VIAJANDO EN EL 905
Era fea, de ojos pequeños y cabello castaño pretendidamente recogido, la boca llevaba como escondidos los labios y además de su languidez tenía piernas muy largas. Su ropa también era fea. El abrigo era antiguo.
Una impiadosa tijera había hecho de las suyas para convertirlo en sacón, a la vista quedaba el gastado pantalón descansando sobre las botas que aunque lustradas, mostraban añosas cicatrices.
La cara sin maquillaje. En el suelo, a su lado dos grandes bolsos raídos y a juzgar por la forma, completamente llenos.
Antes de llegar a Pompeya saludó con amabilidad a un hombre que acababa de subir. Al cruzar el puente se aprestó a descender pero, antes se dirigió a ella y con tono firme le dijo – venga a verme mañana, tengo eso para usted. Con una sonrisa le agradeció y con un rictus alegre siguió mirando hacia afuera.
No dejaba de mirarla, algo había en ella que me llamaba poderosamente la atención, no podía saber que era.
Unos minutos después el chofer dijo en voz alta –Patricia no bajes aquí, pasando la barrera arrimo al cordón, desde ahí estarás más cerca-.
Así fue. Cuando quiso bajar comprendí lo pesado de su equipaje, apenas podía moverlo, inmediatamente me ofrecí a ayudarla. No tuvo miedo, aceptó agradeciéndome.
La travesía con esos monstruos a cuestas fueron casi cinco cuadras. Caminábamos en silencio. Después de todo… de qué íbamos a hablar.
Faltaban metros para llegar a la próxima esquina cuando, desde una casa varios pibes humildemente vestidos salieron a nuestro encuentro. Dejamos la carga en el piso para besar a los chicos que saltaban contentos para poder hacerlo.
Después de la algarabía, terminamos el acarreo.
Patricia me ofreció mate cocido que con gusto acepté.
Dos señoras algo mayores comenzaron a desarmar los paquetes de los bolsos.
La mesa improvisada estaba rodeada de sillas que no se emparentaban con ninguna otra, platos, cubiertos y vasos se sumaban a la orfandad parental, sin embargo el amor de una gran familia fluía a borbotones en ese comedor comunitario.
El sábado siguiente por la noche fuimos al cine, Patricia es encantadora.
reche