El jardín verde.

EL JARDÍN VERDE

Lautaro la miraba sentado sobre una de las ramas del Roble del jardín v
erde. Así había apodado Camilo a los tres metros cuadrados que los Nieto respiraban detrás de las cuatro paredes de ladrillo a la vista con una boca abierta hacia la calle Reconquista y dos ojos de buey. Uno, recostado sobre el hogar de veteranos; el otro, guiñándole al jardín verde.
El Roble se erigía abriendo los brazos como tratando de cubrirlo con su sombra y, sin quererlo, lo había transformado en un cuadro homogéneo. Dos Santa Rita, un Jazmín, tres Alegría del Hogar y un tímido Rosal agonizando, vestían el mismo traje verde.
_¡Compadre, qué le ha ido! Saludó, una mañana cualquiera, entusiasta Don Paulino. El pebete me ha contado algo anoche.
_Buenas, que milagro tan temprano. ¿Qué le pasa al Camilo? Mire que eso de andar trayendo chismes…
_Na’a, que no son chismes. Dígame usté si se me anima y le ayudo a podar ese árbol que tienen ahí atrás.
Cuando Lautaro regresó, la luna reflejaba la poca luz que iluminaba las baldosas de la vereda de la calle Reconquista. Los faroles, humillados sin sus focos, se postraron abatidos. Lautaro supo que, además, algo decían: “su” rama se extinguía consumida por el fuego que ella misma alimentaba. Su corazón oscuro y fragmentado devoraba sus ideas como brasas encendidas.

No fue sino hasta que llegó la primavera que su mente floreció con los colores de su espíritu aliviado. Se acercó con discreción hasta la esperanza que había plantado en un pequeño vaso de cartón. El sueño que Laura le había obsequiado y que, él, tanto había observado desde la rama de aquel Roble del jardín verde. Allí, en ese vaso, se desperezaba el tallo con nuevos botones de ilusión esperando los ojales del rocío y del agua. Y la ventura de los rayos como encendidas migajas de luz donando vida, enhebrándose en la savia de la flora para convertirse en fuente de donde emergieron los rosados, fuxias, violetas, rojos y blancos fugados de las yemas de los dedos acuarelas de algún ángel travieso jugando a ser paisajista.