Un jóven padre, cuya mujer recientemente ha dado a luz sextillizos, llega muy temprano por la mañana a la oficina del registro civil, para anotarlos como corresponde.
Cuando llaman su número, se acerca al mostrador y le explica a la empleada que lo atiende la naturaleza de su trámite. Esta se muestra muy excitada y complacida por poder atender tal inusual acontecimiento. Sin embargo el nuevo papá, con rostro preocupado, le pregunta:
- Dígame señora, ¿hay alguna restricción para poner los nombres?
- No..., eso era antes. Ahora les puede poner los nombres que quiera, mientras no afecten la moral y las buenas costumbres.
- Ah, bueno..., entonces el primero es Tiramisu...
- ¿Tiramisu...?
- Si..., antojo del cuarto mes, ¿vió...?
- Ahhh...
La empleada, un poco extrañadada por la excentricidad, pero aún contenta, anota diligentemente el nombre.
- El segundo es Almendrado...
- ¿Almendrado...?
- Si..., antojo del quinto mes, ¿sabe...?
La empleada sacude levemente la cabeza y anota.
- El tercero es Pionono...
- ¿Pionono, señor...?
- Y si..., antojo del sexto mes... – Dice el papá encogiendose de hombros.
La señora, al otro lado del mostrador, continúa anotando en sus registros.
-El cuarto es Strudel...
- Hay Dios mío..., ¡Strudel!
- Si..., antojo del séptimo mes...
La empleada ahora suspira apesadumbrada, mientras anota resignadamente.
- El quinto es Banana Split...
- Pero señor..., ¡Banana Split!
- Y..., que quiere que le haga..., antojo del octavo mes...
Y la administrativa anota, cada vez más desalentada por la infortunada elección de nombres.
- Por último... – dice el señor aliviado – Maria Eugenia...
- ¡Por fin señor...! Pero no creo que ese sea un nombre de algún postre antojado.
- Claro que no..., ese fue un antojo
mío del noveno mes...