Ángeles en la Literatura. ++++DESTACADO DE ENERO ++++

El ángel ha sido un símbolo literario casi imprescindible para muchos poetas y escritores. En particular, una clase de ellos, el Diablo y sus legiones, han proporcionado una vasta fuente de inspiración. De todos los personajes cristianos, Satanás es quizás el que más ha atraído a los poetas de todas épocas e idiomas y se puede decir que es el Diablo, desde su lugar menor en las Sagradas Escrituras, el que ha ejercido un extenso dominio dentro de los diversos géneros literarios. Aunque escritores como Calderón de la Barca, John Milton, Johann Goethe y Lord Byron quedaron fascinados con este personaje, el poeta más distinguido que dedicó una parte considerable de su obra a la corte de Satanás fue sin duda Dante Alighieri. En el centro de la Divina Comedia de Dante está Satanás que habita en el centro del infierno.

La creencia en el Diablo estaba tradicionalmente acompañada por la creencia en la brujería, considerada una manifestación de actividad diabólica, en especial de la Edad Media. Muchas alusiones a los ángeles buenos que colaboran en la guerra humana contra los poderes demoníacos pueden encontrarse en la literatura secular del período. Un ejemplo aparece en la escena IV de “Hamlet”, de William Shakespeare, cuando el joven príncipe de Dinamarca, al ver al fantasma de su padre, exclama: “¡Ángeles y ministros de la gracia, defiéndanos!”. A los ángeles se les menciona de nuevo en la escena final, cuando Horacio, mientras sostiene al príncipe muerto, ofrece esta despedida: “¡Buenas noches dulce príncipe, bandadas de ángeles y yo cantamos para que descanses!”.

Los ángeles desaparecieron de la literatura al culminar la Edad Media, pero podemos atestiguar su reaparición en el Renacimiento y su persistencia a partir del S. XVI y hasta la fecha. Sin embargo, Satanás no es un personaje que domine la literatura del Renacimiento, en parte debido a la reacción de la época en contra del pensamiento medieval.

Una de las angelologías medievales más significativas se encuentra en los escritos de Emmanuel Swedenborg (1688-1772), cuyos estudios sobre el tema se apoyan en lo que según él, eran comunicaciones persistentes de los ángeles y otras agencias en un mundo espiritual. Empleó el concepto de los ángeles para hacer que la naturaleza y las virtudes del mundo espiritual, llegaran con intensidad a una sociedad que había perdido de vista de que sí había tal como una esencia sensible y espiritual que justificara la vida. De acuerdo con este autor, los ángeles son entidades muy superiores a la humanidad y pueden comunicar sabiduría porque son capaces de recibirla directamente de la fuente. En sus escritos sobre el mundo de los ángeles, afirmó que la escritura angelical es muy diferente de la humana. Ellos expresan afecto con las vocales, y con las consonantes enumeran las ideas que surgen de los afectos.

En el lenguaje angelical, unas cuantas palabras permiten expresar cosas que a los
humanos tomaría mucho tiempo decir. Asegura también que los ángeles no tienen poder personal, puesto que sólo son agentes de Dios y si un ángel dudara de la proveniencia de su poder, al instante se debilitaría tanto, que no podría contra ningún espíritu del mal.

Las obras de Swedenborg causaron un impacto significativo en el poeta William Blake (1757-1827). Los ángeles abundan en los escritos y en los dibujos de Blake. Este autor, quien tal vez estaba más familiarizado con la reencarnación y el principio kármico, que los ingleses de su época, consideró a los ángeles como fuerzas reales detrás de las vidas de los hombres y las mujeres mortales. Se preocupaba por los ángeles celestiales e infernales, y la lucha continua entre los espíritus de la luz y la oscuridad.

Otros poetas también consideraron a los ángeles como fuerzas muy reales y los mencionaron con frecuencia en varias obras literarias. Robert Browning, por ejemplo, en el poema “The Guardian Angel” implora a su ángel que se haga cargo del proceso creativo; Robert Burton, en “The Anatomy of Melancholy”, recuerda la creencia popular de que cada uno tiene un ángel malo y un ángel bueno que lo orienta, dando siempre dos opciones para que el individuo proceda, evaluando o no las consecuencias; Henry Wadsworth Longfellow, solía adoptar con frecuencia el lenguaje supuestamente hablado por los ángeles.

En la literatura victoriana era muy común encontrar ángeles como intermediarios entre Dios y el hombre. Un ejemplo es el poema de Leigh Hunt llamado “Abou ben Adhem”, en que el personaje principal despierta una noche y encuentra a un ángel que escribe un libro de oro con los nombres de todos los que aman a Dios.
En el S.XX, el poeta alemán Reiner Maria Rilke, empleó la figura de los ángeles en sus “Elegías de Duino”, en particular en la primera y en la segunda. Para Rilke, estas criaturas celestiales representaban la expresión más sublime de los seres que son capaces de ascender hacia Dios. Describió a los ángeles como:

“Criaturas exitosas, favoritas de la creación,
altas cadenas montañosas, picos enrojecidos al amanecer
de toda la creación, polen de la deidad que florece,
uniones de luz, avenidas y escaleras, tronos,
espacios de esencia, escudos de éxtasis, tormentas
de emoción tumultuosamente embelesadas
espejos que reconcentran
una vez más en su serenidad su propia belleza que fluye.”

Los ángeles además se abrieron camino en obras literarias de mayor longitud. Muchas historias sobre el Paraíso, los ángeles y las intervenciones divinas han sido escritas por algunos de los principales escritores de los S.XIX y XX. La mayoría de estas historias se caracterizan por el escepticismo intelectual y el sentido de dislocación espiritual típico de la cultura moderna occidental. Sin embargo, gran parte de los grandes escritores modernos, quedó fascinada con la posibilidad de que un orden moral e intelectual estuviera oculto en el caos aparente de la realidad.

G.B.Shaw, por su parte, crea un cielo caótico donde los campos de juego del Señor y de Eton, apenas is pueden distinguirse. Por otro lado, en la ciencia ficción, un astronauta misionero de Ray Bradbury, pregunta lo que será pecado en otras galaxias e Isaac Asimov en “The last Trump”, prevé algunos problemas cuando llegue el día de la resurrección.

En otras historias, E.M. Foster “Mr.Andrews”, describe a un cristiano y a un musulmán infelices con sus respectivos cielos; Edgar Allan Poe, en “The angel of the odd”, presenta a un ángel muy chistoso bajo la forma de un tonel con un fuerte acento alemán; en “Un señor muy viejo con unas alas enormes”, de Gabriel García Márquez, la misión tradicional del ángel mensajero es revitalizada. En “Angel Levine”, de Bernard Malamud, a un devoto judío le envían un joven ángel negro que permanece En Harlem, hasta que el judío puede vencer su racismo.

La figura arquetípica del ángel, representado como el extraño misterioso que llega para provocar un cambio de actitud, es utilizado por Robert Louis Stevenson “Marheim” y Philip Van Doren Stern en “The greatest gift”.
En “Los tres ermitaños”, de León Tolstoi, tres andrajosos hombres santos no pueden recordar las palabras de la oración del Señor, pero pueden correr sobre el agua para perseguir el barco del obispo. Franz Kafka, en “The city coat of arms”, resume la posición agnóstica y cuenta cómo los planes de la humanidad para construir una torre hasta el cielo, se posponen de una generación a otra, hasta que al final la idea carece de sentido.

Entre otras historias modernas sobre ángeles e intervención divina, están “The selfish giant” de Oscar Wilde; “The man who could world miracles” de H.G.Wells; “The small miracle” de Paul Gallico, “The man who saw through heaven” de Wilbur Daniel Steele y “Revelation” de Flannery O’Connor.