La iglesia en la plaza principal de cualquiera, y todos los pueblos, ya no le dice nada a quien no va a escucharla.
Si el centralismo no hubiera colonizado cada faceta, la edificación habría mutado ya en ruinas.(O sera que aquí el centralismo no es perpetuado por el objeto, si no que es concebido y reproducido a partir de el.)
El estupor que pretendía el cristo ensangrentado en el altar fue suplantado con el tiempo por la humanización del mismo: la costumbre.Y lo mismo con el resto de indumentaria ideológica.
Incluso ya no petrifica el pecado, ahora incentiva al movimiento ahí donde reconforta.
La sucesiva generación subyugada por cualquiera ,y todos los símbolos, lo esta menos; así sea mas por una desvalorización semiotica, temporal-progresiva, que por una resignificación o interpretación critica.
El rito católico ha sido -en parte- desmitificado, y desde esta perspectiva lo que observo es funesto, pues entendiéndolo así, la tradición se sustenta en la nada. Y el individuo no realmente devoto inserto en la escenificación, personifica la vacuidad en esencia y su derivada servidumbre, o la coexistencia dialéctica de las dos.