Comparto esta escena de una de las primera obras teatrales que escribí. A ver si después de esto me animo a compartiles la obra completa.
Cuando alguien ha sufrido tanto
lo único que puede causarle
al resto es daño, aunque no quiera:
es todo lo que conoce.
ESCENA CUALQUIERAJei, en su habitación, arropado en la cama.
Entra Arelis a guardar un par de sábanas en el clóset de Jei.
Lo ve postrado en la cama.Arelis: ¿Qué te pasa?
Jei: Creo que estoy enfermo.
Arelis: ¿Qué tienes?
Jei: Eso.
Arelis: ¿Eso qué?
Jei: Que creo que estoy enfermo.
Arelis: (
guarda las sábanas)
Ya, pero, ¿qué te sientes?
(
se acerca a la cama y se sienta al lado)
Jei: No sé. De todo.
Arelis: ¿Y qué es todo?
Jei: Todo. Ya sabes.
Arelis: ¿Otra vez?
(
le acaricia la frente)
Jei: ¿Otra vez qué?
Arelis: Otra vez lo mismo.
Jei: ¿Por qué dices otra vez?
Arelis: (
deja de acariciarle la frente)
Jei: No es “otra vez” porque no ha dejado de pasar nunca.
Arelis: Hace unos días estabas bien.
Jei: ¿Cómo lo sabes?
Arelis: Te arreglabas, salías, tomabas…
Jei: ¿Y eso qué tiene que ver?
Arelis: Pues que cuando uno está deprimido no hace esas cosas.
Jei: ¿Estás segura?
Arelis: Sí.
Jei: Te equivocas. De hecho una de las cosas que pasan cuando uno está deprimido es justamente esa, que nadie lo nota.
Arelis: Yo lo noto.
Jei: No parece.
Arelis: Soy tu madre.
Jei: No parece.
Arelis: No me hables así.
Jei: (
se gira y le da la espalda)
Arelis: Yo también me deprimía mucho. Me encerraba en mi cuarto y me colocaba durante horas, a veces días, a escuchar música en una grabadora que me prestaban porque yo no tenía para comprarme una. Mi madre nunca me entendió. Lloraba y lloraba hasta que se me pasaba. La vida sigue, Jei. Yo nunca me rendí.
Jei: (
se gira de nuevo y le vuelve a dar la cara)
Pareces un espejo.
Arelis: (
le vuelve a acariciar la frente)
Detrás de todo siempre hay un espejo.
Jei: Siempre tengo miedo, ¿sabes? Voy por el bosque, desnudo, perdido, pequeño, como de dos años. Y al cabo de un rato, tras haber recorrido algunos metros, me hallo frente a cuatro caminos. En el primero dice “Música”. Entro. Me siento con fuerzas de entrar. Hay una puerta enorme. Alrededor, varios aplauden, me animan a abrirla; dicen: “tú puedes”. Me lleno de miedo. No soy capaz. Retrocedo. Al lado, otro, dice “Literatura”. Entro. Me siento con fuerzas de entrar. Hay una puerta enorme. Alrededor, de nuevo, varios aplauden, me animan a abrirla; dicen: “tú puedes”. Me lleno de miedo. No soy capaz. Retrocedo. Salgo y al lado, otro, dice “Filosofía”. Entro. Me siento con fuerzas de entrar. Hay una puerta enorme, pero esta vez nadie me aplaude: todos parecen distraídos, en lo suyo, nadie mira a nadie. La puerta juzga ser la entrada a una academia de apariencia lujosa. El ambiente, sin embargo, es tenebroso. Me gusta, pero no soy capaz. Retrocedo. Finalmente, al lado, el último, dice “Ajedrez”. (
Detiene el relato, se queda pensando)
Arelis: ¿Qué pasa con el ajedrez?
Jei: No entro.
Arelis: ¿Por qué?
Jei: (
no responde, se queda pensando)
Arelis: ¿Te da miedo entrar a ese camino?
Jei: Me pasa lo mismo que cuando me hallo frente a la gran puerta de los demás caminos. Me lleno de miedo. Retrocedo.
Arelis: Pero si ni siquiera has entrado.
Jei: Por eso mismo.
Arelis: ¿Qué quieres decir?
Jei: No importa.
Arelis: Tienes que ser fuerte.
(
le agarra el brazo)
Jei: No sé qué quiero ser.
Arelis: Eres escritor. Has escrito libros, ¿recuerdas?
Jei: No es tan fácil.
Arelis: Lo sé, pero tienes talento.
Jei: No me gusta lo que escribo.
Arelis: Eso es tener talento.
Jei: ¿Sabes qué sigue después de escribir un libro?
Arelis: ¿Qué?
Jei: Aprender a escribir.
(
un corto silencio)
Arelis: Ya tú sabes escribir.
Jei: No.
Arelis: Sí.
Jei: No.
Arelis: Además también cantas muy bien.
Jei: Eso lo dices porque eres mi madre.
Arelis: Claro que no.
Jei: Claro que sí.
Arelis: Eres muy inteligente, Jei. Puedes con esto.
Jei: Es justo por eso que no puedo. Soy muy inteligente.
Arelis: ¿Qué quieres decir?
Jei: Nada. No solo carezco de conciencia artística sino de conciencia en general. Todo lo que tengo es coraje.
Arelis: Pues utiliza ese coraje.
Jei: Me quiero morir.
Arelis: Utiliza ese coraje.
Jei: Me quiero morir.
Arelis: No digas eso.
Jei: Todos nos vamos a morir.
Arelis: Sí, pero no ahora.
Jei: ¿Cómo lo sabes?
Arelis: Confía en Dios.
Jei: Dios no existe.
Arelis: Cállate.
Jei: Dios no existe.
Arelis: Que te calles.
(
se levanta de la cama)
Jei: Y si existiera no veo de qué le pueda servir a alguien.
Arelis: (
se aproxima a salir de la habitación y mientras abre la puerta, lo mira de repente, con rabia)
Sigue así ¿me oyes? Sigue así…
(
Tira la puerta)
***