Enero 1958
Hacia un calor del demonio, el sol parecía que tuviese un fogonero con doble paga metiéndole leña y leña.
A esa hora, la siesta pegó el más grande de los bostezos y una brisa caliente salió de sus fauces provocándome un resoplido de fastidio.
El silencio era el habitual, sólo se interrumpía por el canto de algún gorrión y el alboroto de una calandria defendiendo el nido que tenia entre el follaje del paraíso, sitio que elegimos con el Gallego para refugiarnos aprovechándonos de su sombra.
Hacia rato que habíamos dejado de hablar. Todo el día juntos provocó que los temas se fueran agotando. A los diez años, los problemas del mundo son del mundo y ya habíamos imaginado un viaje espacial, formado el equipo para el desafío contra Los Canosa que jugaríamos en la cortada, territorio local y lugar donde precisamente nos encontramos en ese momento.
La cortada tenía aproximadamente 70 metros y terminaba en las vías del ferrocarril.
Allí… poniendo un poco de atención se podía ver el movimiento de roedores, ratas de unos veinte centímetros, sin tener en cuenta la cola tipo cordón de zapatos.
No hizo falta decir una palabra, ya teníamos diversión… nos miramos y nos pusimos de pie para trasformarnos en cazadores africanos en busca de un trofeo.
Dimos un rodeo para armarnos de algunas piedras cuidadosamente elegidas y sigilosamente fuimos avanzando al encuentro de nuestras victimas.
No era fácil divisarlas, el lugar estaba cubierto por pastos suficientemente altos como para impedir una visión limpia del objetivo.
De pronto… a escasos tres metros los yuyos se movieron delatando la presencia de la presa y sin perder un segundo lancé el disparo…. Pude ver que no fallaría, la piedra iba exactamente donde supuse estaba la rata. Sólo que no era rata… el gato comenzó a revolcarse entre la maleza aullando de dolor. El impacto fue mortal. Le di en la cabeza.
Unos segundos más tarde, su cuerpo yacía sin vida y mi alma quedó vacía. La culpa no tenia fin ni consuelo. Han pasado casi 55 años y sigo recordando con dolor cada vez que un gato mirándome a los ojos me reclama justicia.
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Ricardo "Cocho" Garay
"Sólo soy un soplo de vida en la eternidad"