Un menú especial.
La lluvia caía torrencialmente al compás de la sierra de aquel sujeto de tez pálida, de mirada fría y de pensamientos desconocidos.
El metal que se apoyaba sobre aquellas hojas de aceros, generaba chispas y un raspante sonido.
El hombre serio, sin binoculares, sin protección afilaba aquellas herramientas cortantes, para quién sabe qué, se preocupaba por verlas brillantes y tan filosas como les fuese posible. Para comprobar el filo lo que hacía era cortar huesos de vacas muertas, que en ese mismo taller solía colgar del techo con ganchos de carnicero, no permitía que el corte fuese lento, el buscaba que al simple roce el hueso se despojará del cuerpo del animal sin tener la necesidad de volver a cortar.
Pronto la lluvia se detuvo, el sujeto dibujó una sonrisa macabra en sus labios y dejó reposar una de sus afiladas cuchillas sobre un tarro con agua, abandonó el taller y caminó hasta una puerta cercana al taller, la cual daba paso a otra habitación, está vez el cuarto poseía unos centímetros más de espacio.
Ingresó se miró al espejo el cual colgaba sobre una de las paredes amarillas del cuarto, se acercó hasta que su nariz chocó sobre el cristal y se mantuvo ahí por unos instantes, hasta que luego de pasados unos minutos comienza a decir:
―Necesito, necesito, necesito, necesito, necesito― repetía una y otra vez, mirándose fijamente los ojos con el reflejo de aquel vidrio.
La tormenta volvió a aparecer pero esta vez la acompañaban pequeñas esferas de hielo, que buscaban de una u otra manera perjudicar todo lo que se hallase a su paso.
―Necesito, necesito, necesito, necesito― Repetía el hombre de tez pálida mientras golpeaba cada vez más fuerte su rostro contra aquel espejo.
Los golpes cada vez se volvían más intensos y más violentos hasta que se detuvo, momento en cuyo vidrio ya no veía el reflejo de su rostro.
Su cara sangraba con gran intensidad, los cortes eran totalmente superficiales y podían verse pequeños trozos de cristal traspasando su piel.
―Es hora, es hora, es hora, tengo que comer― Repitió y caminó devuelta hacia atrás, con destino a su taller, sin quitar los cristales de su cara y sin limpiar o curar las heridas.
Ya en su taller, se colocó una capa contra la lluvia, tomo algunos cuchillos y los acomodó entre los bordes de su pantalones sin darle importancia a los cortes que estos le podían causar a su cuerpo. Quitó del tarro su última creación y emprendió un viaje.
Caminó hasta una estación, compró gasolina, fósforos y cigarrillos, luego de pagar sus compras, siguió su destino.
―Debo comer, necesito alimentarme, necesito carne, mucha carne ― Decía el sujeto mientras se relamía los labios tratando de recordar el sabor de la carne que tanto ansiaba saborear, mientras la lluvia lo empapaba.
Las piedras congeladas habían cesado, solo una ligera lluvia se apoderaba de la noche, algunos rayo caían y unos truenos asustaban.
―… Quiero carne de dama o de joven, tomaré la carne que primero encuentre a mi paso ― Ansioso y con una maniaca sonrisa y con un brillo maligno en sus ojos, murmuraba mientras cruzaba unas avenidas que daban lugar a una nueva ciudad.
Los postes de luz intentaban iluminar las calles, pero muy pocas cumplían su cometido, algunos anímales divagaban en busca de un lugar para protegerse de la lluvia, pero pocos lograban toparse con uno.
El hombre rubio, de ojos verdes como una gema casi desconocida; de mirada perversa y atrayente caminaba buscando personas a las cuales utilizar de alimento.
Por cada paso que daba los cuchillos que se protegían en los bordes de su pantalón traspasaban sus músculos generando graves heridas sangrantes. Pero que no le causaban dolor alguno, solo lo excitaba y lo incitaba a continuar en la búsqueda de alimento.
Las gotas caían intensamente, estorbando el paso y la visión de este hombre que buscaba saciar su apetito. Caminaba tranquilamente esperando encontrar en una de las veredas a una persona a la que asesinar para saciar su sed.
―Debí de salir de casa más temprano, no encuentro a nadie delicioso por las calles, creo que hoy no me alimentaré…― Decía mientras secaba con su brazos las lágrimas que de repente comenzaron a escapar sin razón de sus lacrimales.
En ese preciso momento se detiene junto a una cabina telefónica en una de las esquinas, culpándose por el hecho de no haber hallado a ninguna persona digna de ser su cena. Cuando menos lo espero con sus ojos cerrados, sintió una deliciosa fragancia que despertó sus sentidos, alteró su pulso logrando que su corazón bombeara en exceso sangre a todos los rincones de su cuerpo. Abrió los ojos por curiosidad, necesitaba saber de dónde provenía aquel perfume que estimuló sus instintos.
Encontró a una mujer de cabellera larga, mojada en agua salada, caminando perdida entre calles vacías e iluminada. La miró e inmediatamente se acercó hasta a ella.
Ella no notó que en esa esquina no estaba sola, que alguien la vio y que desde ese momento intentaba acercarse como le fuese posible, con el fin de analizarla desde el más mínimo detalle para hacerla parte de su tan deseado alimento.
El sujeto aún tenía aquellos fragmentos de cristal aferrados a sus facies y si llegase a acercarse a la joven no podría pasar desapercibido, debido a que la joven al verlo se asustaría y huiría de él. Así que pensó un excelente plan para atraer a la joven.
― ¡Necesito un médico! ¡Ayuda! ¡Por favor alguien que me ayude!― gritaba el sujeto tomándose el rostro, tambaleándose de un lado al otro con el fin de llamar la atención de la joven que apenas podía llevar el paso con la intensidad de la lluvia chocándole en el cuerpo.
La joven no prestaba atención, tal vez no escuchaba o simplemente se encontraba distraída ese hecho le generaba rabia al sujeto, por tal motivo rápidamente cambió su plan, esta vez sería diferente.
― ¡Auxilio, por favor alguien ayúdeme! ¡Hermosa mujer! ¡Dama de cabellos largos, por favor ayúdame!― Gritaba mientras las gotas de lluvia golpeaban sobre su rostro limpiando y haciendo desaparecer la sangre coagulada en su rostro.
La mujer no volteó al parecer la lluvia no la dejaba oír sus alrededores, solo seguía caminando, tal vez sin destino o tal vez en busca de algo que solo ella conocía.
Por tal hecho el sujeto lleno de cólera y enojo corrió hasta alcanzar a la mujer, una vez cerca de ella la tomo de los hombros la miro a la cara, y sintió aquel perfume que le provocaba un extraño éxtasis en su cuerpo, la joven mujer tenía los ojos cerrados, su rostro era tan pálido que solo el aguacero parecía maquillarle inocencia.
La sostuvo hasta que la mujer abrió los ojos, encontró un extraño color que paralizó su corazón por un momento. Los ojos de aquella mujer eran blancos, tan blancos que podían iluminar la noche y detener el diluvio.
Pronto el sujeto cae lentamente al suelo, quedándose de rodillas y alcanza a ver qué hundido en su abdomen, se hallaba su más gloriosa creación atravesándole el estomago, al ver como su cuerpo desgarraba sangre a grandes cantidades grita.
―¡¡¡No!!! ¡No! Yo solo quería comer a una hermosa dama, recorrer su cuerpo como un hombre normal, sin tener que recordar, la maldita desgracia a la que me han condenado, yo solo quería descubrir el amor y el sabor de la carne de una mujer, para morir en paz…― Dejándose caer completamente al suelo deja que sus órganos dejen de latir lentamente.
La mujer lo observa paciente y espera que su respiración cesé para siempre, para poder llevar el cadáver a su casa y poder experimentar un nuevo menú en sus restaurante de lujo.
Lo carga en sus hombros, tranquilamente y llega a su restaurante, mientras la lluvia aumenta en intensidad, una noche perfecta para cocinar y crear nueva gastronomía en un restaurante de lujo.
…
Pasado el día de lluvia el restaurante abre sus puertas, rápidamente la clase alta al ver un nuevo menú se hace presente en la casa de comida más reconocida del país, toman asiento y hacen reservaciones, sin darse cuenta, que cada menú consta de una parte de aquel sujeto que solía alimentarse de ellos mismos, en días de grandes y peligrosas tormentas, asesinando personas de las manera menos imaginadas con sus más grandes creaciones jamás antes vistas.
―Mesera… ―
― ¿Si, señor que necesita?―
―Tráigame otra orden de corazón al verdeo―
―Como ordené señor―
―Señora acaban de pedir otra orden, creo que su restaurante volverá a ser el número uno en la región, por cierto que lindos lentes de contacto―
―Muchas gracias―
Fin…