CUANDO EL TANGO DA UNA
SEGÚNDA OPORTUNIDAD
(Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia)
Se puso la mejor ropa, se miró en el espejo una vez más, terminó de maquillarse, un poco de rubor como cuando era adolescente, un lápiz labial que apenas resaltara sus labios.
Ya se había arreglado y pintado las uñas de las manos y los pies. Se calzo los zapatos nuevos que se mandó hacer expresamente para bailar tango.
Su viudez la había dejado con esa sensación que da la vida cuando no fue del todo feliz.
Se había casado muy joven, demasiado quizás, poco había disfrutado de la vida.
Siempre en su casa con las tareas hogareñas el cuidado de su esposo y los hijos, con todas sus problemáticas.
Hoy está sola, es dueña de su vida, siente que por primera vez podrá hacer algo que siempre soñó, ¡Bailar tango!, solo lo hacia con su marido en reuniones familiares, y por cierto, muy bien.
Volvió a mirarse al espejo, observo su escote, temió que fuera un poco provocativo, lo acomodó para hacerlo mas recatado, tomo la cartera, miró la hora y esperó con ansiedad el remis que la vendría a buscar.
II
El salón era un coqueto centro de jubilados.
En el viaje se pregunta como es posible que ella a su edad, que nunca salió sola, tomara coraje y fuera a bailar a ese centro, desde donde le llegó una invitación por una persona allegada.
Se le mezclaban las sensaciones, por un lado el temor propio de llegar sola a un lugar desconocido, por otro el deseo de sentirse con la autoestima alta por haber tomado la decisión de enfrentar lo que tanto le gustaba.
III
Cuando llegó escucho la introducción de “La Comparsita”
por Juan D'Arienzo, los pies parecían salirse de los zapatos, ¡Que deseos de bailar!
Miró para todos lodos buscando alguien conocido, bailando o sentado. No encontró a nadie.
Vio una silla y se sentó, siguieron varios tangos, luego una milonga y más tangos, ella ahí, nadie la sacaba a bailar.
Comenzó a preocupase, ¿plancharía toda la noche?
¡¡Tenía tantas ilusiones con este baile!!
Desde un ángulo del salón un señor alto canoso, buen mozo, la estaba relojeando.
Se le acercó algo tímido y le preguntó si quería bailar esta pieza que estaba sonando.
Elisa se sonrojó, y contestó con un ¡¡Por supuesto!! que lo sorprendió a Juan, así se llamaba él.
Bailaban como los Dioses, parecían hechos el uno para el otro, fue un tango, otro y otro, hasta que la gente comenzó hacerles una ronda y ellos en el centro firuleteaban como si se conocieran de toda la vida.
Ese fue el comienzo de muchas noches de tango y milonga.
Hoy están ya mayores, pero no dejan de ir al lugar donde se conocieron, El tango hizo el milagro de la felicidad cuando algunos pensaban que ya estaba todo terminado.
Angela María Rosa Leoni
29-3-10
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