Una araña, una araña de considerable tamaño cruza velozmente por encima de la mesada de la cocina cuando Estela: (Estará en el bar… seguro que está bebiendo con sus amigotes en el bar) —Paf—, la mata de un golpe con el palote de amasar; lo limpia debajo de la canilla y continúa haciendo las tortafritas. El perro comienza a ladrar afuera… y no para; mientras su pequeña Andrea, acostada en la cama junto al ventanal de su cuarto, intenta dormir la siesta: (Papi no me lastima, papi me quiere…), cuando una langosta voladora se estrella contra el vidrio y queda rebotando, una y otra vez contra el cristal hasta que Andrea se levanta (…cuando me toca, así me toca… acá me toca; papi no me lastima, papi me quiere). —Hip— sirva otra —hip— copa cantinero y brindemos, porque paró de llover. —Dicen que en el norte llovió mucho más que acá, y que se viene la crecida por el río –Hip, y a quien le impor… hip ta, el agua va y viene, siempre es lo mismo… hip; cantinero, hip, sirva la penúltima que me vuelvo pa´ las casas… hip. –En su casa, Elena termina de fritar la última torta cuando ve, como por debajo de la puerta, se mete a la casa un extraño cienpies y el perro… que no para de ladrar y en eso entra la niña a la cocina: —Mami mami, ¿papi dónde está?, —y ese perro por favor que no para entonces Elena, abre la puerta de la cocina que da al fondo para ver a una serpiente pasar a toda velocidad por enfrente suyo y más allá… el agua, revuelta y marrón, cargando con plantas y animales muertos se aproxima en silencio y el perro que no deja de ladrarle al agua, y a cuanto bicho le pasa por enfrente huyendo de esta. Elena lo desata y entra presurosa a la casa donde frenética, comienza a meter ropa dentro de una maleta ante la atónita mirada de Andreíta que recostada en el marco de la puerta acaricia al perro casi de su altura, lo abraza ahora. En ese momento entra francisco que sin mediar palabra y ni enterado, de la venida del agua, va directo al dormitorio y se deja caer en la cama donde queda inmóvil. Elena comienza a sacudirlo y este balbucea, balbucea cosas sin sentido en un estado de inconciencia del que no parece despertar pese a los esfuerzos de esta madre, que toma a su hija en brazos, maleta en la otra mano y sale por la puerta de enfrente, ya con el agua por los tobillos gana la calle y se encamina hacia arriba, hacia el centro del pueblo mientras su esposo… —¿y papi, papi no viene?– sigue inconsciente en la cama y el agua…