendiera. Titubeé pero con uno de mis dedos pulsé una de las teclas blancas. Ese sonido inundó mis oídos, sin embargo también despertó a mis padres, y sí, me había colado a la habitación de mi hermana muy tarde a la noche.
Me reprendieron severamente y me enviaron a mi habitación. Después de eso no volví a ver el instrumento pues, al parecer mi hermana en su regreso al enterarse lo guardó en un sitio en el cual yo no pudiese encontrarlo.
Puedo decir que tras ese día no volví a estar nunca más cerca de un instrumento que se le fuera similar a un piano, menos aún cerca de este último, y, sin embargo ese deseo por poder tener uno y tocarlo todos los días nunca se esfumó hasta la actualidad.
En fin, aquí les relataré mi historia, mi odisea para descubrir quién soy así como mis desventuras al anhelar algo a lo que todos se oponen. Espero que lo disfruten.
ALMA DE PIANISTA