Los amantes

Su mundo se cae del resto como una esquirla que volara cuál cometa; construyen un hábitat donde los demás han sido borrados de modo cruel: Nadie es importante para los dos cuerpos que se estrechan y se besan por todos los orificios y labios. Los amantes viven en una ciudad sin vivir realmente en ella. Son un par de hologramas recién reconvertidos. Las familias se alejaron mil kilómetros y no desean de ningún modo acudir al entierro del padre, acompañar a una hermana en su emfermedad, visitar a la muñeca que parió siete enanitos. Los amantes se distinguen por un egoísmo total; de tan total, puro. Han inventado algo que los demás desconocemos, hacen milagros en una habitación. Descubren huecos maravillosos entre los pliegues de la piel. Piensan como si fueran uno solo, sienten que sus corazones golpean al unísono y se entregan a una fiesta de goce sin fin. Elevan el sexo a cuestiones metafísicas y han construido un jardín con las más bellas flores del mal que va desde la estera hasta el umbral de la puerta que los recoge. Los amantes están enfermos y no quieren que nadie los venga a curar. Mientras dure su proceso febril se han autoaplicado una cuarentena que va a sobrepasar todos los límites. Todo lo sellan con los labios, todo lo limpian con las yemas de los dedos. Y lo ensucian. Creativos en grado máximo, nacen mil historias de senso en sus mentes ahora privilegiadas. La ciudad no sabe nada de ellos y transita gris en el día a día insoportable, a la búsqueda de la hora final. Pero los amantes detienen los relojes, más aún... los desaparecen. Porque ellos no padecen límites, acotaciones, barreras ni cruces sobre el tiempo; no hay fechas, ni noches ni días. El delirio es un espacio uniforme.

Hola! Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo

Muy amable Jaime. Gracias por tu comentario.