Hay Que Pagar los Impuestos

Invitado

Luis se murió. Estaba parado frente a las puertas del cielo, pero San Pedro le dijo que no podía entrar así nomás al paraíso, ya que Luis había vivido su existencia terrenal evadiendo impuestos. De la única manera que podría entrar al paraíso sería aceptando dormir con una mujer espantosa y estúpida durante los siguientes cinco años, a modo de purgatorio.
Luis decidió que igual era un precio barato a pagar por una eternidad en el paraíso. Entonces, le entregaron una mujer increíblemente fea y tonta y se retiró, fingiendo además, que estaba muy feliz.
Mientras iba acompañado con el espanto que le tocó en suerte, Luis vio a su amigo Daniel caminando adelante suyo, tomado del brazo con una mujer que era aún mucho peor que la suya. Luis le preguntó que fue lo que había pasado para que le hubiesen encajado semejante espertento.
Daniel le respondió, cabizbajo:

- La verdad es que evadí mis impuestos toda la vida, y como si fuera poco, estafé al estado en un montón de plata.

Cuando se dieron cuenta, los dos estaban casi en la misma situación. Decidieron entonces pasarla juntos, como una manera de aligerar su carga.
Luis y Daniel, con sus bagres del brazo, siguieron caminando, pensando en sus destinos similares, cuando repentinamente vieron a alguien que parecía ser Alejandro, un viejo amigo. Rengo, tuerto, jorobado y sin un brazo, que venía hacia ellos con una mujer descomunal, una supermodelo. De esas típicas chicas de tapa, la más fabulosa que jamás habían visto.
Impactados, Luis y Daniel se acercaron al tipo y descubrieron que efectivamente era su amigo Alejandro. En seguida le preguntaron cómo había hecho para enganchar semejante diosa, mientras que ellos andaban con esas mujeres horrendas.
Alejandro les respondió:

- La verdad es que no tengo la menor idea, pero se imaginarán que no voy a ir a quejarme. Es sin duda el mejor momento de mi vida, de este lado o del otro. He pasado cinco años con el mejor sexo que un hombre pueda desear. Lo que es esta mujer en la cama no lo pueden creer. Ahora…, hay una sola cosa que no entiendo bien, cada vez que terminamos de hacer el amor, la chica me da la espalda y murmura:

- ¿Por qué carajo no habré pagado los impuestos...?